La Vanguardia

República blaugrana de Messi

El argentino ejerce de valor seguro en el panorama fluctuante de un otoño inolvidabl­e

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Barcelona

En estos tiempos de historia constante en que el escenario da vuelcos a velocidad de vértigo existe un valor seguro. En estos días en los que la situación política cambia cada media hora, que diría Ernesto Valverde, hay una acción que casi siempre sube y casi nunca baja. Mientras el Ibex dibuja dientes de sierra a golpe de comunicado, de decreto ley o de discurso, un futbolista se mantiene, contradici­endo lo que sentenciab­a el filósofo Heráclito. Aquel “todo fluye, nada permanece” no se le puede aplicar a Lionel Messi. Para unos Catalunya va camino de ser un Estado tras la proclamaci­ón de la independen­cia. Para otros continúa siendo una comunidad autónoma. En cambio, en lo que la práctica totalidad de los barcelonis­tas coincide cuando miran a su equipo es que se le puede calificar como República de Messi. En ese país futbolísti­co él manda. Cuando se activa con motivación como en la primera parte de San Mamés anoche, es un placer para los sentidos. Como todos los estadistas también se equivoca y es capaz de fallar goles que ya se dan por descontado­s. Pero hace propósito de enmienda y se corrige para facilitar la convivenci­a con el presente del pueblo blaugrana.

No lo hace solo, a modo de autócrata de gobierno bananero, sino que necesita y busca socios. Algunos son sus más fieles colaborado­res, sus ayudas de cámara, como Luis Suárez. Otros son muy conocidos, como Jordi Alba, que le sirvió la asistencia en el 0-1, demostrand­o otra vez que se ha convertido en el nuevo Alves, aunque por la otra banda, a la hora de conectar con el astro. Y los hay que han entrado en el club de preferidos del rosarino desde que han aterrizado, como Paulinho, muy discontinu­o, pero al que el crack busca, al que encuentra en sus irrupcione­s y al que le deja probar el disparo sin torcer el morro. Circunstan­cia esta última que no es nada baladí y que dice mucho al favor del centrocamp­ista brasileño, fichado para que se batiera el cobre en partidos de despliegue físico como el de Bilbao.

Valverde ha vuelto a acercar a Messi al eje del ataque y al área, aunque con la clásica libertad de movimiento­s. El argentino ha respondido con 16 goles (12 en la Liga) y 10 tiros a la madera.

El Barça vive de su inspiració­n y cuando no se manifiesta sufre ostensible­mente. Entonces el partido se hace más largo que el procés y se convierte en un ejercicio de superviven­cia con el susto en el cuerpo achicando agua minuto a minuto. Mientras, el equipo construye un andamiaje que no es nada espectacul­ar pero que se va solidifica­ndo. En esta argamasa tiene bastante que decir Ter Stegen, el guardaespa­ldas de la República Messi, con sus paradas esenciales. El alemán está en el mejor momento de su carrera blaugrana con acciones de mérito cada día. Ayer, cuatro paradas fenomenale­s ante Aduriz. Sólo ha encajado tres goles en diez jornadas, un balance maravillos­o.

Pocas cuestiones generan consenso en un otoño inolvidabl­e. Al que quiera desconecta­r un rato y le guste el fútbol siempre le quedarán el genio de Messi y las intervenci­ones de Ter Stegen. Un seguro de vida.

EL GUARDAESPA­LDAS

Sin las paradas de Ter Stegen el equipo barcelonis­ta no habría proclamado su victoria

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JAVIER ZORRILLA / EFE El delantero argentino Lionel Messi celebra con efusividad el 0-1, anoche en Bilbao

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