La Vanguardia

Un Barça sin acierto empata en Atenas (0-0) y pierde a Sergi Roberto

El Barça se vuelve mundano en Atenas y no puede sellar aún su pase a octavos

- CARLES RUIPÉREZ Atenas Enviado especial

La clasificac­ión deberá esperar. El Barça no pudo sacar de Atenas nada más que un empate. En tierra de dioses, los blaugrana se quedaron en su versión más terrenal por su falta de juego y poco acierto de cara a gol, secos en la finalizaci­ón y enredados en la creación. Mientras, el Olympiacos no regaló nada a su querido Valverde. Con un punto en Turín en la próxima jornada de Champions, el Barcelona estará en los octavos de final como primero de grupo.

Las horas bajas del conjunto griego en su liga y el paso implacable que lleva el Barcelona en el campeonato español, unido a lo poco ofrecido por el Olympiacos en el Camp Nou, hacían pensar en un duelo mucho más desequilib­rado de lo que resultó. Segurament­e porque al Barça no le salió nada.

Los homenajes a Valverde por parte del club griego y su afición dejaron paso a una nueva sorpresa táctica. El técnico, en su enésima intervenci­ón, volvió a cambiar de dibujo. Pensó el Txingurri que la mejor forma de enfrentars­e a su exequipo era con un 4-4-2 y sacrificó a un extremo. Además así también centraba totalmente a Luis Suárez en busca de su olfato perdido. Busquets y Paulinho eran el doble pivote y los interiores fueron Denis Suárez y Sergi Roberto. El Barça buscó en los dos jóvenes algo de luz en el juego pero no es casualidad que los dos partidos que, de momento, se ha perdido Iniesta por su problema muscular –el de San Mamés y el de ayer– hayan visto un juego muy insípido de los blaugrana, a los que les ha costado imponer su estilo.

Y la verdad es que Denis empezó bien. Le anularon un gol en posición ilegal, se asoció con Messi en una jugada ensayada a la salida de un córner en la que el argentino se benefició de un bloqueo en la frontal para chutar a puerta aunque Proto se encontró la pelota y el gallego también asistió a Luis Suárez. El uruguayo eligió rematar con el exterior de la bota, un golpeo que domina, pero que esta vez no encontró portería para frustració­n del delantero, que empieza a necesitar un gol en Champions.

Este arranque efervescen­te se diluyó en lo que ya es una dinámica recurrente cuando al Barça le cuesta inaugurar el marcador. Ni siquiera un lanzamient­o directo de falta de Messi, que otras veces ha solventado la papeleta, sirvió. La posición era ideal para el diez pero el portero del Olympiacos reaccionó bien.

Que el Barcelona no estaba cómodo sobre el césped fue evidente cuando una tarascada por detrás de Tachtsidis a Messi desembocó en una tángana en la que, cómo no, estaba Luis Suárez defendiend­o a su colega.

Evidenteme­nte esos problemas los detectó el campeón griego, que delante de su apasionado público no fue el gatito sin uñas del Camp Nou. Umtiti tuvo que intervenir in extremis lo justo para evitar que el lateral Elabdellao­ui, que con su galopada se había plantado delante de Ter Stegen, pudiese chutar. Después Fortounis no se creyó tener una ocasión tan clara en el área del Barcelona y el disparo le salió manso a las manos de Ter Stegen. Y Carcela también se atrevió a probar el

SISTEMA AZULGRANA

El técnico modificó el dibujo y su equipo empezó el partido con un 4-4-2 que cambió al lesionarse Sergi Roberto

ATASCADOS

Hasta a cinco interiores diferentes probó Valverde, pero el conjunto volvió a echar de menos a Iniesta

LA TRAGEDIA DEL NUEVE

Peleado con la puntería, Luis Suárez empieza a necesitar un gol importante en Champions

disparo, sin éxito. Para más inri, Sergi Roberto se lesionó al hacer una falta a Romão para evitar un contragolp­e.

En ese inconvenie­nte encontró el Barcelona la oportunida­d de volver a reconocers­e y regresar al 4-3-3 con la entrada de Deulofeu. Pero ni así se entonó el Barça. Así que con el paso de los minutos y ante la imposibili­dad de abrir la lata, Valverde cambió también a los otros interiores. Pero Rakitic y André Gomes tropezaron con la misma piedra, que ayer fue del tamaño de las rocas de la Acrópolis. De hecho, el portugués tuvo una salida de miedo, con una pérdida de balón y al ver una amarilla. A cada acercamien­to del Olympiacos, la grada se animaba más y saltaba, contagiand­o a los atenienses de que se fueran al ataque, viendo cerca la posibilida­d de tumbar al coloso, no de Rodas sino de Barcelona.

La mejor ocasión del Barça en este inicio de la segunda mitad no llegó fruto de la elaboració­n ni de la creación. Fue gracias a un robo de Suárez en la salida de pelota de Engels con la que el Barça estuvo a punto de desequilib­rar el partido. El nueve hizo la pared con Messi pero cuando lo tenía todo de cara para chutar Suárez decidió no rematar y buscó ceder a Messi de nuevo en otras muestra de la crisis de confianza del charrúa. Y es que cuando sí intenta el disparo, o aparece un defensa para desviar la trayectori­a o su acrobática chilena se va alta. No tiene suerte el goleador pues la única vez que superó a Proto, con una vaselina, el balón que entraba rebotó en el larguero.

Los últimos minutos fueron un quiero y no puedo del Barça. Volcado en el área, con Deulofeu como asistente y Messi como finalizado­r, el gol le dio la espalda en la tragedia griega de Suárez.

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LOUISA GOULIAMAKI / AFP

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