Hasta ahí podríamos llegar
El paer en cap de Lleida, Àngel Ros, se ha cabreado. El domingo, el diario Segre publicó un chiste gráfico de Pepo Curià en el que aparece el logo del PSC y una frase debajo: “El PSC irá a las elecciones del 21-D con los herederos de Unió Democràtica”. Lo que ha cabreado a Ros es que las siglas del partido aparecen tachadas. Tachada con una cruz la P de partit, tachada con una cruz la S de Socialistes y tachada con otra cruz la C de Catalunya.
El mismo domingo, el alcalde envió una carta al director del diario. Apareció publicada en la edición del lunes. Califica el chiste de “absolutamente irrespetuoso y destructivo con respecto al Partit dels Socialistes de Catalunya y las siglas que lo representan”. No le ve agudeza o ingenio ninguno y concluye que es visceral: “Cuando un supuesto chiste utiliza las siglas del PSC para borrarlas o rallarlas, sólo se puede interpretar que quieren destruir y aniquilar nuestras siglas. Por lo tanto, desde la representación que tienen estas siglas, se anima a menospreciar y eliminar la labor de un partido histórico de la política catalana, el único partido catalanista no independentista, y eso duele a las organizaciones y partidos independentistas”. La redacción no acaba de cuadrar, pero nos hacemos idea de lo que quiere decir.
Es tan habitual el debate sobre los límites del humor, que se ha convertido en un tópico. Si se hace humor con personas afectadas por determinadas enfermedades o discapacidades, la bronca es inmediata. Ahora, a Gila lo crucificarían por los chistes gráficos que hizo sobre mancos, ciegos y personas sin piernas que iban por la calle dentro de una caja con ruedas. Decir que el del PSC con las iniciales tachadas es “irrespetuoso y destructivo” significa que no ha visto muchos o que tiene la piel muy fina. No hay partido político que no encuentre en los medios de comunicación mofas parecidas. Ninguno. Y no sólo los partidos políticos. Estos días, El Jueves ha visto como una juez imputaba por injurias a su director y su subdirector por un artículo que lleva por título “La continua presencia de antidisturbios acaba con las reservas de cocaína en Catalunya”.
En Francia hay controversia estos días por una caricatura que pinta al periodista Edwy Plenel como connivente con el islamólogo Tariq Ramadan, acusado ahora de violaciones. La caricatura ha aparecido en la portada de Charlie Hebdo y a sus redactores los han amenazado de muerte. En la Asamblea Nacional, el primer ministro de Francia, Édouard Philippe, ha recordado una verdad que algunos olvidan: “Todos los que estamos en estos escaños hemos sido objeto de caricaturas, y sucede que nos parecen más graciosas las que conciernen a otros, y sucede que otras no nos parecen graciosas, e incluso sucede que nos pueden parecer hirientes, porque el objetivo de la caricatura es herir. Y sin embargo todos nosotros sabemos que la libertad de caricaturizar es esencial, fundamental”. En conclusión y para no alargarme más: si a Ros le pica una caricatura tan inocente como la de Curià el domingo pasado, lo mejor que puede hacer es rascarse.
No hay partido político que no encuentre en los medios caricaturas escarneciéndolo