Sin esperanzas para el submarino argentino perdido
La Armada no confirma la muerte de la tripulación pero la esperanza se esfuma
Fin de la esperanza. Oficialmente, la Armada argentina no confirma la muerte de los 44 tripulantes del submarino ARA San Juan. Sin embargo, la explosión detectada en la zona donde se perdió contacto con el buque lleva a deducir la peor de las hipótesis. Así lo interpretan también los familiares, que ayer, tras la confirmación oficial de la deflagración, mostraron su desesperación y dolor, además de rabia e indignación contra los mandos militares y el Gobierno del presidente Mauricio Macri.
“¡Sí, sí, sí, sí, cien por ciento!”, dijo a radio La Red el padre de Damián Tagliapietra, uno de los oficiales desaparecidos. “¡Están todos muertos!”, añadió Luis Tagliapietra entre sollozos, explicando que así se lo había hecho saber el “jefe” de su hijo. “Es básico, no hay mucha vuelta para darle, explotó a más de 200 metros de profundidad y no hay ser humano que sobreviva a eso”, dijo.
Los familiares fueron informados de la explosión en la base naval de Mar del Plata –que alberga la flotilla de submarinos– cinco minutos antes de que el portavoz de la Armada, el capitán de navío Enrique Balbi, lo comunicara en una rueda de prensa en Buenos Aires. “Se recibió una información que fue un evento anómalo singular, corto, violento y no nuclear consistente con una explosión”, dijo el militar. La deflagración se produjo el 15 de noviembre al filo del mediodía (hora local), tres horas después de que el sumergible mantuviera su última comunicación con la base.
No obstante, el Gobierno argentino no recibió esa información hasta ayer gracias a la iniciativa de su embajador en Austria, Rafael Grosso, a quien se le ocurrió ponerse en contacto con el secretario ejecutivo de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, Lessina Zerbo. Grosso pidió a Zerbo si el organismo podía analizar las señales recogidas por las estaciones hidroacústicas distribuidas en todos los mares del planeta, para tratar de identificar algún ruido en la ruta del submarino.
El dato sobre el “evento anómalo” fue transmitido por vía diplomática al Ministerio de Exteriores argentino, que informó a Macri y a la Armada. Horas antes de esta comunicación, en su último parte del miércoles, Balbi ya había transmitido otro dato, suministrado por la
Las estaciones de la organización de control de los ensayos nucleares registraron el estruendo
marina estadounidense, que hacía pensar en lo peor. Aunque entonces no habló de explosión y extremó la prudencia, el portavoz relató que EE.UU. había detectado una “anomalía hidroacústica” en la misma hora y zona donde al día siguiente se confirmaría el episodio “violento” identificado desde Viena.
Las palabras de Balbi coincidieron en directo con las imágenes que las cámaras ya captaban –a distancia– de los familiares en el interior de la base de Mar del Plata. Lloros, ataques de ansiedad, gritos, alguna ambulancia, abrazos desconsolados. Al abandonar el recinto naval, algunos se pararon para hablar con los periodistas y criticar duramente a la Armada y al Gobierno, protestando por la falta de información recibida desde que el viernes pasado trascendió la desaparición del buque, así como por el deficiente estado del submarino.
“Mandaron una mierda a navegar”, dijo Itatí Leguizamón, esposa del cabo primero Germán Suárez. “Nos mintieron”, agregó, antes de explicar que cuando los mandos de la Armada estaban transmitiendo el parte sobre la supuesta explosión a los familias, estos se indignaron. “No pudieron acabar de leer, la gente se abalanzó sobre ellos”, indicó.