Hombres que anuncian bienes
La idea del paraíso puede ser una calle en la que coincidan dos vallas publicitarias: en un lado la
de Jon Hamm, el atractivo canalla Don Draper, protagonista de Mad men, vestido con los trajes de Emidio Tucci para El Corte Inglés, y en el otro Pedro Pascal, el valiente agente de la DEA Javier Peña, de la serie Narcos, oliendo a Solo, la fragancia masculina de Loewe. Aunque la calle se llene de banderas y la cera se derrita en la calzada,
Don Draper y Javier Peña están ahí, junto a la parada del autobús, mirándote a la cara y anunciando que no todo está perdido.
El boom de las series ha llenado las pantallas de nuevos ídolos, algunos como Don Draper fueron unos adelantados y, aún permanecían en la memoria de cuantos siguieron sus altibajos emocionales y sus éxitos y fracasos publicitarios cuando la serie se emitió en la televisión convencional. Con la llegada de las plataformas de pago, Draper ha sido redescubierto y se ha puesto de otra vez de moda, tanto que los amigos de El Corte Inglés decidieron contratarle para vestirle con la colección de Emidio Tucci. El agente Peña tiene además tras de sí la épica de ser interpretado por Pascal, hijo de exiliados chilenos.
Los dos actores, Jon Hamm y
Pedro Pascal, cada uno en su estilo –elegancia clásica frente a irresistible informalidad–, han ocupado el hueco que dejó George Clooney que tras ser la imagen de Nespresso y convencer a medio mundo de que era más importante el continente (cápsulas) que el contenido (café) ha tenido que dejar el provechoso mundo de la publicidad porque ya no da la imagen de hombre inalcanzable. Lo que no puede vender Clooney es la imagen de seductor desde que se casó con la abogada Amal Alamudinn y menos aún desde que es padre de los pequeños Alex y Ella. El actor se ha hecho mayor y no por sumar años, sino por asumir responsabilidades y convencionalismos. En su última aparición pública hace solo unos días, con motivo del estreno en Los Ángeles de cla película Suburbicon, Clooney acudió del brazo de su mujer y también de su suegra, Baria Alamuddin. Ya ha quedado claro que si te apetece tomar un café, mejor quedas con otro.
Isabel Preysler, sin embargo, es incombustible. Ha pasado por mil situaciones personales y sigue siendo la mejor imagen de moda chic, joyería, revestimientos cerámicos y cremas aparentemente milagrosas. Su última hazaña es haberse hecho un hueco en el Museo de Cera de Madrid, donde solo tienen sitio reservado las verdaderas personalidades y los futbolistas. Un artista del museo ya ha tomado medidas a la socialité y puede que tenga delante el trabajo más fácil de toda su carrera, finalmente
Isabel Preysler es desde hace ya muchos años lo más parecido a una figura... de cera.