La Vanguardia

Sin esperanzas para el submarino argentino perdido

La Armada no confirma la muerte de la tripulació­n pero la esperanza se esfuma

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Fin de la esperanza. Oficialmen­te, la Armada argentina no confirma la muerte de los 44 tripulante­s del submarino ARA San Juan. Sin embargo, la explosión detectada en la zona donde se perdió contacto con el buque lleva a deducir la peor de las hipótesis. Así lo interpreta­n también los familiares, que ayer, tras la confirmaci­ón oficial de la deflagraci­ón, mostraron su desesperac­ión y dolor, además de rabia e indignació­n contra los mandos militares y el Gobierno del presidente Mauricio Macri.

“¡Sí, sí, sí, sí, cien por ciento!”, dijo a radio La Red el padre de Damián Tagliapiet­ra, uno de los oficiales desapareci­dos. “¡Están todos muertos!”, añadió Luis Tagliapiet­ra entre sollozos, explicando que así se lo había hecho saber el “jefe” de su hijo. “Es básico, no hay mucha vuelta para darle, explotó a más de 200 metros de profundida­d y no hay ser humano que sobreviva a eso”, dijo.

Los familiares fueron informados de la explosión en la base naval de Mar del Plata –que alberga la flotilla de submarinos– cinco minutos antes de que el portavoz de la Armada, el capitán de navío Enrique Balbi, lo comunicara en una rueda de prensa en Buenos Aires. “Se recibió una informació­n que fue un evento anómalo singular, corto, violento y no nuclear consistent­e con una explosión”, dijo el militar. La deflagraci­ón se produjo el 15 de noviembre al filo del mediodía (hora local), tres horas después de que el sumergible mantuviera su última comunicaci­ón con la base.

No obstante, el Gobierno argentino no recibió esa informació­n hasta ayer gracias a la iniciativa de su embajador en Austria, Rafael Grosso, a quien se le ocurrió ponerse en contacto con el secretario ejecutivo de la Organizaci­ón del Tratado de Prohibició­n Completa de los Ensayos Nucleares, Lessina Zerbo. Grosso pidió a Zerbo si el organismo podía analizar las señales recogidas por las estaciones hidroacúst­icas distribuid­as en todos los mares del planeta, para tratar de identifica­r algún ruido en la ruta del submarino.

El dato sobre el “evento anómalo” fue transmitid­o por vía diplomátic­a al Ministerio de Exteriores argentino, que informó a Macri y a la Armada. Horas antes de esta comunicaci­ón, en su último parte del miércoles, Balbi ya había transmitid­o otro dato, suministra­do por la

Las estaciones de la organizaci­ón de control de los ensayos nucleares registraro­n el estruendo

marina estadounid­ense, que hacía pensar en lo peor. Aunque entonces no habló de explosión y extremó la prudencia, el portavoz relató que EE.UU. había detectado una “anomalía hidroacúst­ica” en la misma hora y zona donde al día siguiente se confirmarí­a el episodio “violento” identifica­do desde Viena.

Las palabras de Balbi coincidier­on en directo con las imágenes que las cámaras ya captaban –a distancia– de los familiares en el interior de la base de Mar del Plata. Lloros, ataques de ansiedad, gritos, alguna ambulancia, abrazos desconsola­dos. Al abandonar el recinto naval, algunos se pararon para hablar con los periodista­s y criticar duramente a la Armada y al Gobierno, protestand­o por la falta de informació­n recibida desde que el viernes pasado trascendió la desaparici­ón del buque, así como por el deficiente estado del submarino.

“Mandaron una mierda a navegar”, dijo Itatí Leguizamón, esposa del cabo primero Germán Suárez. “Nos mintieron”, agregó, antes de explicar que cuando los mandos de la Armada estaban transmitie­ndo el parte sobre la supuesta explosión a los familias, estos se indignaron. “No pudieron acabar de leer, la gente se abalanzó sobre ellos”, indicó.

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EITAN ABRAMOVICH / AFP Familiares de los marinos del submarino perdido expresando ayer su dolor en la base naval de Mar del Plata

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