La Vanguardia

El príncipe Carlos sustituye a Isabel II en un homenaje a los caídos en las guerras

Por primera vez el príncipe de Gales preside el homenajaje a los caídos en presencia de la reina

- BARCELONA Redacción y agencias

El príncipe Carlos, heredero de la corona británica, presidió ayer en Londres la tradiciona­l ceremonia de homenaje a los caídos en las guerras al recordarse el día del Armisticio en sustitució­n de su madre, quien siguió la ceremonia desde un balcón. En los 65 años que lleva de reinado Isabel II siempre había presidido ella el acto y sólo se perdió la colocación de la corona de flores a los pies del cenotafio en seis ocasiones. En cuatro de ellas fue por visitas oficiales al extranjero: Ghana en 1961, Brasil en 1968, Kenia en 1983 y Sudáfrica en 1999. También se perdió las ceremonias en 1959 y 1963, por las molestias de los embarazos de sus dos hijos más pequeños, el príncipe Andrés y el príncipe Eduardo.

Pero ayer fue la primera vez que la soberana británica, de 91 años, asistía a la ceremonia pero sin presidirla, dejando dicho cometido a su hijo Carlos, el heredero al trono, que mañana cumplirá 69 años. Isabel II estuvo en el balcón del Ministerio de Asuntos Exteriores, por tratarse del edificio más cercano al monumento, acompañada de su marido, el duque de Edimburgo, y de la duquesa de Cornualles, esposa de Carlos. En otro balcón estaba Catalina de Cambridge, con abrigo negro y botonadura dorada, junto a Sofía duquesa de Wessex (esposa del príncipe Eduardo) y la

En los 65 años que lleva en el trono, la monarca ha faltado seis veces a la cita: cuatro por viajes y dos por embarazo

princesa Alexandra, llamada también lady Ogilvy.

Isabel II, desde su balcón, observó el momento en el que su hijo depositó en su nombre una corona de amapolas ante el cenotafio en la céntrica calle de Whitehall, en la zona gubernamen­tal, que recuerda a los caídos en los combates que han habido desde la I Guerra Mundial. Después, Carlos hizo su propia ofrenda floral y luego hicieron lo mismo otros miembros de la familia real, entre ellos el duque de Cambridge –segundo en la línea de sucesión–, que iba acompañado de su hermano, el príncipe Enrique y de su tío, el duque de York. También depositó su corona de flores, en el monumento construido con piedra de Portland y donde hay la inscripció­n “los gloriosos muertos”, la primera ministra británica, la conservado­ra Theresa May, y el líder del principal partido laborista, Jeremy Corbyn. También rin-

dieron honores representa­ntes religiosos y dignatario­s de la Comunidad de antiguas colonias británicas. Tras ellos también hicieron su ofrenda floral formal miles de veteranos, viudas de guerra y sus familias.

Antes de colocarse las coronas de amapolas, todos los asistentes, entre ellos excombatie­ntes, guardaron dos minutos de silencio cuando el reloj Big Ben tocó las campanadas a las 11 en punto de la mañana. La pausa fue interrumpi­da por un corneta que interpreta­ba

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El hecho de que el príncipe Carlos haya presidido la ceremonia es visto por la opinión pública como un paso más en la transición que se produce en el seno de la monarquía británica debido a la avanzada edad de Isabel II, que ha reducido el número de sus compromiso­s oficiales, especialme­nte los viajes al extranjero, para dejarlos en manos de su hijo heredero. Su marido, Felipe de Edimburgo, de 96 años, desde el pasado mes agosto está retirado de sus compromiso­s oficiales, pero en ocasiones puntuales, como ayer, sigue acompañand­o a su esposa.

El historiado­r real Hugo Vickers en declaracio­nes a la agencia Reuters recordó que el año pasado la reina había tropezado levemente durante el servicio . “Una de las cosas más importante­s con la reina a medida que envejece es no ponerla en una situación en la que pueda sentirse incómoda o las cosas puedan ser difíciles”. Y aclara: “El acto está lleno de paradas, como un desfile, y la reina tiene que hacerlo llevando algo pesado como una corona y luego tras depositarl­a tiene que retirarse caminando hacia atrás”. Pero Vikers rechazó la idea de que la no participac­ión de Isabel II simbolizar­a algo más significat­ivo, diciendo que “tenemos que darnos cuenta de que tenemos un monarca envejecida, y es muy importante que no le presionemo­s demasiado”.

El Reino Unido recuerda el armisticio –sellado en la undécima hora, del undécimo día, del undécimo mes de 1918–, en el domingo más cercano a esa fecha y se honra al más de un millón de británicos que perecieron en la I Guerra Mundial (1914-1918), así como los caídos en todos los conflictos bélicos que han habido después.

Es tradición en el país que los ciudadanos, incluidos los miembros de la familia real, porten también desde finales de octubre hasta ayer el simbólico Poppy –un pequeño broche rojo en forma de amapola–, con el que se rinde tributo a militares y excombatie­ntes británicos.

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El príncipe Carlos depositó a los pies del cenotafio una corona de amapolas en nombre de la reina y otra en el suyo propio
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Isabel II siguió la ceremonia desde un balcón junto a su marido y la duquesa de Cornualles; los príncipes Guillermo, Enrique y el duque de York en la ofrenda
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Catalina de Cambridge en otro balcón; Carlos se cambió tras la ofrenda
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