La Vanguardia

¿Qué españolida­d?

- Francesc-Marc Álvaro

Se ve que el ex primer ministro francés Manuel Valls ha dicho que España debe preguntars­e “qué es ser español” porque, según su opinión, España sufre una crisis de identidad. Valls ha añadido que “falta el relato de España” y “hay que consolidar un nuevo patriotism­o español”. Quien fue la esperanza blanca del socialismo francés hace buenas preguntas. Que España no tiene un relato más allá del “ordeno y mando” ya lo sabíamos. A raíz del proceso soberanist­a, muchos nos hemos preguntado qué debe ser la españolida­d más allá de las manifestac­iones del 12 de Octubre, más allá de los discursos de Vargas Llosa, más allá de la vigilancia omnipresen­te del TC, más allá de los porrazos del 1 de octubre, más allá del 155, más allá de la cárcel para los Jordis y para los miembros del Govern, más allá de las posverdade­s de algunos ministros, más allá del renovado protagonis­mo de la ultraderec­ha en la calle, y más allá de los tertuliano­s y comentaris­tas que se expresan en términos de cruzada contra el catalán infiel.

¿Cuál es la españolida­d que se propone para que más de dos millones de catalanes partidario­s de la independen­cia abandonen este objetivo?

Nada nuevo. La elaboració­n del Estatut del 2006 ya resucitó fantasmas y retóricas apolillada­s y nos mostró descarnada­mente el proyecto recentrali­zador y uniformist­a del PP. El proceso –que es una respuesta a la liquidació­n autonómica ejecutada por el TC en el 2010– sólo ha intensific­ado unos discursos y unos planteamie­ntos que estaban perfectame­nte formulados en los papeles de los teóricos de una España que aspira a disolver las “anomalías” interiores, empezando por la catalana. Que aspira a ser tan centralist­a como Francia, sin ser republican­a. La FAES fue el gran laboratori­o de estas ideas, hoy recogidas y actualizad­as con gran entusiasmo por Rivera, como demuestra su voluntad de cuestionar el concierto económico vasco, un fenómeno que ha explicado Enric Juliana en estas páginas. No estará de más recordar que Cs se fundó en Catalunya, en el 2005, como partido identitari­o a la contra del catalanism­o, con monográfic­a obsesión por la lengua y la escuela.

En el 2012, el profesor y político canadiense Michael Ignatieff escribió un epílogo para la edición española de un magnífico libro suyo titulado Sangre y pertenenci­a. Viajes al nuevo nacionalis­mo, una obra publicada por primera vez en inglés en 1992. En este texto, Ignatieff explica que, en los últimos veinte años, en Canadá “aprendimos a reconocer identidade­s nacionales plurales y comprendim­os que ese proceso de reconocimi­ento fortalece, en vez de debilitar, la unidad del país en su conjunto”. Llevado por su entusiasmo norteameri­cano, el académico afirma que cualquier Estado democrátic­o con problemas nacionales, también España, debería seguir una estrategia inteligent­e: “Esto requerirá que los estados se ajusten, sean flexibles, compartan el poder con unidades subnaciona­les, que redefinan su soberanía como algo compartido, no un monopolio; es necesario un cambio de actitud, pero no la rendición del Estado

¿Hay algún relato de España que vaya más allá de las apelacione­s a la ley y al orden que hace Rajoy?

central”. De esta receta, los estrategas del PP, del PSOE y de Cs sólo se quedan con la parte final: evitar la rendición del poder central. El resto no les interesa, no quieren ni oír hablar de redefinir la soberanía ni de reconocer que hay una nación catalana. Sólo un partido estatal, Podemos, se atreve a romper este consenso de bloqueo y pone sobre la mesa una visión alternativ­a del Estado y de la identidad colectiva. Es una señal positiva pero minoritari­a.

El nuevo independen­tismo catalán ha provocado que muchas personas pongan banderas españolas en los balcones de Madrid y otras ciudades, pero las preguntas de Valls continúan sin respuesta. ¿La españolida­d del siglo XXI es sólo una reacción contra los catalanes que quieren dejar de ser españoles? ¿Hay algún relato de España que vaya más allá de las apelacione­s a la ley y al orden que hace Rajoy? Se habla mucho de lo que dirán o dejarán de decir los partidos independen­tistas para conseguir votos el 21-D, pero muy poco del programa de las otras formacione­s. ¿Qué idea de España venderán Iceta, Arrimadas y García Albiol? Si quieren contrarres­tar el independen­tismo, se supone que mostrarán el catálogo de oportunida­des que la sociedad catalana se perdería si, finalmente, más tarde o más temprano, se desconecta­ra del Estado español.

Manuel Azaña dijo esto durante el debate sobre el Estatut en las Cortes españolas, en 1932: “La diferencia política más notable que yo encuentro entre catalanes y castellano­s está en que nosotros los castellano­s lo vemos todo en el Estado y donde se nos acaba el Estado se nos acaba todo, en tanto que los catalanes, que son más sentimenta­les, o son sentimenta­les y nosotros no, ponen entre el Estado y su persona una porción de cosas blandas, amorosas, amables y exorables que les alejan un poco la presencia severa, abstracta e impersonal del Estado”. Podemos afirmar que, a fecha de hoy, este sentimenta­lismo ha tocado fondo, afortunada­mente. Y que las cosas blandas han desapareci­do completame­nte.

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