Las “falsas promesas”
Varios periódicos no catalanes están oficiando un funeral por el procés. Desde la declaración, envío a la cárcel y puesta en libertad de Carme Forcadell, varias informaciones –bueno, varias interpretaciones– dan por seguro que la senda hacia la independencia y la República Catalana está atascada y es intransitable. El hecho de que PDECat y Esquerra entierren también su coalición y se dispongan a enfrentarse a cara de perro por la primacía política en Catalunya da cierta credibilidad a esos contenidos. Y quizá sea posible que se empiecen a confundir los deseos con la realidad. Suele ocurrir en las grandes crisis. Políticas y económicas.
Digo esto último después de ver el gentío que reunió la manifestación por la libertad de los presos. Es cierto que no estaban los líderes conocidos del independentismo, desperdigados en cárceles, exilios voluntarios y renuncias aconsejadas por abogados. Es cierto, por tanto, que el independentismo hoy por hoy está desprovisto de conductores. Y es posible que, si Junqueras y compañía cambian de estrategia de defensa y terminan por acatar el 155 y decir que todo ha sido puramente simbólico, su prestigio y su liderazgo queden seriamente deteriorados: el tan invocado Gandhi nunca lo hubiera hecho. Pero incluso en ese supuesto, la conclusión provisional sería: el entierro del procés no se ve por ninguna parte. Los líderes no están a la altura, pero la militancia sigue en su puesto. El procés seguirá, aunque no sabemos cómo. Ni con qué fuerza después del 21-D.
Lo peor para el secesionismo, una vez pasado el último calentón, es que empiece a calar la idea de que no supo hacerlo, se precipitó, y lo que es peor: que engañó a la gente. Pues por ahí va una parte de la opinión publicada fuera de Catalunya. Y por ahí parece encarrilarse la próxima campaña. Que Inés Arrimadas, Miquel Iceta o García Albiol hagan esa acusación parece lo mínimo que se puede esperar de ellos en una contienda electoral. Que Ada Colau pida explicaciones al Govern destituido por las “falsas promesas” debiera ser mucho más inquietante. Una batalla política se puede perder por multitud de razones. Nunca por haber engañado a todo un país.