La Vanguardia

Un nuevo autor llega

- Francesc-Marc Álvaro

El mismo día que empiezo a leer el volumen inédito de Josep Pla –Fer-se totes les il·lusions possibles i altres notes disperses– hablo del escritor ampurdanés a un grupo de estudiante­s que tienen alrededor de veinte años. Ninguno de ellos ha leído nada del gran prosista y algunos piensan que no tienen nada en común con un señor mayor que aparece con boina y fumando en algunas fotografía­s. La primera operación es borrar estas imágenes, recordar que Pla tuvo también veinte años y pedirles que lo consideren un autor nuevo que llega ahora al público. De hecho, para ellos, Pla es una voz totalmente nueva; les pido que se lo tomen de esta manera, desde la curiosidad. Prejuicios no tienen, porque tampoco tienen mucha informació­n sobre el homenot.

¿Es nuevo Pla para mí? El volumen que publica Destino y que ha preparado Francesc Montero nos muestra a un escritor que no puede ser considerad­o nuevo para los que lo hemos leído, pero que también lo es, inevitable­mente, en la medida en que descubrimo­s cosas que quizás nos habían pasado antes por alto. Eso ocurre con estos papeles póstumos que ahora ven la luz, pero también pasa cuando releemos páginas muy conocidas de Pla: el clásico es diferente porque nuestro momento de recepción lo es también. Mi primera aproximaci­ón a El quadern gris fue un fracaso, no conecté con él, yo no era todavía quien soy. Unos años después, aquella obra se me mostró como un bazar apasionant­e, dentro del cual pasear con los ojos y las orejas bien abiertas. En cambio, leí por primera vez Notes disperses en un momento en que la bestia interior encontró en aquel dietario un purgante y la conversaci­ón virtual que sustituye (o no) las horas en blanco.

Pla regresa nuevo cada vez que lo leemos y releemos. Sus palabras superan el peaje documental y la prenda informativ­a, sobreviven gracias a la fuerza del estilo y a la originalid­ad de la mirada. El paso del tiempo pule las palabras, y nosotros somos pulidos, a su vez, por el paso de las palabras y los muertos. Y Pla se mueve con nosotros porque nosotros atravesamo­s Pla, simulando ser desconocid­os de confianza, extraños en un tren perdido en medio de la nada. Querría transmitir todo esto a los estudiante­s, decirles que Pla se inventó a Pla para que ahora ellos aceptaran el juego: escuchar su voz, observando la gente y las ciudades, los detalles y el color de lo que no puede verse pero se puede describir. Antes, sin embargo, deberían renunciar a leer a Coelho –y otras cosas– que tienen en casa.

En la página 133 de Fer-se totes les il·lusions possibles: “Davant de la gent (en públic), els menys innocents són sempre els més decents i primmirats”. Un nuevo autor llega a la ciudad. Celebrémos­lo. ¿Por qué hemos permitido que algunos abanderado­s de la derrota perenne quieran hacer de Pla su muñeco de nieve?

El paso del tiempo pule las palabras, y nosotros somos pulidos, a su vez, por el paso de las palabras y los muertos

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