Asco y esperanza
Como periodista que lleva muchos años prestando atención a los acontecimientos políticos, quien firma este papel conoce a casi todos los consellers que han sido encarcelados. Añado –y paso a la primera persona– que tengo amistad con algunos de estos ciudadanos que ahora están privados de libertad. Por lo tanto, debo hacer un esfuerzo para separar la mirada analítica de los sentimientos. Ya me ocurrió con el encarcelamiento de Sànchez y Cuixart. Confieso que hay momentos en que me cuesta creer que es real todo lo que está pasando. A veces, pienso que se trata de una pesadilla que desaparecerá con la primera luz del día. Desgraciadamente, no es así. La máquina del tiempo existe y nos lleva a un mundo de asco que recuerda al de 1975.
Hay un consenso amplísimo en Catalunya contra la aplicación del 155 y más todavía contra el encarcelamiento del Govern legítimo que salió del 27-S de 2015. Lo dicen las encuestas, como la que publicó ayer La Vanguardia. Y lo puede comprobar cualquiera que pasee por nuestras calles y no quiera pontificar desde lejos. La cúpula del PSC abona el 155 y justifica cínicamente la prisión aunque diga que es una medida “desproporcionada”, pero muchos socialistas de base –concejales, cargos locales, votantes, simpatizantes– están indignados y horrorizados con la decisión de la juez Lamela (criticada con argumentos sólidos por muchos juristas) y con los discursos revanchistas del PP y de Cs, que no serán olvidados por todo el mundo con un poco de decencia. A los que han repetido que el independentismo fractura Catalunya les digo esto: la única fractura real y profunda –insalvable– se produce cuando Junqueras, los consellers
La fractura real se produce cuando Junqueras, los consellers y los presidentes de la ANC y de Òmnium son encarcelados
y los presidentes de la ANC y de Òmnium son encarcelados como criminales. Esto provoca que más y más catalanes desconecten del Estado español de manera irreversible.
Se están produciendo dimisiones y rompiendo carnets de militante en varias localidades, el PSC se está resquebrajando por abajo. Iceta –y de rebote Sánchez– han dado el tiro de muerte a unas siglas que ya estaban muy tocadas. El efecto que esto tendrá sobre la realidad será mayor de lo que parece. En la recomposición de los espacios políticos (coincidiendo con el protagonismo creciente de los comunes) y en convertir las elecciones del 21-D en una confrontación entre democracia y autoritarismo, por encima de otras consideraciones. Sea con tres o con una sola lista, el independentismo tiene que aprovechar este nuevo marco para reescribir la estrategia a largo plazo y con más realismo. Todo aconseja acumular fuerzas y hablar de democracia más que de república.
La Catalunya que celebra con rabia la prisión para el Govern es minoritaria, afortunadamente. Muchos socialistas no quieren formar parte del bloque de la venganza, saben que un problema político no se resolverá nunca con policías y jueces. Es un pequeño motivo de esperanza.