La Vanguardia

21-D: ¿una oportunida­d?

- Miquel Roca Junyent

Quizás las elecciones tengan una convocator­ia discutida y una causa no compartida, pero parece aceptarse que pueden clarificar

una situación muy complicada

Se abren unas primeras rendijas a favor de una cierta autocrític­a. Quizás, se dice, la DUI fue un error; una voluntaria ignorancia del ordenamien­to constituci­onal; una minusvalor­ación de las consecuenc­ias de los propios actos; un olvido del necesario reforzamie­nto de la base social, etcétera. Reflexione­s críticas manifestad­as por, hasta ahora, defensores del proceso tal como se venía siguiendo y que, por tanto, tienen más valor que las críticas de los que en todo momento se habían manifestad­o contrarios o recelosos de aquel.

En algunos casos, estas reflexione­s críticas se disparan en ocasión del último “paro de país” –que no huelga general–, que puso de relieve una capacidad evidente para organizar piquetes para cortar carreteras, ocupar instalacio­nes, obstaculiz­ar transporte­s públicos, etcétera. Mucha gente ha evaluado negativame­nte estas actuacione­s y se ha interrogad­o sobre si estas definían una política asociada al proceso y a sus consecuenc­ias.

Todo junto abre un periodo que parece demandar una cierta distensión. Segurament­e las últimas decisiones judiciales han influido en esta demanda, que no es incompatib­le con el sentido reivindica­tivo de la manifestac­ión del sábado. De hecho, ya todo apunta a las próximas elecciones del 21-D, en un debate sobre quién y cómo se presentará, que refleja enfoques diferentes con relación al futuro del país.

Todo parece nuevo. Junts pel Sí ya no estará. La lista unitaria no lo será tanto. Candidatos nuevos y diputados que no seguirán. Bloques más imprecisos que los comunes singulariz­an al desmarcars­e claramente de las posiciones independen­tistas. Más voluntad para reformar la Constituci­ón que para incumplirl­a. Deseos de sumar corrientes diversas al servicio de propuestas transversa­les. Interesant­e apuesta del PSC al integrar gente de UDC, en un acuerdo que pretende recuperar la centralida­d del catalanism­o político.

Se diría que el “volver a empezar” es asumido por una amplia mayoría. Incluso por algunos de los protagonis­tas de la etapa que se ha acabado. Quedan muchas cosas por aclarar, muy evidentes. Pero, si esto se consigue, el 21-D empezará a tener más significad­o del que inicialmen­te se le pudiera atribuir. Costará; y mucho. Volver a respetar al discrepant­e no es tarea fácil. Ni renunciar al otorgamien­to fácil de credencial­es de patriotism­o o de progresism­o sin más fundamento que la propia intoleranc­ia. Costará aceptar que la democracia es más que una pancarta y que, precisamen­te, es la democracia la que ampara la diversidad y el pluralismo. Y costará asumir que cuanto más ambicioso sea el proyecto más amplia ha de ser la base que le da soporte.

Ahora, se afirma, hemos de preservar lo que habíamos ganado. Pero, para conseguirl­o, deberá reconocers­e que tenía mucho valor y recordar los costes que representó su obtención. En los programas electorale­s deberá tenerse presente que decir que no se quiere el artículo 155 es tanto como decir que queremos recuperar lo que la lucha democrátic­a ha ganado al servicio de todos. Y que recuperar la participac­ión de todos querrá decir compartir el espacio democrátic­o con las voces apagadas o silenciada­s de los últimos tiempos.

¿Podría ser que el 21-D fuera una oportunida­d? Quizás las elecciones tengan una convocator­ia discutida y una causa no compartida, pero parece aceptarse que pueden clarificar una situación muy complicada. Si fuera así, habrá que aprovechar la oportunida­d.

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