Futuro laboral
El tiempo político parece haberse detenido. Y ese cambio ha traído un moderado optimismo. Pero no vayan a equivocarse: el golpe que ha experimentado la economía catalana no es menor. Lo muestran todos los indicadores disponibles: en el mercado de la vivienda. Frenazo en transacciones y en el aumento de sus precios; en ventas de grandes almacenes, pasajeros en El Prat, matriculaciones de vehículos o pernoctaciones hoteleras, muy notables caídas. En cambio, las exportaciones internacionales de mercancías crecieron con fuerza en septiembre. Pero, en aquello que es substancial, es decir, en cuál será el crecimiento del PIB y del empleo en el último trimestre del 2017, habrá que esperar unos meses para evaluar el impacto de lo sucedido.
Donde sí tenemos información relevante es en el mercado de trabajo. Y ahí las cifras apuntan a lo que cabía esperar: en octubre, la afiliación a la Seguridad Social redujo bruscamente su empuje, situándose muy por debajo del resto del país: aumento intermensual casi nulo (de sólo el 0,05%), lejos del 0,5% medio de España y más apartado todavía del avance del 1,3% de Andalucía, Madrid y el País Vasco o del 2,2% de Valencia. Una lectura optimista señalaría que, en relación con octubre del 2016, el aumento del 3,8%, superior al 3,5% de media española, continúa siendo sustancial. Pero, al acumular los cambios del último año, esta visión oculta lo sucedido últimamente: la súbita
De nosotros depende que, tras el mes de octubre, la economía mejore sus expectativas
frenada de octubre queda tapada por los fuertes incrementos anteriores de la afiliación, más intensos en Catalunya que en España.
En suma, inevitables efectos de la crisis política sobre el mercado de trabajo. Y dado que la creación de empleo deriva de la demanda sobre bienes y servicios, esos negativos impactos continuarán los próximos meses. Simplemente porque el choque sobre la confianza ha sido muy severo y su recuperación, hoy por hoy, precisa de un largo periodo de convalecencia. Como ejemplo de esa difícil transición, intenten imaginar cuándo habrán regresado, si es que lo hacen, las más de 2.500 empresas que han trasladado su sede fuera de Catalunya.
¿Hasta qué punto hay que preocuparse por esta dinámica laboral? Tranquilos no se puede estar. Lo recordó esta semana la Comisión Europea, al señalar a la incertidumbre catalana como un riesgo que planea sobre el futuro macroeconómico español en el 2018. Pero, además, porque nada es impensable en un país en el que la política se ha situado, tan a menudo, al margen o por encima de las necesidades económicas de la sociedad. Si la tensión continúa, todo puede empeorar.
Pero si a partir del 21-D entráramos en una fase de estabilidad, de recuperación de expectativas y de lenta mejora de la actividad, la súbita frenada en la creación de empleo terminaría siendo transitoria, de sólo unos meses. ¿Hacia dónde se inclinará ese incierto futuro? ¿Recuperaremos el ritmo anterior o se reforzará la parada de octubre? Dependerá. ¿De quién? De todos nosotros.