Corregir errores
EN los últimos días, figuras relevantes del independentismo están haciendo autocrítica, en el sentido de que la declaración unilateral de independencia del 27-O se hizo demasiado rápido, sin tenerlo todo atado y sin la mayoría social necesaria. Y ante el hecho evidente de que después de la insólita sesión parlamentaria ni siquiera se arriara la bandera española del Palau de la Generalitat, argumentan que se frenó la puesta en marcha de la república catalana por la supuesta represión y violencia que preparaba el Estado (?). Es evidente que los errores fueron muchos, hasta el punto de que no admiten un relato mínimamente épico, por más que se esfuercen. Ni siquiera lógico: apenas unas horas antes de la DUI, Carles Puigdemont tenía previsto anunciar la convocatoria de elecciones e incluso había redactado un discurso donde decía que quería ser el presidente de todos los catalanes, no sólo de una parte, y que era imprescindible una mayoría amplia para alcanzar un día la independencia. Sin embargo, cinco horas después pareció proclamarse en la sesión parlamentaria.
Resulta imprescindible la autocrítica, aunque no se acaben de reconocer los errores. Por si sirve de algo, hace 25 siglos Confucio proclamó que el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor. En cualquier caso, bienvenida sea esta voluntad, porque sólo a partir de ella el soberanismo podrá formular propuestas para el 22-D. ¿O acaso estas fuerzas buscarán una mayoría para poner en marcha los decretos para desarrollar la república catalana? Lo lógico es pensar que impondrán pausa a la legítima voluntad de independencia y pondrán su empeño en hacer propuestas para salvar el país, recuperar la economía, relanzar la iniciativa pública y privada y dar seguridad jurídica a quienes deseen instalarse en Catalunya.
Pero también habrían de comprometerse a recoser el país y a mejorar la convivencia colectiva.
Esa sería la mejor autocrítica.