Gil de Biedma, al pie de la letra
Andreu Jaume publica en Lumen una edición ampliada de los ensayos del poeta barcelonés
Jaime Gil de Biedma escribió poemas, diarios, cartas, informes comerciales y también una autobiografía crítica, que tituló El pie de la letra y que, casi 40 años después de su publicación, Lumen reedita, ampliada con numerosos textos nunca recogidos en libro. La edición corre a cargo de Andreu Jaume, quien tiene acceso al archivo personal del poeta conservado en la agencia Carmen Balcells.
Entre los textos inéditos, destacan la presentación del libro de Juan Marsé que ganó el premio Planeta, La muchacha de las bragas de oro, y unas reflexiones sobre los poemas de Claudio Rodríguez y de José Agustín Goytisolo.
En un coloquio en Oviedo, le preguntaron al poeta barcelonés si, pasada la juventud, habla más la prosa que el poema. Gil de Biedma contesta: “Creo que el argumento de la vida es estrictamente biológico. Consiste en nacer, crecer, ser joven... hasta llegar a una especie de vasta altiplanicie absolutamente ininteresante, la edad madura, que no tiene argumento biológico, para luego envejecer, que es un argumento biológico muy interesante, y después morir”. “La edad madura –dice– lo que se llama la media edad... desde el punto de la poesía carece de argumento. Es la edad en que uno se puede dedicar a ser presidente del Consejo de Ministros, a presidir el Consejo de Administración de un banco, a hacer dinero, a gobernar, a robar de manera discreta y descansada”. Gil de Biedma dejó de escribir muy pronto, y es algo que le desazona, esa pérdida de capacidad de escribir poesía en la vejez, como hizo Milton.
El lector es guiado por el propio Gil de Biedma para que descifre algunos de sus poemas más famosos (Idilio en el café, Infancia y confesiones, Noches del mes de junio, Pandémica y Celeste Contra Jaime Gil de Biedma, como el que dedica a la decadencia del capitalismo de empresa familiar catalana (Barcelona ja no és bona) por parte de un vástago de la burguesía de Barcelona que contempla las ruinas de la exposición de 1929 en Montjuïc como Rodrigo Caro contempla las ruinas de Itaca.
Gil de Biedma dice que un poema no leído, nunca es poesía, pues poesía es el efecto que un poema leído produce en el lector. “Mi experiencia literaria –escribe– ha sido una tentativa de invención de una identidad, de una invención en el sentido etimológico de hallazgo o de descubrimiento, también en el sentido contemporáneo de creación, de creación exnihilo. Fue descubrirme y crearme un personaje que resultó que era yo”. “Curiosamente –dice– con la poesía sucede lo mismo que con la vida, uno empieza a ser uno mismo bastantes años después”.
Sobre el retraso secular de España en el pensar, Gil de Biedma creía que los españoles, al no haber tenido Ilustración, tampoco tuvieron un verdadero Romanticismo, y por tanto, como en una cadena fatal, tampoco hubo reacción al Romanticismo. “Los españoles –dice– son gente del antiguo régimen, gente que no ha vivido una revolución romántica, gente arcaica, somos gente tridentina, y todo lo tomamos como si lo dijese el padre Vitoria”. En otro texto presenta a Gil Albert como “un español que razona”, pero no con “esa habilidad juglaresca que tanto se aprecia entre nosotros, algo intermedio entre la teología y la abogacía”, sino con el razonamiento que produce “la comprensión ética y estética de la propia vida”.
“Con la poesía sucede lo mismo que con la vida, uno empieza a ser uno mismo bastantes años después”, decía