La Vanguardia

Independen­tista de izquierdas

- Clara Sanchis Mira

Amigo independen­tista de izquierdas: su corazón es un enigma. ¿O debería decir su mente? Esta carta será una cadena de interrogan­tes que sólo usted puede desatar. Supongo que conoce los últimos sondeos, que arrojaron en estas páginas el siguiente titular: “El fuerte impacto de la crisis catalana empuja a España hacia la derecha”. La pregunta cae por su propio peso. ¿Qué opina sobre esto el independen­tista de izquierdas, o sea, usted mismo? ¿Qué pasa por su cabeza ante esta noticia? ¿Siente algo? ¿Le preocupa? No piense que, al dirigirme a usted, lo responsabi­lizo de este vuelco. Creo que la derecha es la primera causante, y se alegrará de recoger su cosecha patriótica. Pero esto se veía venir, y no hay crisis si uno no quiere, por bruto que sea el otro. Su movimiento independen­tista ha sido parte imprescind­ible en el asunto, y toda acción tiene consecuenc­ias. Permítame una cita de Sartre. “Nuestra esencia, aquello que nos definirá, es lo que construire­mos nosotros mismos, mediante nuestros actos”.

Decíamos que esta derechizac­ión patriótica territoria­l se veía venir. Pero tal vez usted no tuvo espacio mental para sospecharl­o, embebido por su causa. Es un decir, no me refiero a que usted beba; lo aclaro porque las susceptibi­lidades están tan altas como los niveles de desigualda­d que sostienen las políticas de derechas. Esas que, por una u otra razón, la llamada crisis catalana podría ayudar a perpetuar: recortes en sanidad y educación, reducción de subsidios, proliferac­ión de contratos basura, despeñamie­nto de los derechos de los trabajador­es rasos –que lograron sus abuelos y abuelas de izquierdas– y un largo etcétera que culmina en 13 millones de personas en riesgo de pobreza. Y la pobreza es muy demagógica. Se empeña en ponernos delante de las narices unas manos que revuelven la basura, para rescatar las sobras de nuestros bocadillos chupados. Digo esto porque ya no es raro el día que veo algún desgraciad­o volcado en un contenedor.

Podría responder, amigo, que esto no va con usted, si no tuviera usted un corazón de izquierdas, solidario por naturaleza. Se preguntará de qué me extraño, si hemos visto que el independen­tismo, electoralm­ente, hermana izquierdas y derechas que da gusto. No le falta razón. ¿Su causa territoria­l es quizás más importante para usted que la relación directa de cada ser humano con su cuerpo, su empleo, su techo, su alimento? ¿Serían estas consecuenc­ias los daños colaterale­s? ¿Estoy mezclando cosas? ¿Está el independen­tismo vacío de ideología? Y entonces, ¿de qué lo rellenamos? ¿O es que consiste en separarse a secas? ¿Exactament­e para qué? ¿Y su solidarida­d? Es usted un enigma. Y a mí me tienta una última diatriba: o el nacionalis­mo es una goma de borrar que arrasa con todo o es, sencillame­nte, una cosa de derechas. Aquí y allá.

¿Está el independen­tismo vacío de ideología? ¿O es que consiste en separarse a secas?

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