El nuevo presidente de Zimbabue promete elecciones libres en el 2018
Mnangagwa jura el cargo en un estadio atestado, con la oposición pero sin Mugabe
Zimbabue inicia la era de l Cocodrilo. Emmerson Mnangagwa prestó ayer juramento como nuevo presidente del país, el segundo desde la independencia, y sustituye así a Robert Mugabe, quien estuvo en el poder 37 años y dimitió de su cargo el martes. Mnangagwa se dio un baño de masas ante 60.000 personas en el Estadio Nacional de la capital, Harare, y apuntó aires de cambio: prometió unas elecciones “libres y justas” antes de un año, en septiembre del 2018, y anunció reformas económicas, creación de empleo y reducción de la pobreza.
Conocido como Cocodrilo, alcanza el sillón presidencial después de que el ejército tomara el control del país hace dos semanas y los militares y la vieja guardia del partido gobernante, el Zanu-PF, forzaran la salida del veterano político de 93 años. Ex vicepresidente y hombre fuerte del régimen de Mugabe hasta que fue expulsado el 6 de noviembre por su rivalidad con la primera dama, Mnangagwa también hizo ayer gestos elocuentes hacia el exterior: aseguró que indemnizará a los granjeros blancos cuyas tierras fueron nacionalizadas y se comprometió a proteger las inversiones extranjeras. Con la economía en caída libre, esas palabras anuncian un viraje de 180 grados con la política anterior: desde el año 2000, cuando el gobierno inició un plan radical de nacionalización de tierras cultivables, Zimbabue había estado aislado internacionalmente.
El intento de mano tendida hacia el exterior también lo fue hacia dentro –incluso estaban presentes en el estadio los líderes opositores Morgan Tsvansgirai y Joice Mujuru– pero hubo una gran ausencia: Robert Mugabe, oficialmente “necesitado de descanso”, no asistió a la investidura. La no presencia del considerado héroe de la independencia confirma que no ha habido una transición normal en Zimbabue sino un cambio político forzado por los uniformados, quienes intervinieron ante los intentos de la primera dama, Grace Mugabe, por suceder a su marido en la presidencia.
El propio Mnangagwa se encargó de reafirmar que se respetará el legado del “padre de la nación”, en una loa a Mugabe –también le llamó “camarada, padre y mentor”– que silenció los aplausos en las gradas. “Luchó por nuestra libertad... aceptemos y reconozcamos todos su inmensa contribución a la cons- trucción de nuestra nación”, dijo. Según fuentes oficiales, el matrimonio Mugabe permanecerá en el país después de haber pactado su seguridad personal y una total inmunidad.
A sus 75 años, Mnangagwa alcanza el sillón presidencial de Zimbabue después de cuatro décadas en las esferas de poder. Mano derecha de Mugabe, con quien luchó como guerrillero por la independencia y fue jefe de los servicios de espionaje, el Cocodrilo era el favorito para sustituir a Mugabe para los militares y los más ancianos del partido. Pese a las buenas palabras de ayer, su currículum tiene claroscuros y se le acusa de ser el arquitecto de las masacres de Gukurahundi en 1983, cuando unas 20.000 personas de la etnia Ndebele, favorable a la oposición, fueron asesinadas. Él siempre ha negado la relación con aquellas atrocidades.
Su estrecha relación con el poder despierta suspicacias entre los activistas y la oposición, que no confía en un cambio real en un gobierno dirigido por las mismas élites de siempre. El analista zimbabuense Alex Magaïsa no entendía tanta alegría entre sus conciudadanos ante el anuncio de unos comicios que según él no tendrán garantías. “No sé por qué la gente está tan esperanzada con las elecciones del año próximo. ¿No entienden lo que ha pasado? ¿Realmente creéis que los dirigentes que han tomado esta medida drástica (echar a Mugabe) se quedarán quietos y observarán como su candidato preferido pierde las elecciones y el poder?”.
El abogado y activista Doug Coltart subrayaba su alegría por la partida de Mugabe, pero también era escéptico con la lucha contra la corrupción prometida por Mnangagwa: “Ha sido parte del régimen y algunos de sus aliados están acusados de los mayores casos de corrupción, como el robo de millones por el comercio ilegal de diamantes. Deberá probar que es diferente, arrancar la madera muerta y atraer a personas competentes”.
En un claro guiño al exterior, el ‘Cocodrilo’ dice que indemnizará a los granjeros blancos expropiados