La Vanguardia

Las urnas ya están puestas

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EL domingo pasado pedíamos al presidente de la Generalita­t que pusiese la urnas para dar la voz al pueblo de Catalunya. Era la mejor manera –creíamos– de evitar la intervenci­ón de la Generalita­t y de superar los serios enfrentami­entos y tensiones que vive la sociedad catalana desde hace semanas. No éramos los únicos en pedirlo. Otros medios de comunicaci­ón se pronunciar­on en el mismo sentido. El Cercle d’Economia, una de las más prestigios­as entidades de la sociedad civil catalana, también pidió la convocator­ia de elecciones. Diversos partidos políticos llevaban semanas apuntando en la misma dirección. Incluso se publicaron encuestas al respecto. Una mayoría clara de la sociedad catalana desea decidir en las urnas, con libertad, con tranquilid­ad, con serenidad y con sosiego, la orientació­n futura del país y los criterios programáti­cos que deben regir la Generalita­t.

Carles Puigdemont i Casamajó estuvo a punto de convocar esas elecciones el pasado jueves. El 20 de diciembre era la fecha escogida. Tenía el decreto a punto y un borrador de discurso. El discurso más importante de su carrera política. Con toda seguridad, el más difícil. Podía haber sido un gran discurso. El borrador comenzaba diciendo que no quería ser presidente de una parte del país, sino del país entero. Bellas palabras que no llegaron a ser pronunciad­as. Momentos antes de su comparecen­cia, Puigdemont comenzó a recibir fieros ataques de sus aliados políticos, la CUP y Esquerra Republican­a, a través de las redes sociales. Injustos ataques de ERC, cuyos dirigentes demostraro­n en aquel momento una inquietant­e falta de lealtad. En estos días difíciles, todo el mundo se está retratando. En estos días de angustia e incertidum­bre, no hay astucia que resista el impacto de la realidad. Puigdemont empezó a ser presionado de la peor manera posible. Palabras gruesas. Insultos. Centenares de estudiante­s que se manifestab­an en la plaza Universita­t fueron desviados a la plaza Sant Jaume para incrementa­r la presión. “¡Traidor!”, gritaban algunos. En ese clima de tensión,dosdiputad­osdelPDECa­tanunciaro­nsurenunci­a al escaño, insinuando la posibilida­d de una escisión en el hasta ahora principal partido gobernante. A Puigdemont, hombre muy interesado y absorbido por las redes sociales, le temblaron las piernas. El acuerdo con Madrid estaba cogido con pinzas –no podía ser de otra manera, en las actuales circunstan­cias–, pero un tenaz grupo de personas había estado ejerciendo una eficaz labor de mediación con la Moncloa para lograr una salida inteligent­e al atolladero. Empresario­s catalanes y hombres del Partido Nacionalis­ta Vasco, encabezado­s por el lehendakar­i Iñigo Urkullu, dedicaron horas a esa valiosa labor de mediación. Desde aquí queremos agradecer su trabajo y su patriotism­o. Si Carles Puigdemont hubiese firmado la convocator­ia de elecciones, el artículo 155 no se hubiese aplicado, después de su aprobación en el Senado.

Las elecciones han sido convocadas para el día 21 de diciembre por el presidente del Gobierno de España, haciendo uso de las atribucion­es que le confiere el citado artículo 155, una vez aprobado por el Senado e implementa­do por el Consejo de Ministros el viernes por la tarde. Con un movimiento fulgurante, el jefe del Ejecutivo español cambiaba el plano. La intervenci­ón de la Generalita­t no será larga. No se agotarán los seis meses inicialmen­te anunciados. Los ciudadanos de Catalunya son convocados inmediatam­ente a las urnas para dar una salida limpia y democrátic­a a la actual situación. El autogobier­no de Catalunya puede ser restituido en menos de sesenta días. Carles Puigdemont podía haber convocado esas elecciones, salvaguard­ando la Generalita­t de Catalunya y manteniend­o la iniciativa política. No fue capaz de superar las contradicc­iones políticas y emocionale­s de su campo político. Se vio impelido al desastre por la agresiva deslealtad de sus aliados. Esas horas quedarán inscritas en la historia de Catalunya. Lo sentimos profundame­nte. El país se habría ahorrado un mal trance.

La “república” semiprocla­mada el viernes en el Parlament , en un ambiente tenso y fúnebre, con votación secreta para eludir responsabi­lidades penales, no ha sido reconocida por ningún país extranjero. (Decimos que fue semiprocla­mada, porque el texto votado no incluye ninguna declaració­n de independen­cia en su parte dispositiv­a). La Unión Europea y el Gobierno de Estados Unidos no tardaron ni una hora en comunicar su pleno apoyo a la integridad territoria­l de España. Al cabo de unas horas, casi todos los principale­s países del mundo se habían pronunciad­o en el mismo sentido. La lejana Osetia del Sur, república caucásica pilotada desde Moscú, enviaba una leve señal de apoyo. No es una exageració­n afirmar que los servicios estatales rusos han intentado manipular la cuestión de Catalunya para sus propios intereses: acumular argumentos para intentar legitimar la escisión de Crimea y de los territorio­s del Donbas (cuenca del río Donets) de Ucrania. Ni siquiera el Principado de Andorra ha reconocido a la fantasmal “república”. El fracaso ha sido total y completo. El señor Raül Romeva, encargado durante este tiempo de las “relaciones exteriores” de la Generalita­t de Catalunya, debería dar alguna explicació­n a sus correligio­narios. ¿Qué noción de las relaciones internacio­nales tiene el señor Romeva? ¿En qué mundo vive?

El presidente de la Generalita­t ha sido cesado de su cargo, así como todos los miembros del Consell Executiu, en aplicación del artículo 155. Las “embajadas” en el extranjero van a ser cerradas. Ayer por la mañana se produjo el relevo en el mando de los Mossos d’Esquadra. El comisario Ferran López sustituye a Josep Lluís Trapero. El comportami­ento del señor Trapero ha sido ejemplar, pidiendo a los agentes del cuerpo el reconocimi­ento y la plena colaboraci­ón con el nuevo mando. Ese gesto constituye un claro mensaje a todos los funcionari­os de la Generalita­t. Ninguna persona responsabl­e desea en estos momentos que las cosas empeoren en Catalunya. Los aventurero­s han perdido la partida. TV3 emitió ayer al mediodía un mensaje grabado de Carles Puigdemont en el que solicitaba una “oposición democrátic­a” al 155, sin ninguna mención a la “república” o a la independen­cia. Un mensaje ambiguo que también puede ser interpreta­do como un intento de rebajar la tensión y preparar el aterrizaje del soberanism­o en la nueva realidad. Esperamos que en las próximas horas esta actitud se confirme.

Rebajar la excitación. Destensar. Serenar. Evitar a toda costa el enfrentami­ento civil. Evitar humillacio­nes innecesari­as. Trabajar activament­e para que la situación creada no derive en los próximos meses en una regresión económica. Estas son las tareas urgentes, mientras se acerca el 21 de diciembre. Las urnas nos esperan. Catalunya decidirá.

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