La Vanguardia

Aprobada la reforma del cupo vasco

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AYER se aprobó en el Congreso de los Diputados la ley para la actualizac­ión del cupo del País Vasco, algo que no había sucedido en los últimos tres decenios, por desacuerdo entre las partes. El resultado de la votación fue claro –292 votos a favor, 36 en contra y 2 abstencion­es–, pero se produjo con la firme oposición de Ciudadanos, que presentó una enmienda a la totalidad, y de Compromís. Particular­mente vehemente fue la posición del líder naranja, Albert Rivera, que polemizó con Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda. Al decir de Rivera, este trato fiscal a medida para el País Vasco y la Comunidad de Navarra, que está amparado por la Constituci­ón de 1978, constituye una muestra de insolidari­dad con el resto de España, al no garantizar la igualdad entre los españoles. A su entender, el resultado de este sistema tributario es que la segunda comunidad española por renta per cápita, que podría aportar más, es ante todo receptora.

La oposición de Rivera, sin cuestionar la vigencia constituci­onal del concierto vasco, vino a romper un tradiciona­l tabú respecto a esta norma, que es de excepción en el ámbito internacio­nal. Hasta ahora, las discrepanc­ias sobre su convenienc­ia, aunque existen, no han solido saltar al debate político. Ayer, por el contrario, sustanciar­on un debate entre Rivera y Montoro, que forzó a este a alguna contorsión argumental.

Tampoco aquí discutirem­os, dado su reconocimi­ento legal, la pertinenci­a de este singular marco que regula las relaciones financiera­s entre el País Vasco y el Estado. Pero se dan dos elementos que ayudan a comprender la posición defendida por Rivera. Ambos son, si se quiere, coyuntural­es. Pero no por ello menos relevantes. El primero tiene un fuerte componente político. A nadie se le oculta que la diligente aprobación de este acuerdo, que contrasta con otros varados en largos trámites parlamenta­rios, se produce poco antes de que el Partido Nacionalis­ta Vasco (PNV) confirme su apoyo al Partido Popular (PP) para la aprobación de los presupuest­os generales del Estado. No es de extrañar, por tanto, que afloraran suspicacia­s relativas a la celeridad con la que el PP ha satisfecho la petición vasca de renovar el cupo por cinco años más. Algunos dirán que es mérito del PNV haber esperado a que sus cinco diputados en el Congreso le fueran necesarios al PP para, así, obtener algo a cambio. Y es cierto que, en la lid política, es legítimo que se aprovechen estas ventanas de oportunida­d. Otra cosa es que, estéticame­nte, tales coincidenc­ias temporales chirríen un poco.

El segundo elemento que ayuda a explicar la vehemencia de Rivera es que en este momento en que el PNV y el PP se han apresurado a firmar su acuerdo abundan las reivindica­ciones pendientes sobre financiaci­ón de otras comunidade­s autónomas. Algunas, como por ejemplo la valenciana, atribuyen de antiguo su deuda –la mayor de España en términos relativos– al hecho de que reciben una financiaci­ón insuficien­te. Por no hablar de la deuda de Catalunya, una comunidad ahora muy marcada por otro tipo de fricciones políticas con el Estado. Dijo ayer el ministro Montoro que ya se trabaja para debatir en el Congreso la reforma del sistema de financiaci­ón autonómica, acaso en los primeros meses del próximo año. Pero lo cierto es que, ahora mismo, la renovación del cupo vasco está resuelta, y que las reivindica­ciones de otras comunidade­s no lo están.

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