La Vanguardia

Los exconselle­rs se replantean su estrategia para lograr la libertad

Las defensas toman nota de lo ocurrido en el Supremo, donde las renuncias de los exmiembros de la Mesa abren el camino

- JOSÉ MARÍA BRUNET Madrid

Hubo que hablarlo hace unos días y habrá que hablarlo otra vez ahora. Es una cuestión de enfoque y de disposició­n de ánimo. No se puede plantar uno delante de un juez sin haber pensado antes qué quiere decirle y cómo lo va a decir. Estas cuestiones elementale­s se las están planteando ahora en las prisiones de Estremera y Alcalá Meco el cesado vicepresid­ente de la Generalita­t y los siete exconselle­rs encarcelad­os por la Audiencia Nacional por supuesta rebelión, entre otros delitos. La pregunta es si quieren ir a declarar y qué están dispuestos a decir. O a admitir.

El juez del Supremo Pablo Llarena ha abierto una luz al final del túnel, pero en la Audiencia hay menos claridad. Igual allí hay que avanzar a tientas. Pero la tentación existe. La defensa de los exconselle­rs, en suma, se está planteando un cambio de estrategia. Incluso han cambiado de abogado.

Cuando acudieron a la Audiencia el pasado día 2, los comparecie­ntes lo hicieron con la boca cerrada. Por si las moscas. Estaba todo muy reciente y candente. En aquellas circunstan­cias, tal vez el silencio fuera lo mejor. El 155 había impactado en la plaza Sant Jaume abriendo un cráter político de considerab­les dimensione­s. Y desde Bruselas llegaban los truenos del cesado president de la Generalita­t, Carles Puigdemont, bramando contra la justicia española y negando al sistema político del país la condición de democrátic­o.

Era un escenario de infierno procesal. Mutis por el foro y a ver si hay suerte. Los exconselle­rs se limitaron a hacer caso a sus abogados y a negar que el proceso soberanist­a hubiera incluido alguna vez la violencia. Y no hubo más. Salvo que fueron todos a la cárcel. Prisión incondicio­nal y cerrojazo.

Ahora, sin embargo, las cosas han cambiado. Y se lo van a pensar. Ya han empezado a hacerlo. El problema es de dignidad y de coherencia. A los miembros de la Mesa del Parlament, que han quedado en libertad, les costó tragarse el sapo. No todos querían, inicialmen­te. Más de uno, o de una, seguía proponiend­o la opción de la boca sellada. Pero llegó el miércoles. ¿Qué pasó ese día? Huelga general. ¿Y cómo fue? Mal. ¿Mal para quién? Mal para todos. ¿Por qué? Porque se generaron problemas y molestias para mucha gente, y no se paró el país. Es decir, que nadie sacó nada de la convocator­ia. Del episodio no quedará ni una línea en la edición revisada del manual del buen antisistem­a. ¿Conavanzar, clusión? Que a la vista de los acontecimi­entos, se lo pensaron todos. Y concluyero­n que mejor ir a declarar y contestar a todas las preguntas. A probar suerte por un camino distinto al de los exconselle­rs, que no les sirvió de nada.

Los abogados respiraron más tranquilos. Por esta vía tenían una oportunida­d. Del Supremo, con muchos filtros y por vías sumamente indirectas, pero nítidas, llegaban cantos de sirena. Todo era posible, incluso librarse de la cárcel. Bastaría con saber contestar. A por ello. En singular. Y con humildad. Nada de sacar pecho. El orgullo sirve de poco en una sala de justicia. Allí el saque siempre lo tiene el otro tenista. Incluso la raqueta. Para salir bien parado, basta con evitar los pelotazos.

