‘Rebalancing’
En los últimos tiempos se suceden las aportaciones que tratan de valorar ya con cierta perspectiva las lecciones que nos deja casi una década de crisis, con la intención tanto de evitar reiterar los errores que nos condujeron a ella como la de encarrilar con mayor solidez una recuperación que se percibe todavía como sometida a fragilidades. El profesor de Harvard Dani Rodrik ha vuelto a insistir de forma destacada en una de sus recientes aportaciones, el término rebalancing, para referirse a la necesidad –en este caso coincidente con la urgencia– de profundizar en la fructífera búsqueda de “equilibrios razonables” en vez de insistir en acentuar estériles maniqueísmos.
No se trata de elegir entre retrocesos en la globalización y sus excesos, entre desglobalización e hiperglobalización. Hay que aprender las lecciones de la experiencia y mantener las ganancias propiciadas por mercados más abiertos al tiempo que se implementan las medidas para que las “reglas de juego” que los acompañan induzcan o conduzcan a resultados más “sostenibles, equilibrados e inclusivos”, por utilizar términos con que el mismísimo G-20 caracteriza al deseable crecimiento a recuperar. Asimismo, insiste en la insensatez de seguir buscando contraposiciones entre el papel y las responsabilidades de los mercados como algo contrapuesto a los poderes públicos y sus intervenciones o regulaciones: si un mensaje destila con claridad es la complementariedad –no la contraposición– entre instituciones públicas de calidad y mercados que con eficiencia puedan desarrollar su potencial de creación de riqueza. No necesitamos ir muy lejos para encontrar crudos ejemplos de situaciones en las que instituciones de baja calidad han interactuado con mercados ineficientes para producir resultados
No se trata de elegir entre retrocesos y excesos de la globalización, sino de lograr resultados más sostenibles
que, siendo políticamente correctos, podríamos calificar de subóptimos.
Lo mismo puede decirse de la maniquea contraposición tan al gusto de algunos entre eficiencia y equidad, o en otras palabras, entre competitividad y cohesión social. Incluso los organismos internacionales más ortodoxos reconocen ya los fuertes elementos de complementariedad, con apelaciones a nociones como el “crecimiento inclusivo” o nociones similares referidas al comercio o las finanzas. Una implicación importante es que hoy en día la principal disyuntiva no es entre desglobalización o hiperglobalización, o entre mercados y gobiernos, o planteamientos similares por mediáticos que sean o por emocionalmente atractivas que parezcan sus implicaciones. Probablemente, nunca fue tan cierto que los extremos se tocan, especialmente en su infertilidad. Por el contrario, la alternativa es reconstruir equilibrios razonables, pragmáticos y eficaces, que reconozcan las complejidades e interconexiones. En un mundo en que somos más interdependientes que nunca, ese rebalancing es más necesario que nunca.