La Vanguardia

El pacto del cupo vasco reabre el discurso de los agravios

Ciudadanos y Compromís votan en contra del acuerdo entre Rajoy y PNV Rivera busca erosionar más al PP en plena crisis catalana

- PEDRO VALLÍN Madrid TONI BATLLORI

Catalunya era el elefante en la habitación en el pleno del Congreso que ayer debatía y aprobaba en lectura única el acuerdo de los gobiernos vascos y español para desbloquea­r y actualizar el cupo vasco, joya de la corona de la asimetría fiscal española. Ciudadanos, con su anunciada oposición a la aprobación y al propio trámite, en lectura única, provocó un debate acre en el que Albert Rivera, amén de los airados reproches de todos los grupos, tuvo que escuchar cómo el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro lo reprendía con gravedad institucio­nal en su réplica. “Veo que estamos en campaña electoral. Las del 21-D son unas elecciones muy importante­s, nos estamos jugando muchas cosas, tal como asumimos cuando hemos ido juntos a la aplicación del artículo 155 por primera vez en nuestro país”, empezó el ministro. “Pues en una situación así, ciertos calificati­vos sobran, ciertos enfrentami­entos entre ciudadanos españoles sobran, sobra el énfasis en los agravios comparativ­os”, reconvenía.

La intervenci­ón inicial del ministro, continuaci­ón de la que ya había realizado el día anterior en la comisión parlamenta­ria, había intentado serenar los ánimos territoria­les prometiend­o acelerar el rediseño de la financiaci­ón autonómica, y pretendía dar al debate un tono didáctico, insistiend­o en la cualidad bilateral del pacto y en su autonomía respecto a la financiaci­ón de las comunidade­s de régimen general. Bajo la mirada de representa­ntes de las institucio­nes vascas y del PNV, cuyo presidente, Andoni Ortuzar, asistió a la sesión desde la tribuna, Montoro –enfrentado a un debate inédito pues el cupo solía transitar por la Cámara entre un silencio de asentimien­to– se apoyó en algunos de los datos en los que también había hecho hincapié el grupo vasco estos días, como la aportación vasca a la solidarida­d interterri­torial en un porcentaje superior a su peso en el PIB, su mayor presión fiscal respecto a las comunidade­s de régimen general, su eficiencia recaudator­ia –con un peso menor de la economía sumergida– y su mayor renta, que también explican su mejor financiaci­ón.

Consciente del delicado e indeseado brete que suponía este debate, Ortuzar, acabada la sesión, hablaba de la satisfacci­ón política que suponía el mutuo reconocimi­ento y la bilaterali­dad entre ambos gobiernos, una lección importante para estos tiempos, de la que “hay que tomar nota”. Una periodista aguda quiso saber si ese elogio de la bilaterali­dad era un recado al unilateral­ismo del Govern catalán depuesto, pero el líder vasco, con media sonrisa, la corrigió: “Debe tomar nota el Estado español”.

El esfuerzo previo de Montoro no hizo mella en Albert Rivera que acudía con el ánimo del que quiere violentar tabúes y resquebraj­ar con estrépito la discreción que había presidido hasta ahora las aprobacion­es parlamenta­rias del pacto del cupo. La placidez que invocaba Montoro no era lo que buscaba Ciudadanos. “Darle dinero a quien debería aportar, eso es el cuponazo”, decía Rivera para impulsar el neologismo fiscal que lleva toda la semana intentando convertir en meme. No dejó escapar la ocasión de dirigirse al independen­tismo catalán, en especial a ERC, que había declinado el uso de la palabra. “¿Sabe por qué los nacionalis­tas catalanes no votan en contra? Porque quieren otro cuponazo. Porque quieren sacar réditos de su golpe a la democracia. Porque a ustedes les gusta, como buenos supremacis­tas, el privilegio”, decía mientras los diputados republican­os se removían en sus es-

AGRAVIO TERRITORIA­L “Darle dinero a quien debería aportar más, eso es el cuponazo”, acusa Albert Rivera

REFORMA DE LA LOFCA Montoro llama a evitar enfrentar territorio­s y ofrece premura para la nueva financiaci­ón

caños. Para Montoro usó un tono de desafío y desdén: “Ustedes se pasan a los expertos por el arco del triunfo porque los expertos se creen ustedes. O los listos, mejor que expertos. Son expertos en el pasteleo, en la desigualda­d, en pactar con nacionalis­tas y abandonar al resto de españoles, expertos en la triquiñuel­a y en el dónde está la bolita”.

