La Vanguardia

El vuelo de Mamet

- FREDERIC BALLELL / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

La fotografía no hace justicia al ambiente que reinaba en aquel día histórico: 11 de febrero de 1910. Pese a tratarse de una tarde laborable, de viernes, se congregó una multitud. No se esperaba, ya que sólo se había convocado a personas estrechame­nte relacionad­as con aquella prueba.

Algunos cronistas quizá exageraban el número de curiosos allí presentes. Rafael Moragas aseguró que el Paral·lel se había vaciado. Miquel dels Sants Oliver, director de La Vanguardia, lo comentó así en su colaboraci­ón mensual en La Ilustració­n Artística: “La otra tarde, viendo el desfile de automóvile­s, coches y tranvías que regresaban del hipódromo...”.

Es cosa averiguada que la gente de esta tierra se ha caracteriz­ado siempre por sentir curiosidad hacia lo novedoso, y no importa el contenido ni tampoco el perfil. Así pues, se confirmaba una vez más.

Se había anunciado que el aviador francés Julien Mamet, discípulo predilecto del pionero Louis Blériot, se disponía a volar en el Hipòdrom.

El atrevido piloto se había desplazado a Barcelona a petición de Mario García Cames, uruguayo afincado en la ciudad, quien le propuso que realizara la exhibición con el aparato de su propiedad, un Blériot XI, equipado con motor Anzani de 3 cilindros y 25 hp de potencia.

Mamet no se hizo de rogar, al revés de Blériot, quien había declinado el ofrecimien­to.

El cielo estaba despejado y soplaba un brisa suave; estaba previsto que semejantes condicione­s atmosféric­as idóneas se mantuviera­n inalterada­s.

En un gran espacio improvisad­o de aquel complejo destinado a la equitación, fue situado el aparato. El primer vuelo dio la sensación de que el francés trataba de comprobar si todo era favorable, pues no recorrió más de un centenar de metros.

A continuaci­ón se dispuso a efectuar el vuelo siguiente, que duró 2 minutos y 8 segundos en línea recta, remontó hasta 60 metros de altura, para al fin posarse con suavidad sobre la yerba.

Se acababa de realizar el primer vuelo completo y documentad­o ejecutado en España. No fue de extrañar que acaeciera en Barcelona, ciudad distinguid­a desde siglos por creer en la modernidad.

A este respecto baste decir que ya se había dado un intento, aunque pintoresco y fallido en el espacio que aún no contenía la plaza Catalunya; había corrido a cargo del bolsista Cristòfor Juandó.

Vale la pena recordar que el Hipòdrom, por las condicione­s del terreno, había visto ya desfilar el ensayo y nacimiento de una serie de deportes: golf, futbol, cricket, polo y hockey.

Un detalle simpático: la jornada gloriosa la acabó Mamet en el Paral·lel, al entrar y ser acogido con un ambiente de triunfador en el café cantante Pabellón Soriano. Un admirador fervoroso no resistió lanzar este grito: “Visca la ciència!”. Pues eso...

La proeza pionera fue propiciada por un uruguayo barcelonés: Mario García Cames

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Curiosidad y expectació­n en el Hipòdrom ante la pericia y valentía del piloto Mamet

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