Nace el Schengen de la Defensa
La UE da un “paso histórico” al aceptar coordinarse en el terreno militar
La llamaban La bella durmiente europea. La posibilidad de cooperar en materia de defensa estaba allí, desde la aprobación del tratado de Lisboa en el 2007, e incluso antes, en la mente de muchos eurófilos, pero no había manera de despertarla y llevarla a la vida. Ayer se obró el milagro y 23 de los 28 países que forman la Unión Europea, un grupo más amplio de lo esperado inicialmente, se comprometieron ayer a coordinar sus políticas de Defensa, un terreno estratégico en
el que las capitales se han resistido a ceder competencias.
“Es un momento histórico”, celebró la alta representante de Política Exterior de la UE, Federica Mogherini, mostrando a la prensa la carta firmada ayer por todos los ministros de Defensa salvo por los representantes de Reino Unido, Dinamarca, Portugal, Irlanda y Malta, aunque estos dos últimos aún podrían sumarse al plan antes de que sea lanzado formalmente por los líderes europeos en la cumbre de diciembre. Los estados miembros han presentado más de 50 proyectos, entre los que se debe
elegir cuáles desarrollarán juntos dentro de la cooperación estructurada permanente (Pesco, en sus siglas inglesas), como se conoce a la posibilidad recogida en el tratado de Lisboa de que un grupo de países avance en este terreno sin necesidad de esperar a que todos los socios de la Unión estén de acuerdo.
Francia, sobre todo, pero también Alemania, Italia y España han sido los grandes impulsores de este avance, que “permitirá a Europa hacer uso de su economía de escala y resolver así la brecha de productividad que tenemos ahí”, destacó Mogherini, al tiempo que permitilas
rá “mejorar nuestra autonomía estratégica”, es decir, las actuaciones al margen de la OTAN.
El riesgo de choques y duplicaciones con la Alianza Atlántica era uno de los elementos que históricamente han frenado el refuerzo de la defensa puramente europea, en especial por los recelos del Reino Unido, pero también de los socios del Este. A raíz de su decisión de abandonar la UE, Londres decidió hace unos meses dejar de ser un obstáculo. Un intenso trabajo de coordinación y acercamiento con la organización militar euroamericana ha permitido también disipar dudas del resto. “Creo que esto va a reforzar la Defensa europea y lo que es bueno para Europa es bueno para la OTAN”, zanjó ayer su secretario general, Jens Stoltenberg, que cree que la iniciativa puede ayudar a “aumentar el gasto militar, dotarnos de nuevas capacidades y mejorar el reparto de la carga en el seno de la Alianza”.
La sucesión de crisis y cambios en los alrededores de la Unión en los últimos años, como las actuaciones
UN NÚCLEO DURO MUY AMPLIO Alemania, Francia, Italia y España lideran el proyecto, en el que participan 23 países
OBLIGADOS A ENTENDERSE “Lo que es bueno para Europa es bueno para la OTAN”, celebra Stoltenberg
rusas en Ucrania, la crisis de refugiados o la ola de atentados terroristas, sumadas al voto del Brexit o la llegada al poder de Donald Trump son los factores que explican que un número tan elevado de países se haya subido al barco.
Esta zona Schengen de la Defensa nace con más participantes de los que hubiera preferido París, partidario de crear un núcleo duro muy cohesionado con gran capacidad ejecutiva. Su conformación se acerca más a la idea del proyecto que desde el principio tenía Berlín, donde primaba la preocupación por que fuera integrador y no creara nuevas divisiones en Europa. Para algunos analistas, el elevado número de participantes se aleja de la idea original y puede padecer de falta de agilidad.
“Es importante, en especial des-
pués de la elección del presidente americano, que podamos organizarnos independientemente como europeos”, destacó la ministra alemana de Defensa, Ursula von der Leyen, y resolver por su cuenta los problemas en su entorno más cercano. Su homólogo francés, Jean-Yves Le Drian, consideró que el proyecto responde tanto a los atentados terroristas de hace dos años como a acontecimientos recientes como la anexión rusa de Crimea.
El primer desafío es que el proceso de activar la Pesco no derive en un monumental ejercicio burocrático de acercamiento de las estrategias de defensa y coordinación del gasto. A corto plazo, los países firmantes deberán seleccionar los proyectos que mejor encajan con las prioridades estratégicas comunes y comenzar el desarrollo industrial conjunto de carros de combate, satélites, drones, ciberseguridad o aviones de transporte militar, por ejemplo, sin duplicar a la OTAN.
El presupuesto comunitario prevé por primera vez una línea específica para apoyar estas iniciativas, 600 millones hasta el 2020 y 1.500 millones anuales a partir del 2021, mediante un Fondo Europeo de Defensa de nueva creación. Participar en la Pesco implica asumir el compromiso de participar en proyectos multinacionales de desarrollo de capacidades y reforzar el gasto en defensa, aunque sin cifras vinculantes más allá de que el 20% se destine a inversiones estructurales. Los países socios de la Alianza ya están obligados a elevar al 2% de su PIB, a medio plazo, sus inversiones en este sector.
El otro cambio será la puesta en marcha de una Capacidad de Planificación y Ejecución Militar, un organismo al que varios países habrían querido denominar sencillamente cuartel general. Los recelos británicos al término desaconsejaron su uso aunque aspiran a recuperarlo a medio plazo, cuando la actividad de esta inédita plataforma permanente de planificación logística de operaciones sea una realidad. “Esto va a permitir que la política de defensa tenga un seguimiento en el tiempo y que no se haga sólo a impulsos de un problema o de un asunto determinados”, celebró la ministra española de Defensa, María Dolores de Cospedal.
PRIMEROS PASOS Los países deben seleccionar entre 50 proyectos que desarrollar juntos