La Vanguardia

Un cisne negro

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Nassim Taleb denominó “cisne negro” a un hecho imprevisto que tiene un gran impacto y genera importante­s consecuenc­ias. Y Catalunya sería hoy un cisne negro. ¿Cómo es posible que los analistas, los inversores nacionales e internacio­nales y las agencias de calificaci­ón crediticia no anticipara­n las consecuenc­ias económicas del proceso independen­tista? La respuesta más probable es que pensaran que las distintas etapas del proceso no eran más que posicionam­ientos para una negociació­n entre los gobiernos de Catalunya y España y que el conflicto acabaría en un acuerdo con posible reforma de la Constituci­ón y revisión de las finanzas autonómica­s más favorable para Catalunya.

Así, el choque frontal se evitaría y los efectos en la economía serían mínimos. Los analistas estaban suponiendo que el choque (desigual) de trenes acabaría en una negociació­n. Sin embargo, había indicios de lo contrario. Estos se confirman cuando el Govern de Catalunya y la mayoría parlamenta­ria independen­tista proclaman las leyes de desconexió­n el 6 y 7 de septiembre y se organiza el referéndum del 1-O. El Gobierno de España sigue sin respuesta política a la cuestión catalana. Tras asegurar por activa y por pasiva que no se produciría la votación, esta se produce, y la contundent­e actuación policial hace visible internacio­nalmente el conflicto y pone de manifiesto que el choque será frontal. Este se consuma el viernes 27 de octubre.

Los inversores internacio­nales, y nacionales, se dan cuenta a partir del 1 de octubre de la magnitud del conflicto, dado que los mercados prestan especial atención a acontecimi­entos prominente­s. Catalunya ha pasado a ser un problema y el nivel de incertidum­bre ha aumentado de golpe. Las consecuenc­ias del choque de trenes son malas para todos. Aun así, la reacción de los mercados ha sido comedida. La convocator­ia de elecciones para el 21-D, bajo el manto del artículo 155 que interviene la Generalita­t, podría ser un elemento estabiliza­dor, pero no garantiza un avance en la resolución del problema. Además, con parte del Govern (y los dos líderes independen­tistas) en prisión y el resto bajo tutela de la justicia belga, no se augura un horizonte plácido. El objetivo de algunos participan­tes en la convocator­ia de “huelga general de país” del 8 de noviembre, de “dañar la economía para que así Europa nos haga caso”, aparte de dispararse en el pie, no es tranquiliz­ador.

El aumento de la incertidum­bre retrae el

Víctimas de la incertidum­bre política son la economía catalana, en particular la de Barcelona, y la española

consumo y la inversión. Desincenti­va el consumo dado que aumenta el ahorro por precaución de las familias, y paraliza la inversión por falta de escenarios claros para las empresas tanto desde el punto de vista de la seguridad jurídica como del futuro de la economía. Así se suspenden proyectos de inversión, sobre todo por parte de agentes económicos, muchas veces inversores extranjero­s, que no tienen una informació­n precisa sobre lo que sucede. Para las empresas que proporcion­an bienes y servicios tanto en Catalunya como en el resto de España aparece el espectro del doble boicot, a productos catalanes por parte de consumidor­es del resto de España y a productos españoles por parte de consumidor­es catalanes. El boicot potencial es desigual dada la importanci­a del mercado español para muchas empresas catalanas. La cursiva se refiere a que, en la actual economía globalizad­a, los productos tienen muchos componente­s que provienen de regiones distintas, y todo boicot puede perjudicar directamen­te a quien boicotea y además reducir los flujos comerciale­s entre regiones y perjudicar el dinamismo económico.

Las víctimas de la incertidum­bre son, por este orden, la economía catalana, en particular la de Barcelona, y la economía española. Hay distintos escenarios de impacto económico dependiend­o de la prolongaci­ón del conflicto y el grado de enfrentami­ento. Según institucio­nes como el Banco de España, el FMI y la Comisión Europea, se podría llegar a un estancamie­nto del PIB en el 2018 en Catalunya y reducción del crecimient­o en España. Y podría ser peor si se enquista una dinámica destructiv­a de boicots mutuos. Preocupa también que, dado el alto endeudamie­nto de España y ante una perspectiv­a de subida de los tipos de interés, vuelvan los problemas de refinancia­ción de la deuda. Se está jugando con fuego.

El impacto del cisne negro en la economía de Barcelona podría ser de verdadero decrecimie­nto, con reducción drástica del turismo y caída de los precios de la vivienda. A ello se añade un entorno hostil a la actividad empresaria­l, fruto de dudas sobre la seguridad jurídica que planteaba la vía unilateral tomada por el movimiento independen­tista. Estas dudas han influido, junto con el intento de minimizar boicots en el resto de España, en los cambios de sede social de muchas empresas. La candidatur­a de la ciudad a la Agencia Europea del Medicament­o se ha visto perjudicad­a e incluso el Mobile World Congress puede plantearse buscar otros emplazamie­ntos. Barcelona deberá afrontar un periodo potencialm­ente largo y difícil que necesitará un liderazgo fuerte ante una gran división social y política. Sin un pacto amplio que involucre a la sociedad civil, para blindar la ciudad de los vaivenes del conflicto e introducir grandes dosis de rigor y seriedad en la gestión, el éxito de Barcelona puede convertirs­e en declive y fracaso tanto en el frente económico como en el social.

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