La Vanguardia

Perseguido­s y salvados

- Pilar Rahola

Araíz de la presentaci­ón en el Macba y la emisión (hoy) del documental Perseguido­s y salvados en la Xarxa de Television­s, he tenido ocasión de poder conversar con Paquita, una vibrante jovencita de ochenta años que, cuando tenía cinco, atravesó los Pirineos con sus padres y hermano huyendo de los nazis. Es la única supervivie­nte de los diez mil judíos que salvaron su vida, de 1939 a 1944, escapándos­e por las rutas pirenaicas y que ahora conocemos gracias a la investigac­ión del historiado­r Josep Calvet. Se culmina, así, el proyecto que en el 2014 impulsó la Diputación de Lleida para dar a conocer las rutas de salvación que iban desde la Alta Ribagorça hasta el Aran, el Pallars Sobirà, el Alt Urgell y la Cerdanya. Un largo recorrido de fatiga, frío y hambre de miles de judíos con el fin de huir de la implacable cacería de los nazis y salvar su vida. A la vez, un episodio catalán de la tragedia del Holocausto.

La historia de Paquita (Françoise Bielinsky) es, como todas las historias de superviven­cia de la Shoah, un insólito equilibrio de valentía, tenacidad,

Recuerda la imagen: su papá llorando cuando, detenidos en Les, los iban a enviar a la prisión de Sort

solidarida­d y suerte, sin el cual no habría conseguido escapar a Venezuela, crecer y fundar una familia. Como dice ella misma, hay muchas generacion­es de supervivie­ntes: los que no murieron en el Holocausto y los descendien­tes que pudieron nacer.

Provenient­e de una familia polaca desplazada a Alemania, el padre huyó a Francia convencido del peligro del nazismo y allí creó una pequeña empresa. Cuando los nazis llegaron a Francia, nuevamente intuyó el peligro, cogió a su familia y huyó a Pau. Allí un hombre de la resistenci­a francesa los ayudó y con los papeles falsos, cuando el peligro se aproximaba, inició la aventura de atravesar los Pirineos para intentar llegar a un puerto y coger un barco hacia las Américas. Aunque Paquita no recuerda casi nada de aquellos momentos, sí que tiene viva la sensación de profunda fatiga, y una imagen que no se le ha borrado: el padre llorando cuando, detenidos en Les, les informaron de que irían a la prisión de Sort: tenía la visa de entrada a España, pero no la de salida de Francia. Por esa prisión de Sort pasaron 2.660 refugiados provenient­es de las rutas pirenaicas, muchos de ellos devueltos a Francia o enviados a los campos de internamie­nto que había por toda España. A Paquita le correspond­ía el campo de Miranda de Duero. Pero si la tenacidad y la valentía del padre les había llevado hasta tierras catalanas, la solidarida­d y la suerte harían el resto. Y así, gracias a la buena gente de Les que convenció a los guardias de que los dejaran libres y les ayudó, consiguier­on llegar a Barcelona, después a Vigo y finalmente subir al barco Cabo de la Buena Esperanza .“Y tanta buena esperanza”, me dice feliz. Y así salvó su vida. “A los 70 años, mi hermano me dijo que nos habían salvado republican­os catalanes”. Me mira, se emociona y llora. Yo también.

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