Trump quita importancia a la trama rusa y dice que Papadopoulos miente
El Kremlin tacha de “fantasiosas” las conclusiones del fiscal especial Mueller
Ya ha quedado claro que Donald Trump sólo entiende una forma de ver la vida: “Si tú me acusas, yo te acuso con un ‘y tú más’”.
En los tribunales de Barcelona, esto mismo se conoce tradicionalmente como “la querella catalana”. Es decir, si uno se querella contra otro, el otro, pese a las evidencias que le convierten en presunto, se querella contra el uno.
No parece descabellado apostar que el presidente de Estados Unidos –su hija Ivanka lo definió como hombre casero, poco dado a aventurarse en el extranjero– no tiene ni idea de aquella aportación extranjera a la semántica judicial. Su actuación se activa, sin embargo, bajo ese criterio de que la mejor defensa es un ataque.
Cronistas con tentáculos en el Gobierno estadounidense aseguraron que Trump pasó el lunes de la calma al disgusto y la irritación –palabra temible en su psicología– al airearse los dos primeros imputados en el Rusiagate –Paul Manafort, su ex jefe de campaña, y su asociado Rick Gates– y el reconocimiento de culpabilidad de George Papadopoulos.
Este asesor, de 30 años, admitió ante un tribunal que mintió al FBI
respecto a su relación con los rusos desde marzo del 2016, una vez que estos le ofrecieron “porquería sobre Hillary Clinton”.
Trump canalizó ayer su ira por su conducto oficial, su Twitter. Por supuesto, afirmó que “los de las noticias falsas están trabajando horas extras” y puntualizó que había que mirar hacia otro lado, porque la verdadera corrupción están en el otro bando y en Clinton.
Sin embargo, la irrupción de Papadopoulos, que descolocó al propio presidente, supone la primera conexión directa entre su campaña y los espías del Kremlin que piratearon los correos del comité central del Partido Demócrata. “Pocos saben de este joven voluntario de bajo nivel llamado George, de quien se ha probado que es un mentiroso”, escribió en su tuit.
Si pocos le conocían, el propio Trump era uno de ellos. Al margen de que haya una foto en que aparecen juntos, en marzo del 2016, en una entrevista en The Washington Post –está grabada y el diario ha recuperado el audio del momento exacto–, los periodistas le preguntaron específicamente por Papadopoulos y respondió: “Es un chico excelente”.
La irrelevancia de este asesor también tiene el contrapunto del documento que él rubricó al declare publicano.
rarse culpable. En esa imputación, el fiscal especial Robert Mueller alude a responsables de la campaña, que no identifica, y que intercambiaron e-mails con Papadopoulos sobre “los miles de correos electrónicos” de que disponían los rusos o las negociaciones para un encuentro entre Trump y el presidente Putin.
En cambio, los medios sí que han
puesto nombre a los que mantuvieron correspondencia con Papadopoulos. Entre estos figuran cargos relevantes de la campaña, como Manafort, su antecesor Corey Lewandowski, Carter Page o Sam Clovis, supervisor de la campaña y que espera superar el trámite en el Senado como nominado para ser el científico jefe (no es científico) del Departamento de Agricultura.
La narrativa oficial del “montaje” al hablar de esta conjugación de intereses, o “la caza de brujas” que tanto gusta citar a Trump, se encuentra con la realidad de que uno de sus colaboradores electorales supo a ciencia cierta en abril del 2016 que el Kremlin disponía de los e-mails hackeados a los demócratas, casi tres meses antes que los servicios de inteligencia dieran a conocer ese pirateo y cuatro de que Wikileaks los empezaran a hacer públicos.
Entre medio, y bajo el mismo asunto de “porquería sobre Clinton”, Donald Trump jr. concertó, a primeros de junio del pasado año, una reunión en la icónica torre de su padre en la Quinta Avenida de Manhattan con una abogada rusa muy vinculada al Gobierno de Moscú. También asistieron Paul Manafort, entonces responsable del equipo electoral, y Jared Kushner, yerno del que era el aspirante
“Pudo suceder”, admitió Page en una entrevista en la MSNBC. Page era el encargado del comité de asesores en política exterior del que formaba parte Papadopoulos.
Su contacto en el bando ruso, tampoco identificado, fue Joseph Mifsud, profesor y director honorario de la London Academy of Diplomacy. El profesor, a su vez, le presentó a Ivan Timofeev, director de programas del Russian International Affairs Council con base en Moscú.
Clovis no sólo sabía quién era Papadopoulos. También le animó a “hacer un viaje a Moscú si es factible la reunión con los contactos rusos”. Al supervisor de campaña, Papadopoulos le señaló que, en su reunión de Londres, había conocido al embajador de Rusia y a una
“Los de las noticias falsas están haciendo horas extras”, dice el airado presidente estadounidense
mujer que dijo ser sobrina del presidente Vladímir Putin.
La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, ninguneó ayer de nuevo a Papadopoulos y reiteró que “no tiene nada que ver con el presidente o con la campaña”. Repitió que espera que “pronto” se cierre la investigación, pese a que se han empezado a conocer las imputaciones. Esta frase incide en la sospecha de que Trump se plantea despedir al fiscal especial. Mueller envió un mensaje directo de que está avanzando en la indagación de la posible vinculación entre su campaña y los espías rusos.
Algunos expertos señalaron que Papadopoulos fue detenido a finales del pasado julio y todo apunta que los investigadores estuvieron controlando sus llamadas. Se abre la posibilidad de que detrás de las acusaciones a Manafort –conspiración contra su país por colaborar con un partido prorruso de Ucrania o blanqueo y evasión fiscal– vengan otras más.
Un portavoz del Kremlin, Dimitry Peskov, calificó ayer de “risibles e infundados” los resultados de la investigación de Mueller. “No queremos tener nada que ver en estos procesos y, por supuesto, preferimos que estos procedimientos no contribuyan a aumentar la ya elevada histeria rusofóbica” en EE. UU., indicó.
“Esto raya en la fantasía”, replicó el ministro Serguéi Lavrov,
Unos 126 millones de estadounidenses vieron en Facebook las publicaciones de supuestos agentes rusos tratando de influir en las elecciones, que también hicieron 131.000 mensajes en Twitter y colgaron un millar de vídeos en Youtube. Esto lo afirmaron los responsables de las compañías en sus comparecencias en el Capitolio. La portavoz de la Casa Blanca dijo que eso no era una cuestión del Gobierno federal.