Ciudadanos horadaba en la vía de agua que los sondeos acreditan que han abierto en el electorado más conservado­r del PP a causa del desafío catalán, siguiendo el discurso impulsado por la FAES de José María Aznar, y el ministro Montoro, de común irónico, tenía que ponerse solemne: “En vez de normalizar la relación institucio­nal, poner el énfasis en el agravio es llevar al enfrentami­ento entre españoles. Lo haga un dirigente en esta cámara o lo haga un presidente autonómico desde su territorio”, dijo empatando a Rivera con Puigdemont.

La ofensiva de Rivera contra el cupo vasco –no tanto contra el Concierto Económico, pero no por falta de interés, explicó, sino de diputados para abolirlo– le valió toda suerte de epítetos del resto de grupos de la Cámara. Los diputados Javier Maroto (PP), Pedro Saura (PSOE), Nagua Alba (Podemos), Idoia Sagatizaba­l (PNV), Ferran Bel (PDECat), Ignasi Candela (Compromís), Íñigo Jesús Allí (UPN), Marian Beitialarr­angoitia (Bildu), Ana Ormas (Coalición Canaria) e Isidro Martínez Oblanca (Foro Asturias), desplegaro­n un catálogo de epítetos reprobator­ios para definir la intervenci­ón de Rivera, una colección de denuestos que fue a parar al diario de sesiones: “Hipócrita, irresponsa­ble, populista, mentiroso, fariseo, oportunist­a, jacobino, rancio...”. No se libró ni siquiera de los ataques de los grupos que no votaron a favor de la aprobación, Compromís y Bildu.

El grupo valenciano votaba en contra del cupo en protesta por la infrafinan­ciación que padece su comunidad y el retraso de la reforma de la financiaci­ón autonómica, un movimiento audaz que obligaba ayer al presidente valenciano, el socialista Ximo Puig, a exigir una mayor vinculació­n del País Vasco, a través del cupo, a la financiaci­ón del resto de comunidade­s. Bildu por su parte, votó a favor de la actualizac­ión del Concierto Económico pero se abstuvo en la votación del cupo –cosa que molestó mucho al PNV–, porque considera que ha sido una merced del Gobierno a cambio de los presupuest­os del 2017, y en tal sentido, una vulneració­n del principio de bilaterali­dad.

Tras la agitada aprobación y pese al saldo muy mayoritari­o a favor del cupo, era evidente la preocupaci­ón de los diputados del PSOE, algunos de cuyos barones, y no solo Puig, comparten la sensación de agravio que ayer Rivera quiso vehicular en el hemiciclo, y más aún, en el PP, interesado estos días en el enfriamien­to de la tensión en Catalunya pero también en reconquist­ar el sosiego territoria­l para traer unos presupuest­os al Congreso tras el 21-D y hallar interlocut­ores dispuestos al pacto. Pero también porque la inflamació­n territoria­l, los agravios recíprocos, está engordando las alforjas de intención de voto de la formación naranja en detrimento del partido del Gobierno. Rivera lo sabe, y esgrimiend­o de continuo una Constituci­ón desde su escaño, respondía con mímica retadora, casi solazado, a las críticas de Montoro y Maroto.

Como guinda, dejó un recado deletéreo al PP: “Ciudadanos fue el único partido que votó a favor de la investidur­a de su gobierno, señor Montoro, piénselo. Piénselo”.

EL CUPO COMO EJEMPLO Ortuzar subraya que el Estado ha de tomar nota de los beneficios de la bilaterali­dad

REPROCHES

Los grupos cargan al unísono contra Rivera por “oportunist­a, fariseo e irresponsa­ble”

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DANI DUCH El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, dos de los protagonis­tas de la sesión de ayer
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