La Vanguardia

Los Mossos investigan al escolta que está con Puigdemont en Bruselas

- MAYKA NAVARRO Barcelona

El sábado 28 de octubre, Carles Puigdemont durmió con su familia en la casa de Sant Julià de Ramis, en Girona, a la que se trasladó con su mujer y sus dos hijas tras ser nombrado presidente de la Generalita­t. El domingo se esfumó y el lunes se supo que estaba en Bruselas con un grupo de exconselle­rs. Ese mismo lunes, con el comisario Ferran López ya al frente de los Mossos d’Esquadra, se ordenó a la división de asuntos internos (DAI) una informació­n reservada para concretar si alguno de los escoltas al servicio de Puigdemont le ayudaron en su viaje. La investigac­ión se ha ampliado para concretar las funciones que está desarrolla­ndo en la capital belga un veterano sargento de escoltas que se ha dejado ver junto a Puigdemont en sus últimos actos públicos. El último, ayer mismo en la presentaci­ón en Bruselas de un libro sobre el exilio.

La investigac­ión interna sigue abierta, según informaron ayer fuentes oficiales de la policía. Sí, se ha confirmado ya que ningún miembro del área de escoltas que ese fin de semana tenían turno con Puigdemont en Girona utilizó medios públicos para ayudarle. Es decir, el político abandonó su casa el domingo 29 en un vehículo particular conducido por otra persona.

Durante las semanas más convulsas del proceso, al equipo de escoltas de Puigdemont se sumó una cápsula de los grupos especiales de intervenci­ón (GEI), que reforzaban la vigilancia sobre el expresiden­t. El fin de semana de Girona, tras el pleno que proclamó la república, Puigdemont se dejó ver por Girona, acompañado por una pareja de viejos amigos, y tutelado por sus escoltas.

Estos permanecie­ron en la vivienda de Sant Julià de Ramis todo el domingo y el lunes. La presencia de los Mossos en la puerta, junto al coche oficial, despistaro­n a muchos periodista­s que mantuviero­n la guardia frente a la vivienda pensando que el político seguía dentro.

Los escoltas han tenido que elaborar un informe sobre lo que hicieron ese fin de semana. Puigdemont podía esquivar su vigilancia. Cualquier excusa hubiera servido para abandonar la casa.

A los pocos días de llegar a Bruselas, no pasó desapercib­ida la presencia de un hombre que le hacía labores de “protección”, junto a otros dos escoltas belgas de los que se desconoce si son privados o funcionari­os. El primero lucía los primeros días una insignia de los Mossos. Fuentes no oficiales explicaron que el sargento, escolta, y que ha trabado amistad con Puigdemont, está de vacaciones y “puede hacer lo que quiera” que no sea remunerado. La investigac­ión sigue abierta.

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