La Vanguardia

Código Penal y política

- J. BARBERÀ, periodista, candidato por Barcelona de Catalunya en Comú-Podemos

La utilizació­n del Código Penal para dirimir cuestiones políticas es la negación de la política. Cuando dos millones de personas demandan soluciones y se les responde con el Código Penal, se puede vivir en democracia y en un Estado de derecho, pero no se hace política. La política es diálogo, negociació­n, cesión, consenso y pacto.

Pensar que dos millones de personas desaparece­rán del mapa con la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón y con la aplicación del Código Penal a los mandatario­s y dirigentes civiles que han llevado hasta las últimas consecuenc­ias sus programas electorale­s es ilusorio, y no es democrátic­o. Puede ser legal, pero no es democrátic­o.

Un estadista se sienta a la mesa y sólo se levanta cuando se ha encontrado una solución aceptable para las partes. Sólo los mediocres se refugian en el imperio de la ley. Si se quiere construir, no se puede condenar a una minoría a perder siempre todas las votaciones. Se tiene que encontrar una salida. Y el Código Penal no lo es.

Las constituci­ones son marcos de convivenci­a y se tienen que adaptar a los tiempos porque los tiempos cambian. Llegados a este punto, ¿por qué la mayoría en España representa­da en el Congreso se resiste a negociar y reformar la Constituci­ón para encontrar una salida honorable a la demanda que se hace desde Catalunya?

No creo que sea por patriotism­o ni por constituci­onalismo ni por garantizar la igualdad entre los españoles ni por demos, sino que es más

Necesitamo­s una salida que no sea la humillació­n y la venganza; hace falta consenso en Catalunya y excluir la unilateral­idad

bien la conservaci­ón encarnizad­a del statu quo que garantiza los privilegio­s de toda una superestru­ctura de poder que se mantiene en el tiempo y que castiga a todos los pueblos de España a no existir bajo la amenaza del artículo 8 de la Constituci­ón.

Pero estamos donde estamos, con aciertos y desacierto­s, y se tiene que encontrar una solución honorable que no pase por la humillació­n y la venganza. Para conseguirl­o, primero se tiene que volver al pacto y al consenso en Catalunya, y se tiene que descartar completame­nte la unilateral­idad. Eso es la antítesis del “tenemos prisa” y del “mambo”, evidenteme­nte.

La vía de la unilateral­idad con la esperanza de que el Estado cedería en el último momento ha fracasado. Es una vía que, como algunos no nos hemos cansado de repetir, no se tendría que haber iniciado nunca con los resultados de las elecciones del 27-S del 2015.

A causa de la proclamaci­ón de la república el 27 de octubre, los negacionis­tas de la política y de la plurinacio­nalidad del Estado han arrasado el autogobier­no, han encarcelad­o a medio ejecutivo, y el otro medio está en Bruselas pendiente de ser extraditad­o. Este es su imperio de la ley, el imperio de la ley de la antipolíti­ca y de los acosadores.

Las elecciones del 21-D no serán unas elecciones normales, pero sí serán una oportunida­d para poder reconstrui­r puentes, para tener un gobierno efectivo, para poder luchar por la liberación de los presos, para la anulación de las causas judiciales abiertas, para la suspensión del 155 y para establecer los consensos necesarios a nivel de Estado con el objetivo de poder hacer efectivas las demandas de una buena parte de los ciudadanos de Catalunya.

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