Se habla árabe (Rusia 2018)
Muerto Hafez el Asad, ahorcado Sadam y jubilado Hosni Mubarak, el último rais de Oriente Medio se llama Tomás Alcoverro, compañero y leyenda de la redacción, nuestro hombre en Beirut, entre cuyos hábitos figura no tomar vacaciones en verano: es la estación de las guerras inciviles y civiles, los golpes de Estado y de opereta, las invasiones y los cristos en Oriente Medio.
El verano enardece los pueblos árabes. El fútbol, también.
Nunca en la historia, cuatro selecciones árabes han accedido a la fase final de un Mundial: Arabia Saudí, Egipto, Marruecos y Túnez. Que haya paz y fútbol. La mala noticia es que la República Islámica de Irán, persa y chií, también estará en el bombo y es posible que figure en el grupo de Arabia Saudí, justo cuando las dos potencias musulmanas de Oriente Medio libran una guerra interpuesta en Yemen y se odian como nunca.
Uno se alegra especialmente de las clasificaciones de Marruecos, Túnez y Egipto porque sus poblaciones, a diferencia de los saudíes, tienen pocas distracciones en verano. Los turistas han desertado y se habla poco de estos países y cuando se habla, ay, cuando se habla...
¿Hay un estilo de juego árabe? Lo hay pero se debate entre lo que el cuerpo pide a los jugadores –entre los que nunca falta un “Pelé del desierto”, cliché colonialista de rigor– y lo que los seleccionadores, habitualmente extranjeros, tratan de imponerles:
Récord de selecciones árabes en un Mundial: los Faraones de Cúper, los Leones del Atlas, las Águilas de Cartago...
disciplina táctica. ¿Quién ha conducido a los Faraones a Rusia? El recordado Héctor Cúper, azote del barcelonismo, domador de egos y firme partidario de ganar al rival con las mínimas florituras. Otro argentino, Edgardo Bauza, exleyenda rosarina, dirige a Arabia Saudí mientras que los Leones del Atlas –Marruecos– tienen como seleccionador al francés Hervé Renard, tradición obliga. Sólo Túnez, la primera y única “primavera árabe” en pie, sienta en el banquillo a un seleccionador del país, Nabil Maaloul, aunque habrá que ver si le mantienen al frente de las Águilas de Cártago o eligen a alguna vieja gloria.
Ya imagino este Mundial en los cafetines de Casablanca, Túnez o los arrabales de El Cairo y celebro que el fútbol pueda conceder una tregua y un respiro al calor, el día a día y la policía del presidente Al Sisi, tan omnipresente. Ya nadie dice en Barcelona que “el fútbol es el opio de los pueblos” aunque algunas dictaduras lo utilicen. ¿Cambiaría la vida del egipcio medio un Mundial sin los Faraones? No. ¿La cambiará los partidos de los de Héctor Cúper? No. Pero sentirán el orgullo lógico de ser y estar en un Mundial.