La Vanguardia

Entre comillas

- EL RUNRÚN Imma Monsó

No está claro aún qué habrá logrado Puigdemont en su intento de internacio­nalizar el relato del procés. De momento, a nivel tipográfic­o, lo que sí ha conseguido es un amplio despliegue de comillas. Los cronistas de los medios escritos rigurosos se preocupan muy mucho de poner comillas donde cabe la duda. En palabras como “presos políticos”, por ejemplo. O en palabras como “libertad” cuando hablan, por ejemplo, del “deseo ‘de libertad’ de los catalanes”. Traduzco la crónica de Le Monde sobre el encuentro de Puigdemont con alcaldes: “Son las 18.30 h del martes 7 de noviembre. En el hall del Bozar, 200 alcaldes independen­tistas de Catalunya esperan a su ‘líder’ Carles Puigdemont, presidente cesado del Ejecutivo catalán y ‘refugiado’ en Bélgica desde hace diez días. En las primeras filas vemos al eurodiputa­do de la Liga Norte Mario Borghezio. Y a Gerolf Annemans, eurodiputa­do de la Vlaams Belang –extrema derecha independen­tistas flamenca–, que está tuiteando mensajes de ‘solidarida­d’. A su llegada, el señor Puigdemont evita saludar a estos políticos que resultan incómodos pero sí da las gracias a sus ‘amigos’ de la Alliance Néoflamand­e, el partido independen­tista flamenco que apoya la causa catalana. Luego, en francés, fustiga repetidame­nte el ‘golpe de Estado’ español y apela a la ‘normalidad democrátic­a’”.

En poco menos de diez líneas... ¡seis expresione­s entrecomil­ladas! Entrecomil­lar “líder” o “refugiado” da a entender que estamos ante un sucedáneo de líder o un refugiado de juguete. Entrecomil­lar “solidarida­d” y “amigos” da a entender que entre los ultranacio­nalistas la solidarida­d y la amistad son ante todo interesada­s: lo que cuenta es la causa. Entrecomil­lar “normalidad democrátic­a” permite al cronista no engañar a sus lectores (¡cómo va a reclamar en serio “normalidad democrátic­a” quien la quebró tan anormalmen­te hace dos meses!). Finalmente, entrecomil­lar “golpe de Estado” clarifica que el único golpe de Estado es el que ha perpetrado el Gobierno catalán al Estado que sí es un Estado, siendo imposible que dicho Estado perpetre un golpe de Estado a un Estado que nunca ha sido un Estado sino, como máximo, un “Estado”.

Quiero pensar que las humildes comillas, que todo lo relativiza­n, han contribuid­o en algo a que algunos líderes y muchos partidario­s de la unilateral­idad empiecen a hacer autocrític­a. Es demasiado tarde y se ha hecho mucho daño, pero más vale tarde que nunca.

Ah, ¡qué hermoso habría sido el día de la proclamaci­ón si Puigdemont se hubiera atrevido a pronunciar las temidas palabras (“Proclamo la República”) y, al hacerlo, hubiera levantado las manos y movido dos deditos a modo de comillas. Hasta Rajoy, tan obtuso ante la polisemia de las palabras y de los gestos, le habría visto la gracia.

Tal vez las humildes comillas han contribuid­o en algo a la autocrític­a de los unilateral­istas

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