El otro Artur Mas vuelve como músico
BRUNO ORO, ACTOR, COMPOSITOR, INSTRUMENTISTA Y CANTANTE, SE DEFINE COMO ARTISTA: PUBLICA SU CUARTO DISCO, ‘MR. DREAM’, GRABADO EN INGLÉS, QUE DEFENDERÁ EN UN CONCIERTO EN LA SALA BARTS DE BARCELONA
Bruno Oro, actor, compositor y cantante, desciende de una estirpe de artistas, pintores y músicos. Su abuelo Ramon Pichot fue colega de pinceles de Picasso, en Figueres y en París. El que fue hijo espiritual de Salvador Dalí, el pintor Antoni Pitxot, me habló hace años en su casa de Cadaqués de su sobrino-nieto que salía por la tele: “Para este chico, él y lo que hace es lo más importante del universo, ¡y eso es muy bueno para un artista!”
Se lo comento a Bruno Oro y se conmueve. “Admiré mucho a Antoni. Un día le pregunté como mirar un cuadro, y me dijo: ‘Así, con mirada de demente’, y puso mirada de demente”, evoca.
A Bruno Oro, la gente le conoce y reconoce como el actor que durante diez años se transformaba
(Polònia, TV3) en el president Artur Mas (y también en Acebes, en Aznar, en Cristiano Ronaldo). Pero, antes que nada, Bruno Oro se declara eso: ¡artista! Y más ahora, exultante por publicar disco nuevo: Mr. Dream. Lo presenta el próximo sábado, 4 de noviembre, en un concierto en la Sala Barts, en el Paral·lel de Barcelona.
“Ven y bailarás”, me anuncia. “He hecho quitar todas las butacas”. Mr. Dream, con letras en inglés, combina ritmos dance, pop, y funk, por su pasión por la música negra, incluye un dúo con la cantante Sara Pi, y se estrena como saxofonista. Me habla de
Bluthney, canción de amor que ha compuesto para su centenario piano de cola comprado en Leizpig (“todos mis secretos estan escritos en tus teclas”, le canta), junto al que se deja fotografiar. O de Barna, un homenaje a su ciudad natal. Le pregunto por la situación política: “Ojalá no llegue la sangre al río”. Y eso que imitando a Artur Mas, “que al principio le disgustaba”, acabó por humanizar al que fue presidente de la Generalitat.
Mr. Dream es el cuarto disco de Bruno Oro, expresión de una vocación musical que le inculcó su padre: “Era italiano, hippy y carismático, y siempre me despertaba con música. Eso me hizo melómano. Yo fui un niño muy consentido. De mi padre heredé la impulsividad y la impaciencia”. Pero antes surgió su vocación interpretativa, estimulada por un profesor del colegio, Albert Lacruz: “Dedícate a esto, me dijo, por las imitaciones que hacía de profesores, y me montó un show en un bar: ¡así empecé!”. Le pagaron mil pesetas, y se animó a estudiar en el Institut del Teatre. “Yo quería hacer reír”, me confiesa.
Pero, ¿cómo rebrotó su pasión musical? “A los 25 años decidí viajar a Nápoles para conocer a mi parentela italiana. Viven en las calles más peligrosas de Nápoles, y con ellos descubrí la autenticidad, la mozzarella, la mamma
(¡me acogieron como ‘figlio mio’), el café, la pasión: aquello es un teatro viviente, no es Europa, aquí hemos perdido esa fuerza mediterránea. Fui feliz. Me liberé. Iba en moto gritando a pleno pulmón, de tanta felicidad”, revive, con vehemencia. Y grabó su primer disco, Napoli. Todo en italiano. Vivir en Nápoles le permitió “conocerme mejor a mí mismo, mi
mamismo, mi relación pasional con las mujeres, mi gusto por la comida, que allí es exagerado”, reconoce. Pondera también la faceta estadounidense de su disco: “Me gusta que no envidian, te admiran si haces algo. Aquí miramos demasiado atrás, somos solemnes, ellos son ágiles”.
¿En qué ha cambiado el Bruno Oro del primer disco y el de ahora? “Antes era más ansioso, ávido de éxito, quería comerme el mundo, y ahora he aprendido a disfrutar con más serenidad de lo que hago, venga el éxito que venga: ya puedo ser feliz sin necesitar el reconocimiento. ¡No es fácil!”.
“El artista solo debe hablar con su obra”, le enseñó de niño su abuelo materno, el pintor Ramon Pichot. Por eso Bruno Oro calla ahora y nos cita para que le veamos cantar sobre el escenario.