Emmanuel Carrère
Emmanuel Carrère publica ‘Conviene tener un sitio adonde ir’, compendio de textos periodísticos y ensayos literarios
ESCRITOR
El autor de las fascinantes El adversario, Limónov y El Reino, el escritor francés Emmanuel Carrère publica ahora Conviene tener un sitio adonde ir, un compendio de sus textos periodísticos y sus ensayos literarios.
Muchos de quienes quedaron fascinados con Emmanuel Carrère desde las primeras líneas de su novela Limónov –también más tarde, con El Reino–
desconocían los orígenes de la vertiente periodística de este autor francés nacido en París en 1957. Su nuevo libro llega como una oportunidad para ahondar en la parcela más realista de quien sólo se considera “pintor de retratos”.
“Jamás he sentido que el periodismo fuera un trabajo subalterno para un escritor. Para mí es una forma más de literatura”, explica Carrère, citado por Converses a la Pedrera. Con fama de atrevido y radical, Carrère, que siempre apostó por el factor humano, sigue investigando. “Pero nunca me fuerzo a empezar un libro. El voluntarismo nunca me trajo nada bueno”.
Conviene tener un sitio adonde ir
(Anagrama) reúne una treintena de los textos periodísticos y ensayos literarios escritos por él entre 1990 y 2015. Muchas de las historias del autor –que domina lo que le pongan por delante, sea crónica, reportaje u opinión– parten de notas de sucesos como la del hijo adoptivo que intentó matar a su madre biológica.
Su percepción del periodismo es que actúa “como una privilegiada posibilidad de alejarte de ti mismo”. Y en su caso puede escribir sin límite. “¿No se dan cuenta de que para expresar ciertas contradicciones se necesita espacio?”, lamenta Carrère mientras divide a los profesionales del oficio en el periodista que se pega a tribunas y el que se pega a narraciones. “Respeto a los dos, pero yo pertenezco al segundo sector”.
Nos sitúa ante su fallida entrevista con Catherine Deneuve (“luego me llamó para decirme que se había reído mucho con mi artículo”), pasea por una Rumanía post-Ceaucescu en busca de las huellas de Drácula, imagina la vida de un hombre invisible, nos contagia el desolador paisaje de un tsunami en Sri Lanka, trufa el volumen con piezas sobre Balzac o Defoe, evoca a Turing, el inestable matemático que, atormentado por quienes consideraban delito la homosexualidad, presuntamente se suicidó mordiendo una manzana con cianuro... “No fui capaz de escribir un libro sobre él, lo intenté, pero no domino el mundo de las matemáticas”.
También vuelve a la siniestra y real historia de Jean-Claude Romand, el hombre que durante años fingió que iba a trabajar como médico cuando en realidad se quedaba en el interior de su coche, leyendo. Incapaz de confesar la verdad termina por matar a su esposa, padres, hijos y perro. Carrère inicia entonces una aproximación a este hombre guiándose con el ejemplo de la relación que un día mantuvo Truman Capote con los asesinos de A sangre fría. “A él le llevó seis años de bloqueo porque no quería pasar la línea, a mí siete”. Si mañana dejaran libre a Romand, yo no iría a esperarle a la puerta de la prisión. Pero si él quiere verme, adelante...”.
Carrère incluye los artículos que publicó en una revista italiana para aportar su mirada masculina sobre el mundo femenino, una colaboración que terminó cuando el escritor entregó una pieza sobre “squirting o eyaculaciones femeninas” con un desinhibido tono pornográfico.
En cuanto a su tradición de escribir en primera persona, asume que a algunos les pueda parecer narcisista. “Yo lo veo como un intento de asumir la subjetividad”. Sólo pretende explicar lo que ha visto y ha sentido. “A veces me cuesta mucho opinar y acabo por ponerme del lado del último que habla”, concluye.
Tampoco se atreve con el tema catalán. “No lo conozco suficientemente. Pero si tuviera que escribir un reportaje sobre lo que les ocurre, intentaría escuchar más que hablar. La tragedia no es la lucha entre el bien y el mal, sino entre dos cosas buenas pero contradictorias”.