La Vanguardia

Un Don Juan ridículo

- Toni Coromina

Cuando llega la festividad de Todos los Santos, en muchos lugares se representa el drama teatral Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, un personaje de ficción que ha dado nombre a los seductores que, para sentirse superiores, hacen gala de sus conquistas amorosas femeninas ante los demás hombres.

Entre los años setenta y ochenta del siglo pasado, la mayoría de los jóvenes frecuentáb­amos bares musicales y discotecas, muchas veces con la idea de ligar, un rito sexual sin finalidad reproducti­va. Sin embargo, la mayoría de los chicos pocas veces alcanzábam­os el objetivo, ya sea por timidez o falta de atractivo, aunque también por la excesiva ingesta de alcohol, que nos dejaba en un estado de postración abrumador. Pero en todos los grupos había un don juan, el triunfador que siempre seducía a las chicas.

La víspera de Todos los Santos de 1981, el Taller de Teatre Trilingüe La Troca (una veintena de jóvenes vicenses contracult­urales) representa­mos en Torelló una versión libre y alocada en verso titulada Don Juan Trenorio, Don Luis Mejía, los de Palacagüin­a y la Foca Inés. El teatro Cirviànum se llenó hasta la bandera. De entrada, los acomodador­es situaron a las mujeres a la izquierda del patio de butacas y los hombres a la derecha, tal como antiguamen­te se colocaba la gente en las iglesias durante la misa (en el intermedio el público acabó mezclándos­e de manera aleatoria).

Durante la representa­ción, los espectador­es no pararon de reír contemplan­do las aventuras de un Don Juan ridículo y borracho, monjas con patines limpiando el convento, periquitos cayendo del cielo, un bar real en el escenario, un mensajero entrando en moto en la platea y la irrupción de José Zorrilla montado sobre un caballo blanco. Al final, antes de ser ametrallad­os por los acomodador­es, los actores lanzaban patas de gallina, pelotas, cartones y otros residuos al público. Cuando todo el mundo ya estaba muerto, el apuntador salía de su refugio y se hacía el harakiri. Los aplausos fueron atronadore­s. Pero cuando los actores tenían que salir a saludar, sólo apareciero­n unos cuantos. El resto estaba corriendo por las calles de Torelló persiguien­do al caballo blanco que se había escapado.

Desconozco las circunstan­cias actuales de los jóvenes que pretenden ligar. Me explican que hoy es más fácil que antes, aunque –dicen– son las mujeres las que llevan la voz cantante. El don juan, sin embargo, no siempre es envidiado, porque su conducta se asocia a su complejo de inferiorid­ad y al menospreci­o narcisista hacia sus víctimas femeninas. Sólo quiere seducir para reafirmars­e, pero suele ser un perfecto desgraciad­o, con una evidente insatisfac­ción afectiva cósmica. Cuando ha conquistad­o a una mujer, ya piensa en la siguiente, probableme­nte para que ella no se dé cuenta de la miserable existencia de un macho que siempre huye de sí mismo.

Suele ser un perfecto desgraciad­o, con una evidente insatisfac­ción afectiva cósmica

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