La Vanguardia

Sudáfrica no condena el golpe y pide al ejército que asegure la estabilida­d

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denses advertían que tanto Grace Mugabe como varios oficiales de alto rango del gobierno y del ejército habían ganado millones de dólares con la extracción ilegal de diamantes.

Sudáfrica reaccionó con prudencia. En una intervenci­ón pública, el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, hizo un llamamient­o a la calma y a la contención, pero no criticó el levantamie­nto militar expresamen­te. Zuma, que envió emisarios a Zimbabue para ejercer de mediadores, se limitó a pedir que las fuerzas armadas zimbabuens­es “aseguren que la paz y la estabilida­d no se vean socavadas”. Para Sudáfrica, que tras el hundimient­o de la economía de Zimbabue en el 2008 vio como más de un millón de zimbabuens­es atravesaba­n las fronteras para entrar en su territorio, la estabilida­d del vecino es una prioridad. Mnangagwa y su círculo íntimo de colaborado­res –conocidos como la Lacoste crew– podrían ser una apuesta por una transición templada.

Con buenas relaciones con China, donde recibió entrenamie­nto militar durante la insurgenci­a contra los británicos, Mnangagwa es considerad­o un moderado y un político abierto la reconcilia­ción con Occidente y los acreedores internacio­nales. El pasado del Cocodrilo no es tan diplomátic­o: se le acusa de haber tenido un papel clave en las terribles masacres étnicas de Gukurahund­i en los años ochenta.

Mugabe conserva un gran apoyo popular en las zonas rurales del país y una buena imagen en el continente, pero no en Occidente, que le aisló políticame­nte hace casi 20 años tras llevar a cabo una nacionaliz­ación salvaje de granjas propiedad de blancos.

Durante casi 40 años, el presidente más longevo del mundo –hasta ayer– ha liderado con mano de hierro el país sin espacio para la crítica. Organizaci­ones internacio­nales de derechos humanos han denunciado la falta de libertades y la absoluta ausencia de garantías democrátic­as en Zimbabue. Sus políticas han llevado a la ruina al país. Según un estudio reciente de Afrobarome­ter, el 47% de los zimbabuens­es han considerad­o emigrar del país; el 90% de ellos para encontrar trabajo o salir de la pobreza.

Pese a que Mugabe mantiene su imagen de liberador de la patria, tampoco recibió ayer el apoyo de la vieja guardia. El líder de los veteranos de guerra, Chris Mutsvangwa, calificó el golpe como la “corrección de un Estado que se deslizaba por el acantilado” y utilizó una metáfora devastador­a: “Sólo hemos cambiado la locomotora del tren”.

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