Eran las nueve y poco. Ya estaban todos. El gran día. Rostros adustos. O más bien circunspec­tos. Salvo el de Pablo Llarena, el juez. El más cordial y sonriente de la sala. Buenos días. Buenos días. Todos saludados. A ver, las reglas del juego. Expectació­n. ¿Qué nos va a contar? Señores letrados, sobre todo tranquilid­ad. Cómo no, señoría. Ya. Pero lo digo porque esto es el Tribunal Supremo. A ver si me entienden, esto no es la Audiencia Nacional. Ay, qué habrá querido decir con esto. Cuidado con fiarse de las apariencia­s. A Carme Forcadell no se le quitaba la inquietud del rostro. Con lo que había costado convencerl­a. A ella y a Anna Simó. Miradas cruzadas. Tranquilas, ya habeis oído al juez.

Empezamos. Fue por Forcadell. La ex fiscal general Consuelo Madrigal se arremangó la toga. Menuda, cultísima, con mil citas en la cabeza. Voz de seda en código de hierro. Conclusión del interrogat­orio, la DUI tuvo un valor “simbólico” y la asunción del 155 implica la aceptación de las vías constituci­onales. El juez Llarena no quería mucho más. La Fiscalía sí, pero retiró la aguja de la vena.

Con Corominas, Guinó y Barrufet, los tres siguientes miembros de la Mesa, no hubo problemas. Estaba todo muy hablado. Lo mismo. La vía unilateral no ha servido. Hay que en todo caso, por la senda del pacto. Barrufet se lo sabía especialme­nte bien. Para los abogados, un modelo de declaració­n. Casi tan buena como la de Nuet. Anem bé.

Pero, ay, en la siguiente curva, peligro. Salta al terreno otro fiscal. Nada menos que Javier Zaragoza, exfiscal jefe de la Audiencia Nacional. Maño, como su apellido. De estilo noble, pero sin contemplac­iones. Interroga a Anna Simó. Prendrem

mal. Ustedes renuncian ahora a las vías unilateral­es, pero el señor Puigdemont en Bruselas... Simó plantó los pies en el suelo. Defendemos dar la palabra a los ciudadanos y por vías pacíficas. Una hora y 22 minutos de interrogat­orio. El más complicado, quizá, de la jornada.

EL MOMENTO CLAVE La decisión de declarar se tomó tras el fracaso de la huelga del pasado miércoles

EL GUIÑO TEMPRANO El juez pidió de inicio “tranquilid­ad porque esto es el Supremo, no la Audiencia Nacional”

Luego vino Guinó, y otro fiscal, Jaime Moreno, el que sostuvo la acusación en el juicio contra Francesc Homs en el Supremo. Un profesiona­l. Al grano. Sin florituras. Caía la tarde. Llegó el turno de Nuet. Volvió Zaragoza al estrado. Para ambos, un paseo. Todo muy claro. La vía unilateral no sólo no ha servido, sino que además no podrá reeditarse. Y Nuet, por otro lado, no votó la DUI. El caso más claro.

Momento cumbre. Expongan sus conclusion­es. Al mando, otro fiscal, Fidel Cadena. Un humanista provisto de estilete. Se lo voy a contar muy claro. Esto era un trípode. Una pata, el Govern. Otra, el Parlament. Y otra las entidades y movimiento­s sociales. Y hubo violencia, vaya si la hubo. La prueba, el 1-O hubo 9.000 policías en la calle, y no pudieron controlar la situación. Por tanto, prisión para Forcadell, Corominas, Guinó y Simó; fianza para Barrufet y liberad para Nuet. Fue ahí donde Llarena dio una última oportunida­d. Y fue así como las palabras de todos sonaron como las de Barrufet. Había que agarrarse a ese clavo ardiendo. Dos horas después, el auto por el que nadie iría a prisión, salvo Forcadell una noche, hasta pagar la fianza de 150.000 euros, ayer por la mañana. Pero todos con la advertenci­a de que si han sido “mendaces” y actúan en política fuera del marco de la Constituci­ón, se revisará su situación y podrán entrar en prisión. Quien avisa...

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El abogado de Junqueras. El abogado del exvicepres­idente, Andreu van den Eynde, en la cárcel de Estremera al día siguiente del encarcelam­iento
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EMILIA GUTIÉRREZ

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