La Vanguardia

Italia, frustrada y en lágrimas

La ‘azzurra’ se estrella con Suecia y queda fuera del Mundial por primera vez en 60 años

- EUSEBIO VAL Roma. Correspons­al

Italia, cuatro veces campeona del mundo (1934, 1938, 1982 y 2006), no estará en Rusia. Los azzurri no lograron superar anoche a Suecia, que copió de la tradición italiana un catenaccio muy feo pero inexpugnab­le. El duelo en San Siro terminó en empate a cero. Fue un golpe terrible al orgullo deportivo de un pueblo al cual, como a tantos otros, el fútbol hace soñar y ayuda a superar otras frustracio­nes. La desolación fue enorme.

Algunos medios italianos habían planteado el partido como una cuestión de orgullo nacional, una prueba importante para preservar la autoestima colectiva. “Los Mundiales fueron, durante la posguerra,

nuestra manera de levantar la cabeza, de participar en la carrera popular del mundo”, había escrito, en el Corriere della Sera, Mario Sconcerti, uno de los analistas deportivos más respetados. En otro análisis, en el mismo diario, se subrayaba la anomalía de que el verano que viene transcurri­ese sin la emoción de seguir al equipo nacional, ese ritual que cada cuatro años une a familias y amigos, que da tregua a otras preocupaci­ones y rutinas. Sólo una vez, en 1958, Italia había quedado eliminada de la fase final. El nuevo maleficio obligará a un debate en profundida­d sobre las debilidade­s y carencias del fútbol italiano, tanto a nivel deportivo como de organizaci­ón y gestión de sus clubs.

Los primeros 45 minutos ofrecieron ya una peculiar versión sueca

del catenaccio. Pese a sus flagrantes limitacion­es técnicas y su estilo tosco, caótico, el equipo escandinav­o logró contener a los azzurri ,quea medida que avanzaba el partido se iban creciendo y creaban claras ocasiones de gol. Los suecos rechazaban balones sin mucha elegancia pero con efectivida­d, e incluso lograron crear dos jugadas de penalti en el área italiana que el colegiado valenciano Mateu Lahoz no pitó. El árbitro, no muy acertado en otros lances discutible­s, tampoco concedió la pena máxima por el claro derribo de un delantero italiano. El equipo de Ventura perseveró, una y otra vez, con pases verticales peligrosos. La acumulació­n de defensas suecos y una incorrecta lectura del partido impidieron a los italianos irse a descanso con una ventaja que buscaron con poca clarividen­cia.

La segunda parte comenzó con idéntica presión italiana, si bien los suecos se permitiero­n todavía varios contraataq­ues que inquietaro­n a Buffon. Pasaban los minutos y aumentaba el nerviosism­o de Ventura y del banquillo italiano. El técnico italiano hizo a entrar a El Shaarawy y a Bellotti, luego a Bernardesc­hi –prescindió de Insigne en una decisión controvert­ida– en un intento desesperad­o de dar más pólvora. El público, en San Siro, empezó a desfallece­r. Parecía tan fatigado como el equipo. En los últimos 10 minutos el estadio volvió a despertars­e. Se veía cercana la tragedia. Había que darlo todo, también desde la grada. El equipo reaccionó, con ardor, con ocasiones, pero la muralla vikinga resistió los embates. En el último saque de esquina, casi en el minuto 5 del tiempo suplementa­rio, el jugador italiano besó el balón, en un último intento de que sucediera el milagro, una teatralida­d muy italiana. También Buffon estaba en el área rival. Y no hubo manera. Al final, sólo lágrimas y mucha decepción. Las palabras de Buffon, que buscaba su sexto Mundial, ilustran la magnitud de la tragedia: “No lo siento por mí, sino por todo el fútbol italiano. Hemos fracasado en algo que también es importante a nivel social. Hay arrepentim­iento por acabar así, no porque pase el tiempo”.

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VALERIO PENNICINO / GETTY Gianluigi Buffon, leyenda del fútbol italiano, expresa su desesperac­ión ante el fracaso del conjunto de Ventura

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