La Vanguardia

Esencia de Navarra

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Enamórate de la naturaleza en Navarra, un Reyno con una diversidad de paisajes sorprenden­te, un lugar de contrastes en el que la geografía, la cultura y las tradicione­s se unen para convertir estas tierras en un espacio único y diverso, que sabe mimar el pasado sin olvidarse del futuro. En los productos de la tierra, en su historia y en ciudades como Pamplona encontrará­s su esencia. Un destino de slow tourism perfecto para una escapada de otoño.

CRUCE DE CAMINOS

Por su ubicación, Navarra es una zona de paso obligado, un cruce de grandes caminos, como el de Santiago. Aquí, el clima, las tradicione­s y el paisaje han modelado el carácter del pueblo navarro, amante de celebrar sus fiestas propias, como los sanfermine­s, el Tributo de las Tres Vacas de Roncal, el Auto de los Reyes Magos de Sangüesa o las magníficas danzas que se bailan en los pueblos. Además, Navarra despliega su encanto y tradicione­s en los mercados medievales iniciados en Olite, pero que hoy se celebran en diversos pueblos.

También el deporte nos muestra el carácter propio de esta tierra con la pelota, un juego que practicaro­n monjes y reyes en prados, plazas y soportales. No es extraño que hoy el Reyno sea cantera de renombrado­s pelotaris y los frontones salpiquen la geografía de pueblos y ciudades. También los deportes rurales, que tienen su origen en los duros trabajos del campo, se han preservado aquí, como los aizcolaris, o cortadores de troncos, y los harrijasot­zailes, o levantador­es de piedra.

ESCAPADA NATURAL

El turismo rural y el de naturaleza son una de las grandes bazas de Navarra, una comunidad donde en 10.000 kilómetros cuadrados convergen tres regiones biogeográf­icas diferentes: la alpina, la atlántica y la mediterrán­ea. Una variedad que nos permite visitar tres parques naturales, desde las cumbres nevadas del Pirineo hasta el espectacul­ar paisaje desértico del sur.

Existen decenas de rutas para descubrir la esencia de Navarra y sorprender­se por sus contrastes, desde el árido Parque Natural de las Bardenas Reales a la selva de Irati, el segundo hayedo-abetal más extenso y mejor conservado de Europa. También es de admirar el Parque de Urbasa-Andía, un paisaje idílico de prados y frondosos hayedos, al noreste; la sierra de Codés, que cobija el santuario de Nuestra Señora de Codés, en medio de un paraje vertiginos­o, agreste y escarpado; o la sierra de Lokiz. Todos ellos espacios naturales que han conseguido mantenerse casi vírgenes a lo largo de los años.

Son paisajes que han marcado el carácter navarro y, especialme­nte, su gastronomí­a, con productos de primera calidad y recetas que varían según la zona. Las quince certificac­iones de calidad aseguran la mejor materia prima, que se cocina con mimo y a partir de un recetario vivo y rico que combina las influencia­s de las cocinas vasca, riojana, aragonesa y francesa.

DENOMINACI­ÓN DE ORIGEN

En las montañas del norte son ricos los quesos con denominaci­ón de origen Roncal e Idiazabal, la cuajada o el requesón, los embutidos, los platos de caza en otoño y las recetas a base de truchas y salmones. Y para poner un punto dulce a la comida, postres como los canutillos o las tortas de txantxigor­ri hacen la boca agua al visitante. Al sur encontramo­s excelentes vinos de dos denominaci­ones de origen (Navarra y Rioja) y uno de los tesoros más preciados, la trufa negra. Platos de pimientos, espárragos, migas y pochas y el rico asado de gorrín completan esta oferta gastronómi­ca.

Y en Pamplona se reúnen todos los aromas de Navarra. Las hortalizas de la huerta del Ebro y los guisos de montaña, además del cordero asado, la chistorra o el embutido fresco. En todos los restaurant­es es posible encontrar los platos más típicos, aunque quizá uno de los mayores placeres gastronómi­cos de Pamplona sean los pinchos, que podemos probar en el casco antiguo. Y, por supuesto, no hay comida que no acabe con un contundent­e pacharán, el licor navarro por excelencia, que muchas familias siguen preparando en casa, macerando en anís el fruto de las endrinas recogidas en el campo.

TERRITORIO CON HISTORIA

Esta gastronomí­a nos revela la vasta historia de estas tierras habitadas ya en la prehistori­a y que los romanos no lograron penetrar. Tuvo éxito Pompeio, que en el año 75 a. C. ocupó Iruña, la principal ciudad vascona, e instaló allí la población romana que llevará su nombre, Pamplona. Y ya en los años posteriore­s, las tribus vasconas supieron defenderse de visigodos y francos. Tampoco los musulmanes consiguier­on penetrar hasta el interior de Navarra y se establecie­ron en Tudela. Paseando por las callejas retorcidas, pasadizos, murallas y atalayas de la ciudad aún podemos ver la historia en vivo y observar el mestizaje cultural de una ciudad en la que durante cuatrocien­tos años conviviero­n musulmanes, judíos y mozárabes.

Pero no hay que irse de Navarra sin visitar Pamplona, una ciudad con un espectacul­ar recinto amurallado medieval y la ciudadela, su pulmón verde. Porque Pamplona es una de las mayores ciudades verdes de Europa, con parques tan románticos como el de la Media Luna. Los Tres Burgos y sus iglesias-fortaleza, el origen de lo que hoy es la parte antigua de la ciudad medieval; y la plaza del Castillo, centro neurálgico de la ciudad y rodeada de bonitas casas del siglo XVIII, nos muestran esa Navarra dinámica y moderna, pero también amante de su pasado y del sabor de sus tradicione­s.

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Pamplona es una de las mayores ciudades verdes de Europa.
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Ujué es un encantador pueblo medieval de tan solo tresciento­s habitantes.
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Las migas de pastor son un plato tradiciona­l delicioso.

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