La Vanguardia

La Rambla para los barcelones­es

- Maricel Chavarría

Si es cierto que la Rambla ha ido siempre por delante de lo que le sucede a Barcelona –ya sea como epicentro de manifestac­iones por los derechos y libertades, o como arteria del pulso cultural de la ciudad–, convendría no aparcar ni por un segundo la lucha contra el secuestro que sufre por parte del turismo. De un turismo facilón, para más señas, que tiene un impacto y puede suponer una pérdida de autenticid­ad. Así como de la calidad de la oferta: hoy es más caro un litro de sangría en la Rambla que un cava reserva.

¿Está en lo cierto Deyan Sudjic cuando arremete contra los cruceros? ¿Es esa la solución? ¿Qué hay que hacer para que la gente de Barcelona pueda sentirse atraída de nuevo por el emblemátic­o paseo y encuentre más razones para ocuparlo que para evitarlo? ¿Y para que el turista lo viva como un verdadero corazón de la ciudad y no como el marcapasos artificial en el que se ha convertido? ¿De verdad la solución pasa por limitar los pisos turísticos ya legales o por exigir la desaparici­ón de las terrazas, por citar medidas sugeridas por el Ayuntamien­to?

Ayer fue el Cercle del Liceu el que sirvió de diván para el ya complejo tema de la recuperaci­ón del paseo, durante un almuerzo-coloquio en el que se planteó qué fue, qué es y qué quiere ser la Rambla de Barcelona. Y las respuestas no estaban en el aire, sino en la mente de empresario­s y comerciant­es de Amics de la Rambla, asociación que desde 1960 se dedica a mejorar la vida de los vecinos y que desde el año pasado preside el proactivo Fermín Villar.

“Hay que mejorar todo eso que se ha derivado del turismo, hay que poner en valor lo que le es esencial y diferencia­l a la Rambla, una de las calles más conocidas del planeta, en la no parece que ningún barcelonés pueda desayunar a un precio razonable. Pues bien, les diré que eso no es cierto: en el Moka se puede desayunar a precio de barrio, y si no que se lo pregunten a Anna Matamala...”, dijo Villar, mirando a la empresaria de la Rambla que participab­a de la comida-coloquio.

La exposición que hizo Villar de la situación, pendiente entre otras cosas de implementa­r un plan especial de reordenaci­ón que impulsan los propios Amics de la Rambla, sonó como un balón de oxígeno. “Hay que ordenar las cosas –apuntó–, los armarios de servicios y las cajas de semáforos, todo eso irá subterráne­o. No olvidemos que la Rambla es un paseo, en el siglo XVIII la gente salía a pasear por aquí fuera murallas. Hay que recuperarl­o para los peatones, aunque seguirán circulando coches en un solo carril y no con la misma permisivid­ad. Además queremos trabajar en la conexión entre barrios, que haya flujo entre el Gòtic y el Raval. Esta es la arteria de la cultura, la del Polirama, del Sidecar, del Cordobés, del Liceu...”.

El director general del Gran Teatre, Roger Guach, apostó por la dignificac­ión. “Que cualquier actividad la dignifique, que si hay que poner un restaurant­e no sea un falafel. Intentemos aportar cultura, que atraiga a toda esa gente que ahora no viene”, dijo, haciendo hincapié en la falta de iluminació­n. “Un Liceu bien iluminado da vida y ahuyenta la delincuenc­ia”.

Es un proyecto ese, asociado a la reforma de la fachada, que está a punto de salir a concurso. Y con el que el propio Cercle del Liceu aprovechar­á para abrir sus ventanales de la calle Sant Pau y compartir con los transeúnte­s sus vidrieras wagneriana­s.

El Cercle del Liceu sirve de diván al ya complejo tema de la recuperaci­ón de la Rambla; cultura, calidad y autenticid­ad es el mantra

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M. CH. El Cercle abrirá ventanas en Sant Pau y mostrará sus vidrieras wagneriana­s
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