El Salvador, genuino edén
Ala espera de ser escrutada, la pequeña República de El Salvador mantiene intacta una belleza inusitada, al resguardo de las grandes masas turísticas, pese a la situación del país, en el corazón de Centroamérica. Conforman este particular mosaico paisajes tropicales ligados a lagos volcánicos, cosidos a su vez a esplendorosos parques nacionales y villas coloniales, todo ello sobre un escenario con reminiscencias bélicas atizadas por un dinamismo latino lleno de color y brillo. Con poco más de seis millones de ciudadanos, es el país de la región con menos turistas, aunque, poco a poco, esta primitiva belleza va siendo desgranada por los más pioneros aventureros, dispuestos a renunciar a las comodidades de una oferta turística veterana a cambio de una vivencia genuina de las que escasean.
PLAYAS Y MANGLARES
Tras una guerra civil de más de una década y concluida en 1992, El Salvador despierta de un prolongado letargo que ha mantenido a sus visitantes a raya. No obstante, surfistas ávidos de emociones son fieles a este minúsculo enclave abocado al Pacífico para saborear sus agitadas olas en la intimidad y el sosiego. A lo largo de 300 kilómetros de playas, estas enérgicas olas proporcionan adrenalina punta al relajado visitante de El Sunzal y La Paz, remansos de arena volcánica en los que se libra una guerra permanente entre el océano y la exuberancia tropical de la flora salvadoreña. Mar y tierra disputan una trinchera variable día a día en un escenario repleto de belleza.
A lo largo de 300 kilómetros, su litoral regala un amplio abanico de posibilidades gracias a sus 45 playas de agua cálida y espumada que pueden atravesarse en unas seis horas en coche. Esta travesía, anillada por una carretera costera, ofrece trascendentales vistas sobre el Pacífico y está salpicada de restaurantes con productos frescos extraídos directamente de las fauces del océano: ostras, langostas, camarones, pulpos, caracoles y pescados variados conforman la más sofisticada oferta del litoral de El Salvador.
Pero la costa de este país no es la única bañada por aguas cálidas, ya que el país atesora también tres regiones de manglares, entre las que destaca la del estero de Jaltepeque, con 28 kilómetros de canales en los que conviven garzas, patos y gaviotas en un ir y venir de aves migratorias. Este tipo de aves también pueden avistarse en el lago de Ilopango, a 26 grados todo el año y con curiosos cerros hundidos, lo que lo convierte en un particular y atractivo destino de buceadores. Más al interior, el río Sapo atraviesa 6.000 hectáreas de pinos y robles, desprendiendo a lo largo de todo este recorrido su color turquesa de aguas limpias y frías. País de lagos y parques naturales, El Salvador respira quietud en sintonía con una naturaleza llena de vida que también roza el olimpo en el bosque de manantiales Chaguantique, poblado por monos araña, mariposas Big Blue, árboles de entre 50 y 60 metros y nacimiento s de agua repartidos por toda su superficie.
VOLCANES FAMOSOS
Mención aparte merecen los volcanes salvadoreños, muy bien representados en el Parque Nacional Los Volcanes, que da acceso a las cumbres de tres de ellos e integra en total catorce jóvenes formaciones. Sin embargo, una de las mayores experiencias es la visita al volcán de San Salvador (a menos de una hora en coche de la capital), que concede vistas impresionantes en todas sus vertientes al abrigo de una vegetación verde y abundante por la que merece la pena pasear. En la cumbre de este volcán (que entró en erupción en 1917) se sitúa el Parque Nacional El Boquerón ,amás de 1.800 metros, una área protegida con vistas al cráter y a la capital salvadoreña. La virginidad de la zona, a la vez que su fácil acceso, pone la alfombra roja a un turismo que brilla por su ausencia.
Este pequeño enclave también es un lugar de civilización desde eras remotas, a pesar del elevado grado de violencia que actualmente oscurece sus calles y que es, sin duda, uno de los mayores retos del país centroamericano. Pese a ello, la civilización se erigió hace cientos de años entre sus habitantes, como así lo atestiguan los numerosos restos arqueológicos mayas y precolombinos. Por ejemplo, la Joya del Cerén, que ilustra la cotidianidad de los pueblos indígenas antes del descubrimiento de la región por parte de los españoles, así como el complejo arqueológico de Tazumal, que desvela una sofisticada sociedad maya que drenaba sus aguas, enterraba a sus difuntos, jugaba ala pelota y construí a pirámides.
VISITA A LA CAPITAL
Saltando al presente, San Salvador se erige como una urbanita capital arquitectónica respaldada por las vistas al homónimo volcán. Tiene entre sus atractivos la iglesia del Rosario como uno de sus lugares más destacados e icónicos, tanto por los acontecimientos relevantes que ha presenciado como por sus valores artísticos: sin columnas, es un recinto oval dotado de vistoso colorido. Más imponente es su catedral Metropolitana, de majestuosa cúpula. Pero San Salvador también es una pista de cultura, a juzgar por la importancia de su Teatro Nacional, el más antiguo de Centroamérica y con acabados del Rococó y el Art Nouveau, al contrario que el palacio Nacional, de grandiosas columnas con estatuas de Cristóbal Colón e Isabel la Católica (donadas por Alfonso XIII), que rematan un estilo ecléctico con elementos jónicos y corintios.
Más simbólica es la plaza Libertad, situada en el centro histórico de la ciudad, ya que marcó el inicio de la expansión de la capital a mediados del siglo XVI. La pintoresca historia del país puede verse también desde otra perspectiva; por ejemplo, visitando el Museo Marte, con fondos públicos y privados de casi doscientos artistas. Pero si lo que el visitante desea es sumergirse en épocas anteriores, deberá bucear por el Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán, con piezas de 1.500 a 250 a. C. Otro tipo de relato histórico es el que ofrece el cementerio de los Ilustres, de la mano de más de cuatrocientas tumbas de distinguidos personajes clave, como políticos y artistas de primera división.
Más allá de su capital, El Salvador embelesa con el encanto de otras numerosas pequeñas villas, como Santa
Ana, que sobresale por el cultivo del café. También San Sebastián, conocida por sus producciones textiles, y
La Palma, que resuena por la elaboración de artesanía. El Salvador vibra al ritmo de la salsa a la espera de abrazar a visitantes atraídos por una naturaleza indómita y unas villas en plena virginidad.
CON POCO MÁS D E SEIS MILLONES D E CIUDADAN OS, ES EL PAÍS D E LA REGIÓN CON MEN OS T URIS TAS
LA PLAZA LIBERTAD MARCÓ EL INICIO D E LA EXPANSIÓN D E LA CAPITAL A MEDIADOS D EL SIGLO XVI