Relato de dos náufragas
Dos tripulantes a las que se rompió el motor y el mástil del velero fueron rescatadas por la armada en pleno Pacífico
Dos navegantes a las que se rompió el motor y el mástil del velero fueron rescatadas tras cinco meses a la deriva en pleno océano Pacífico.
En la mañana del pasado jueves, Joyce Appel, de 75 años, recibió una llamada en su casa de Houston (Estados Unidos): –¿Mamá? –¿Jennifer?
–Sí mamá, soy yo.
La anciana se emocionó. Volvía a oír la voz de su hija cinco meses después de la última conversación, el día que zarpó con su velero hacia Tahití. “Nunca perdí la esperanza de que estuviera viva”, aseguró a los medios de comunicación interesados por la historia. “Es muy manitas y cuando se estropea algo, siempre lo arregla”, explicó la madre feliz.
Las navegantes Jennifer Appel y Tasha Fuiaba fueron rescatadas el 24 de octubre por un buque de la armada americana a 900 millas al sudeste de Japón, después de que el velero en el que viajaban, junto a sus dos perros, fuera avistado por un pesquero taiwanés. Finalizaba así una travesía de cinco meses en que la embarcación estuvo a la deriva en el océano Pacífico después de romper el motor y el mástil de la vela mayor, y tras haber sufrido un ataque de tiburones.
La pareja, procedente de Hawái, levó anclas en el puerto de Honolulu, el 3 de mayo, con la intención de recorrer 2.700 millas y llegar al puerto de Papeete, situado en Tahití, la Polinesia Francesa. El primer día perdieron el móvil en el mar, según narraron posteriormente, por lo que quedaron a merced de la radio del barco para las comunicaciones.
A finales de mayo, el motor se estropeó debido al mal tiempo sin que las pilotos pudieran arreglarlo. Las mujeres confiaron en la navegación a vela y siguieron dirigiendo la proa rumbo a Tahití. Pero dos meses después, una fuerte tormenta en el océano Pacífico rompió el mástil lo que inutilizaba las velas y el desplazamiento del barco por el viento. Sin motor y sin velas, el velero quedó sin gobierno. Las constantes llamadas de auxilio que emitían por la radio no servían de nada, pues durante 98 días no hubo barcos a suficiente distancia para oír la señal de Mayday de la embarcación ni tampoco estaban cerca de la costa. “Era deprimente, pero en esas circunstancias es lo único que puedes hacer y lo haces”, señalaron.
Sobrevivieron con los víveres que cargaron para su estancia en Tahití, la previsión de un año de avena y pasta, y una máquina purificadora de agua que en un momento de la travesía se estropeó pero pudieron arreglar.
Un grupo de tiburones atacó su barco una noche. Al día siguiente, según relataron, regresó un ejemplar. “Se apagaron las luces y los golpes fueron horribles. Tuvimos mucha suerte de que nuestro casco fuera suficientemente fuerte como para resistir el ataque”.
La compañía de los perros fue definitiva para mantener el ánimo alto. “Nuestra humildad era auténtica cuando nos preguntábamos si ese sería nuestro último día, nuestra última noche”.
El pesquero taiwanés, alertado por la llamada de auxilio del velero, avisó al buque USS Ashland, que estaba de maniobras en la isla de Guam y que a la mañana siguiente rescató a las dos navegantes y sus perros. “Nos salvaron la vida”, dijo Appel a través del comunicado de la armada. “El orgullo y la sonrisa que tuvimos cuando vimos a la armada estadounidense en el horizonte fue puro alivio”.
Las tripulantes y sus animales se encuentran en buen estado de salud. “La marina americana ayuda a cualquier marinero en apuros de cualquier nacionalidad durante cualquier tipo de situación”, explicó el comandante Steven Wasson, comandante del USS Ashland .Al llegar, Appel llamó a su anciana madre desde el barco. “¿Mamá?”.