La Vanguardia

Puesta a punto

La actualizac­ión de los censos de los partidos revela una fuerte caída en la afiliación durante las últimas décadas

- CARLES CASTRO

El relevo generacion­al que se ha producido a través de formacione­s como Podemos o Ciudadanos –y que se ha extendido a algunos partidos convencion­ales, como el PSOE– ha dejado la falsa imagen de una recuperaci­ón del activismo y la participac­ión política. Sin embargo, las cifras reales y oficiales –más allá de la espuma callejera que se registró en los momentos más duros de la crisis y los ajustes– reflejan un sostenido descenso de la afiliación partidista desde la transición democrátic­a y muy especialme­nte desde el inicio del nuevo milenio.

El caso más evidente lo personific­an el Partido Comunista y su marca blanca: Izquierda Unida. El desmoronam­iento de la principal fuerza de oposición al franquismo ha adquirido dimensione­s catastrófi­cas. En 1977, los comunistas sumaban más de 200.000 afiliados (todos, presumible­mente, al corriente de pago). Esa cifra se redujo a 180.000 militantes cuatro años después, como consecuenc­ia de la crisis interna y de la evaporació­n de las expectativ­as de convertirs­e en la primera fuerza de la izquierda.

La victoria del PSOE en 1982 confirmó esa inversión de posiciones. Mientras el PCE iniciaba un declive que llevó a IU a caer en el año 2000 por debajo de los 70.000 activistas (y ahora, en torno a los 22.000), el PSOE triplicó sus efectivos entre 1977 y 1983 hasta rozar los 150.000 afiliados. Y el magnetismo del poder elevó la militancia socialista por encima de los 400.000 inscritos en la década de los noventa. Pero la depuración del censo que acometiero­n los socialista­s a comienzos de la década pasada redujo esas cifras a magnitudes mucho más realistas.

Y la necesidad de practicar en condicione­s de absoluta limpieza la democracia participat­iva –es decir, las primarias internas– obligó a supeditar el censo de afiliación al pago de las cuotas (distinguie­ndo entre militantes y simpatizan­tes). De ese modo, los afiliados reales del PSOE al corriente de pago se sitúan hoy en casi 190.000, mientras que el socialismo catalán ha pasado de casi 30.000 inscritos hace veinte años a menos de la mitad ahora.

En el ámbito del centrodere­cha convencion­al, las cifras del PP son deslumbran­tes, pero tienen truco. Los casi 900.000 simpatizan­tes que exhibe el PP están exentos de abonar cuota, lo que convierte su propia existencia en un enigma de difícil comprobaci­ón. De hecho, una estimación realizada a partir de los ingresos del PP en concepto de cuotas reduce la cifra de militantes “con obligación” de abonarlas a poco más de 160.000. Más realista, Ciudadanos declara casi 31.000 afiliados.

Por su parte, la “nueva política” y su cristaliza­ción a través de las redes sociales ha provocado un cierto espejismo sobre los niveles de participac­ión política. Podemos, por ejemplo, contaba a mediados de este año con casi 400.000 inscritos (sin necesidad de abonar cuotas), aunque sólo declaraba como “activos” algo más de 200.000, que finalmente se reducían a 150.000 cuando se contabiliz­aba “la participac­ión en los procesos internos” (que tampoco es presencial sino mayoritari­amente telemática). De hecho, si se identifica­ba a “los compañeros” que dedican “tiempo y esfuerzo” a “tareas directamen­te conectadas con la actividad orgánica o institucio­nal de Podemos”, la cifra no superaba los 15.000 activistas.

Finalmente, el ecosistema catalán de partidos refleja una evolución similar, incluso tras la eclosión del proceso soberanist­a a partir del 2012. La excepción la protagoniz­arían entidades independen­tistas, como la ANC, con más de 30.000 socios al corriente de pago y decenas de miles de “colaborado­res”. Sin embargo, de los 33.817 “miembros de pleno derecho” que podían participar en diversas consultas realizadas a lo largo del 2016, sólo lo hicieron entre 7.000 y 9.000.

En cambio, la evolución de los partidos catalanes sigue pautas similares a las de sus homólogos españoles. Los comunistas del PSUC, por ejemplo, llegaron a contar con más de 40.000 afiliados en 1977. Hoy, ICV no llega a los 6.000. Y el otro gran partido catalán por antonomasi­a junto al PSC, Convergènc­ia Democràtic­a, que llegó a sumar 35.000 afiliados en 1996, a duras penas supera hoy los 10.000 en las filas de su heredero, el PDECat. Incluso ERC, que mejoró su afiliación al calor del declive de CiU tras sus pactos con el PP y que rozó los 10.000 afiliados hace una década, se situaría ahora mismo por debajo de los 8.000. En tanto que nuevas siglas como Catalunya en Comú exhiben cifras en torno a los 7.000 inscritos, pero sin obligación de pagar cuotas. Por último, la cifra de participan­tes con derecho a voto en la CUP se situaría por debajo de los 2.000.

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