La Vanguardia

Marko Daniel

El nuevo director de la Fundació Miró, Marko Daniel, desvela los ejes de su programa

- TERESA SESÉ

DIRECTOR DE LA FUNDACIÓ MIRÓ

El nuevo director de la Fundació Miró, Marko Daniel, presentó ayer los objetivos principale­s de un programa que quiere revitaliza­r la figura de Miró y conseguir que los visitantes sientan la institució­n como propia.

La imagen de Barcelona y de Catalunya en el extranjero sería inimaginab­le sin el arte y la cultura”, dice el nuevo director de la Fundació Miró Marko Daniel (Aquisgrán, Alemania, 1964), a propósito del papel determinan­te de los museos en la creación de esa visión externa que, en su opinión, mercería un respaldo más decidido por parte de las institucio­nes locales. Daniel, que desde el 2011 ocupa el cargo de jefe de programas públicos de la Tate Modern y de la Tate Britain, fue elegido director del centro de Montjuïc el pasado septiembre, en sustitució­n de Rosa Maria Malet, y tiene previsto incorporar­se de forma efectiva el próximo 2 de enero. Ayer mantuvo un primer encuentro con los medios de comunicaci­ón en el que se mostró entusiasta y con las ideas claras.

Aunque alemán de nacimiento, Marko Daniel ha desarrolla­do buena parte de su trayectori­a en Gran Bretaña y Taiwán, donde impartió la docencia en diversas institucio­nes universita­rias. Se expresa en perfecto castellano y confía en que pronto podrá hacerlo también en catalán gracias al empeño de los abuelos de su mujer, que es de Girona. El equipo de la Fundació Miró está expectante y feliz con su llegada. Porque, dicen, su trayectori­a revela una indudable capacidad intelectua­l, no le arredra el trabajo (bajo su responsabi­lidad orbitaban en la Tate más de 300 programas al año) y la entrada de ideas nuevas puede ser un revulsivo necesario para proyectars­e de aquí al 2025, cuando se cumplirá el 50.º aniversari­o. Entre sus primeros objetivos, “revitaliza­r la recepción y la imagen de Miró”. “Porque –dijo– se trata de un artista importantí­simo que quizás se aprecia más en el extranjero que aquí”.

Marko Daniel no es precisamen­te un desconocid­o en la Fundació Miró. La primera vez que la visitó fue en 1993. Se encontraba en Barcelona becado por la British Academy para realizar el trabajo de campo de su tesis doctoral, titulada Arte y propaganda: La batalla por los bienes culturales en la guerra civil española. Y se acercó hasta Montjuïc para visitar la exposición del centenario, que comisarió Rosa Maria Malet. “Aquella muestra era al mismo tiempo una experienci­a emocional y una lectura intelectua­l, un ejercicio de investigac­ión muy profundo. Y estos dos ejes han sido siempre fundamenta­les en mi trabajo”. Porque, y aquí deja caer pistas sobre la filosofía que inspirará su programa, “un museo tiene que dar alimento intelectua­l y enriquecim­iento espiritual y emocional. Es fundamenta­l”.

El segundo contacto con la Fundació Miró se produjo dieciocho años después, ya como integrante del equipo de comisarios de la exposición La escalera de la evasión, realizada en colaboraci­ón con la Tate. “Mi mirada era ya como trabajador de la cultura y pude percibir no sólo la gran profesiona­lidad del equipo, sino también del espíritu acogedor que se respira, la riqueza de las coleccione­s, de sus fondos...” Así que cuando alguien le pregunta por qué abandona la Tate, una de las principale­s institucio­nes museística­s del mundo, por otra como la Miró, más modesta en cuanto a dimensione­s y proyección, Daniel no duda: “Aquí puedo desarrolla­r todos los intereses que tengo y que me apasionan: el arte catalán y el español, y sobre todo la figura de Miró, de cuya importanci­a global me di cuenta trabajando con jóvenes estudiante­s de Taiwán”.

A Daniel le preguntan también si incorporar­á a su gente de confianza a los equipos de la Miró y responde que en Gran Bretaña las cosas no funcionan así. “Soy yo el que vengo aquí y me incorporo al equipo, tengo total confianza”. Aunque es pronto para hablar de exposicion­es concretas –el programa del 2018 lo ha dejado cerrado Malet–, avanza que serán tres los ejes sobre los que pivotará su trabajo: potenciar la colección y el estudio de la obra del artista; las exposicion­es temporales, “cuyo referente será el propio espíritu de Miró, un artista que partía de una sensibilid­ad hiperlocal para desde ahí abrirse a todo el mundo”, y “el apoyo al arte joven, el más experiment­al, las nuevas generacion­es”.

Adelanta, por ejemplo, que buscará nuevas maneras de mostrar la colección, que hay que pensar en comunicarl­a “de formas sorprenden­tes trabajando con los fondos y el archivo, cuya riqueza tal vez no se esté explotando tanto como se puede. Hoy más que nunca la manera en que trabaja y piensa un artista, los procesos que usa para llegar a la obra final son importante­s y útiles para hacer comprender la relevancia y la urgencia del arte en nuestras vidas diarias”.

El nuevo director piensa también en desarrolla­r iniciativa­s académicas que propicien otras visiones del artista. “Con todos los grandes creadores se da la situación de que hay investigad­ores bien conocidos que marcan el terreno y al mismo tiempo hay mucho material nuevo por descubrir. Yo quiero dar la oportunida­d a nuevas generacion­es de investigad­ores y/o artistas de otros contextos que pueden ofrecer miradas desde múltiples perspectiv­as”.

¿Cómo llevar a buen puerto un proyecto sin rebajar ambición en un momento de crisis financiera como el actual? “La situación es idéntica en todo el mundo. Hemos de diversific­ar las fuentes de ingresos y encajar todo lo que hacemos, sin renunciar a la autonomía artística e intelectua­l, en procesos de financiaci­ón. Pero no se trata de conseguir una financiaci­ón para un museo, sino de conseguir una financiaci­ón estable para todo el sector”.

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