El Papa condena la posesión de armas nucleares y su lógica del miedo
La Santa Sede organiza en Roma una conferencia sobre el desarme atómico
La Iglesia católica, desde tiempos de Juan XXIII –que intervino de modo decisivo en la crisis de los misiles de Cuba, en 1962– siempre ha abogado por la supresión de las armas nucleares. Francisco sigue firme en esta línea, consciente de la amenaza que supone ahora el conflicto con Corea del Norte, y ha organizado en el Vaticano una conferencia internacional para el desarme atómico en la que participan representantes de las mayores potencias nucleares –Estados Unidos y Rusia–, de Irán, Japón y otros países, así como altos funcionarios de la OTAN y la ONU, además de 11 premios Nobel de la Paz.
Jorge Mario Bergoglio se dirigió a los participantes en el encuentro, antes quienes recordó “las catastróficas consecuencias humanitarias y ambientales que se derivan de cualquier uso de los ingenios nucleares”. El papa argentino recordó los riesgos de una explosión accidental y subrayó que “debe condenarse con firmeza la amenaza de su uso así como su simple posesión, porque su existencia responde a una lógica del miedo que no afecta sólo a las partes en conflicto sino a todo el género humano”.
Según Francisco, “las relaciones internacionales no pueden ser dominadas por la fuerza militar, por la intimidación recíproca, por la ostentación de los arsenales bélicos”. El Pontífice sostuvo que las armas de destrucción masiva provocan “una engañosa sensación de seguridad” y “no pueden constituir la base de la pacífica convivencia entre los miembros de la familia humana”. Francisco llegó a decir que las armas nucleares “son incluso ilógicas desde el punto de vista militar”, dados los daños intolerables que ocasionarían a los dos bandos.
Hace un par de semanas, cuando el diario La Repubblica avanzó el contenido de la conferencia y de sus participantes, sugirió también que la Santa Sede perseguía un papel mediador en la crisis con Pyongyang. El portavoz del Vaticano, el estadounidense Greg Burke, se afanó en negar tal posibilidad. Es obvio que dada la naturaleza del régimen norcoreano, la complejidad geopolítica de la situación en aquella región asiática y los actores en juego –China (con la que el Vaticano no tiene todavía relaciones diplomáticas), Rusia, Corea del Sur, Japón y Estados Unidos–, una intervención de la diplomacia vaticana sería inviable. Además, la Santa Sede sólo se mueve si es solicitada a hacerlo. En muchas ocasiones ni siquiera ha asumido un papel mediador sino que usa sus buenos oficios para poner en contacto a los contendientes y facilitar encuentros, como sucedió entre la Administración Obama y el régimen castrista de Cuba.
Varios de los premios Nobel presentes en Roma, entre ellos el argentino Adolfo Pérez Esquivel y el egipcio Mohamed el Baradei, firmaron un comunicado en el cual recordaron que incluso los países que no firmaron en la ONU el reciente tratado para la prohibición de las armas nucleares sí están comprometidos por el tratado de No Proliferación Nuclear, que les obliga a cesar la carrera armamentística en este terreno. Los firmantes hicieron hincapié en que las políticas de seguridad más efectivas no se apoyan en la posesión de armas sino que se centran “en satisfacer las necesidades de individuos y comunidades” y en “proteger y promocionar el bien común”.
El compromiso de la Iglesia viene de lejos; ya Juan XXIII medió en la crisis de los misiles de Cuba