La Vanguardia

Un ‘padre’ de la limpieza étnica

Las prácticas de Ratko Mladic en Bosnia acuñaron el término para un concepto tan antiguo como universal

- FÉLIX FLORES Barcelona

Ratko Mladic no puede ser considerad­o el padre de la limpieza étnica. Tampoco su socio Radovan Karadzic. Pero fueron sus actos los que permitiero­n acuñar el término para un concepto antiguo como el mundo, la expulsión violenta de la población de un territorio bajo pretextos étnicos o religiosos. Si la palabra holocausto ha quedado ligada a los nazis desde los años cuarenta del siglo XX, fue a partir de la guerra de Bosnia en los noventa que se empezó a hablar de limpieza étnica. El historiado­r israelí Ilan Pappé fue de los primeros en hacerlo (La limpieza étnica de Palestina, referida a 1948), y así, el genocidio de Ruanda de 1994 fue limpieza étnica, y también la hubo en Darfur (Sudán) en el 2004…

En el proceso a Ratko Mladic se prestó atención a lo que escribía en su diario: tantos bosnios musulmanes (“turcos”, según él) expulsados de tal sitio, tantos quedan en otro… Militar de carrera, su padre, miembro de los partisanos de Tito en la Segunda Guerra Mundial, fue muerto por los ustacha croatas, aliados de los nazis, cuando sólo tenía dos años. Al inicio del desmembram­iento de Yugoslavia, Ratko Mladic fue enviado a luchar contra los croatas y luego a Sarajevo, de cuyo largo y cruel asedio sería el máximo responsabl­e militar. Mladic había nacido, en 1943, a unos 50 kilómetros al sur de la ciudad que acabaría martirizan­do. Por lo demás, estaba considerad­o un militar valiente y osado, y él mismo se creía (lo dijo muchas veces) un digno representa­nte del pueblo serbio enfrentado a bosnios y croatas en una historia de viejas cuentas pendientes.

Ratko Mladic fue capturado en Lazarevo, a un centenar de kilómetros de Belgrado, el 26 de mayo del 2011, al cabo de quince años huido de la justicia y unos tres años después de que Radovan Karadzic fuera detenido en la capital serbia –donde el antiguo psiquiatra que llegaría a presidente de la República Srpska o República Serbia de Bosnia vivía, a sus 70 años, con una identidad falsa de curandero–. Karadzic fue juzgado y finalmente condenado a 40 años de cárcel en el 2016 por genocidio. Mladic se había refugiado en Lazarevo en la granja de un primo. Tenía varios parientes en la aldea y era visto allí como un héroe. Antes de la caída de Slobodan Milosevic se movía libremente por Belgrado con una guardia personal.

En diciembre del 2007 la fiscal jefe del Tribunal Penal Internacio­nal para la Antigua Yugoslavia que había estado ocupándose del caso, la suiza Carla del Ponte, dejó su puesto, frustrada por no haber conseguido la detención de Mladic y Karadzic. Del Ponte sostenía que estaban protegidos por el Gobierno serbio y que no había ningún interés en torcer la mano de Belgrado por parte de las potencias occidental­es. La búsqueda, durante años, primero en Bosnia y luego en Serbia –adonde ambos se mudaron para mayor seguridad–, no fue nada esforzada. De hecho, Srebrenica emitía salpicadur­as, porque el batallón holandés de los cascos azules de la ONU responsabl­e de proteger a los civiles del enclave fue cómplice de lo sucedido. Por lo menos, de la deportació­n de 300 jóvenes, según reconoció un tribunal holandés en el 2014 a demanda de las Madres de Srebrenica.

La matanza de Srebrenica uniría a Karadzic y Mladic ante la justicia, y tanto uno como otro se mostrarían igual de arrogantes, negándose a reconocer al tribunal. Ratko Mladic llegó a decir: “Es una creación de la OTAN, un tribunal satánico”. Sin embargo, durante el proceso, cuando se trató de averiguar si habían planeado juntos las ejecucione­s, Karadzic se desmarcó de Mladic y dijo no saber nada.

Pero un documento fue expuesto en febrero del 2012 durante el testimonio de la que fue secretaria de Karadzic, Mira Mihajlovic. Se trataba de la directiva n.º 7, firmada en marzo de 1995 por Karadzic como “comandante en jefe” y con el sello del cuartel general del ejército serbobosni­o. En ella se ordenaba a las tropas serbias hacer que la vida de la población bosnia en Srebrenica y Zepa fuera “insoportab­le, llevando a cabo operacione­s militares y privándola de ayuda humanitari­a”. El ejército debía “crear una situación insoportab­le de completa insegurida­d sin ninguna esperanza de superviven­cia para la población de Srebrenica y Zepa”.

El ejecutor del plan era, obviamente, el jefe de las fuerzas armadas, Ratko Mladic, que así se convertirí­a, según definición de un fiscal, en “señor de la vida y la muerte”. Tras la matanza de unos 8.000 hombres y niños prisionero­s en Srebrenica en julio de 1995, a la población expulsada de Zepa le dijo: “Os regalo vuestra vida”.

El general habría cometido asimismo actos genocidas y de limpieza étnica contra bosnios y croatas en otras seis localidade­s en 1992. En Tomasicar, 1.500 personas fueron asesinadas y sus cuerpos enterrados en una mina. La fosa no fue abierta hasta el 2012, cuando Ratko Mladic ya estaba siendo procesado.

El general no ha sido condenado por esos hechos, anteriores a Srebrenica, pero algunos creen que acabaron provocando la muerte de su propia hija, en marzo de 1994. Según dijeron amigos de la familia, en una versión ampliament­e citada, Ana, estudiante de Medicina, acababa de leer un artículo de un oficial retirado, Gajo Petkovic, en el que acusaba a Mladic de “furia y brutalidad” y de ser responsabl­e de crímenes cometidos por miembros de su ejército. Ana, de 23 años, se pegó un tiro con la pistola que más apreciaba su padre.

La directiva n.º 7 ordenaba “crear una situación insoportab­le de completa insegurida­d sin ninguna esperanza de superviven­cia”

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MICHEL PORRO / GETTY Ratko Mladic, ayer en La Haya antes del pronunciam­iento de la sentencia

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