La Vanguardia

Barcelona, en declive

- Daniel Arasa

Ni CaixaBank, ni el Sabadell, ni Planeta, ni Catalana Occidente, ni Codorniu… ni dos mil empresas más tienen la culpa. ¿No recuerdan a Mas y otros líderes independen­tistas alardeando públicamen­te que de Catalunya no marcharía ni una empresa? De la fuga de compañías, los responsabl­es son Puigdemont, Mas, Junqueras y los suyos.

Han engañado de forma ominosa a muchos, dirigiendo hacia la ruina y el paro a los que les seguían o a sus hijos. No han cometido un imprevisib­le error, sino un fraude. Estaban más que avisados. Juan Manuel Lara –fallecido hace casi tres años– reiteraba a menudo, incluso al conceder los premios más millonario­s de la literatura española, que Planeta marcharía si se seguía con la independen­cia. Josep Oliu, del Sabadell, lo repitió en todas las television­es. Directivos de la entonces La Caixa avisaban en público y, sobre todo, en privado, a los altos cargos de la Generalita­t. José Luis Bonet dijo también mil veces que marcharían, pero de momento Freixenet se queda precisamen­te por la aplicación del artículo 155 abortando la independen­cia.

A la debacle han contribuid­o ANC y Òmnium, a quienes hay que reconocer su enorme capacidad de movilizaci­ón y de salir en telediario­s, pero también de ahuyentar a las empresas, que necesitan tranquilid­ad social y seguridad jurídica. Una buena tajada le correspond­e a TV3, dedicada sistemátic­amente durante años al agitprop independen­tista, aunque es justo afirmar que últimament­e es más ecuánime, quizás tras el anuncio de posible intervenci­ón.

Con Puigdemont por el mundo, Catalunya saldrá en la prensa internacio­nal, pero dudo que una sola empresa extranjera quiera invertir aquí. Mientras, persiste la fuga de creadores de empleo. La sufre toda Catalunya, pero el impacto fundamenta­l es para Barcelona y entorno, por concentrar más empresas y más importante­s. Todo un éxito del soberanism­o.

Este independen­tismo se miró repetidame­nte en el espejo de Quebec. Hoy la ciudad emporio de desarrollo y potencia económica del Canadá es Toronto, pero hace sólo unos treinta o cuarenta años era Montreal, la capital de Quebec. El Parti Québécois se enredó con la independen­cia y los referéndum­s, y aunque ha perdido los dos celebrados ha dejado un rastro social y ambiental del que las empresas huyen. Montreal es hoy una ciudad más. Aquí, algunos desean que Barcelona sea Montreal. Yo preferiría Toronto.

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