Francia abandonará el carbón en el 2021, pero Alemania no dice cuándo
La gran industria renana depende del muy contaminante lignito
La conferencia de la ONU sobre clima (COP23), que se celebra estos días en Bonn, condujo ayer a una decepción entre las oenegés medioambientales, cuando la canciller de Alemania, Angela Merkel, proclamó la importancia de proseguir la lucha contra el cambio climático, pero evitó dar una fecha para que su país abandone el carbón, combustible muy contaminante por sus elevadas emisiones de CO2. “El cambio climático es con mucho la lucha más significativa de nuestro tiempo”, dijo Merkel ante delegados, líderes y ministros del ramo de 195 países, reunidos en Bonn en una cumbre que intenta reforzar el acuerdo de París del 2015 para frenar el calentamiento del planeta.
Tras ella habló el presidente francés, Emmanuel Macron, en un nuevo esfuerzo por remarcar el compromiso con el clima del eje francoalemán, después de que el pasado junio Donald Trump anunciara su decisión de sacar a Estados Unidos del acuerdo de París. Macron –que el 12 de diciembre será el anfitrión de otro encuentro internacional en la capital francesa para movilizar fondos públicos y privados para protección del clima– sí dio una fecha para el abandono en Francia del uso del carbón; será en el 2021. Para Francia es menos costoso, por cuanto tiene pocas plantas de carbón, y obtiene la mayor parte de su electricidad de la energía nuclear. En Alemania, en cambio, el 40% de la electricidad procede del carbón.
“Sabemos que Alemania todavía utiliza mucho el carbón –admitió Merkel–, y el carbón, especialmente el lignito, deben contribuir a que alcancemos nuestros objetivos de reducción de emisiones”. El lignito extraído de las minas de Renania del Norte-Westfalia, aún más contaminante que el carbón negro, surte de energía a las grandes industrias renanas, una dependencia difícil de eliminar de cuajo.
Tanto Merkel como Macron insistieron ayer en que Alemania y Francia se atendrán al gran objetivo del acuerdo de París sobre el clima, trabajosamente adoptado por la comunidad internacional en diciembre del 2015: contener el aumento de la temperatura por debajo de los dos grados centígrados respecto a la era preindustrial. Los trabajos de la COP23 empezaron el día 6 y se prolongarán hasta mañana viernes.
Angela Merkel hizo ayer en Bonn ejercicios de equilibrismo –técnica en la que siempre ha despuntado–, puesto que su actual margen de maniobra es escaso. La canciller democristiana gobierna en funciones, al
La cumbre del clima en Bonn coincide con la brega de Merkel con ecologistas y liberales para formar gobierno
tiempo que negocia junto a los dos partidos que la respaldan –el suyo, la democristiana CDU, y su aliado bávaro, la socialcristiana CSU– una coalición de gobierno con los liberales del FDP y el partido ecologista Alianza 90/los Verdes.
Los ecologistas querían cerrar la veintena de centrales eléctricas de lignito en el 2020, mientras que los liberales sólo están dispuestos a renunciar a los combustibles fósiles si se garantiza la competitividad. Con todo, la semana pasada trascendió que, en aras de poder formar Gobierno, los verdes aceptarían aplazar la fecha del 2020 para el carbón, y también retrasarían la fecha de eliminación de los coches con motor de combustión interna, que querían para el 2030. Merkel, pendiente de la industria automovilística, golpeada en su reputación por el escándalo de los motores trucados de Volkswagen, se opone a liquidar los vehículos con motor de explosión.
Angela Merkel era ministra de Medio Ambiente cuando en 1995 participó en la primera COP, celebrada en 1995 en Berlín. Ya como canciller, se ha ido labrando fama de campeona del clima, desde que en el 2011, tras el desastre de Fukushima, decidió el abandono paulatino de la energía nuclear. El adiós de Trump al acuerdo de París ha acrecentado esa aureola de Merkel, pero el asunto del carbón lleva camino de erosionar su credibilidad.