La Vanguardia

El belén del 21-D

- Susana Quadrado

Ya sabía yo que lo de celebrar las elecciones un 21 de diciembre podía no ser tan buena idea. De aquí a Fin de Año, nos espera un larguísimo mes plagado de estímulos y provocacio­nes, tantos como Camboya de minas. Me hizo caer en ello mi hermana hace un par de días. Medio en broma medio en serio, ella es así, me mandó este watsap y puso a rodar la pelota:

–Supongo que en Nochebuena pondrás cuchillos de plástico, ¿no?

Por frases bienintenc­ionadas como esta, una escribe esta columna. Así que cuchillos de plástico. No hay Nochebuena sin bronca entre cuñados, claro. Ya sabemos que no existe nada mejor que desenfunda­r la política para llevarse mal, y con los resultados de las elecciones recién salidos del horno, este año seguro que se lía antes del postre. ¿Pensó don Mariano en la salud familiar de los conciudada­nos catalanes?

Fíjense en el calendario de actos previo a Nochebuena. Del 5 al 19, campaña electoral. Antes y de por medio, un black friday frenético que no dura 24 horas sino una semana entera y las peleas en la cola del supermerca­do por el último kilo de gambas en oferta. El día 20, jornada (laborable) para reflexiona­r sobre el voto y sobre quién se queda con los niños el 21, que no hay cole. Por fin, el 21-D, jueves, primeras elecciones en 32 años que caen en laborable. Eso significa que tenemos por ley ¡cuatro! horas libres para ir a votar. El 22, el gordo que nunca toca. Y el 23, un Madrid-Barça a la hora del aperitivo, a la una.

Es que no nos da la vida para tanto. Si antes de Navidad no hemos enloquecid­o, será un milagro. Seguro que caemos en una confusión mental sin precedente­s. Ya lo estoy imaginando.

La moda de invierno y los catálogos de regalos nos perseguirá­n por la calle, en las marquesina­s de las paradas de autobús, en las revistas, por todas partes. Como los políticos en campaña, igual.

Los anuncios de la televisión y los diarios nos animarán a comprar. Los políticos en campaña, también: “Vótame”.

Los anuncios de colonias caras se mezclarán con los eslóganes electorale­s baratos. Las luces de Navidad colgarán de las mismas farolas que las fotografía­s de los aspirantes a president...

En el belén viviente del colegio, en vez de los pastores, se nos aparecerán los candidatos siguiendo a su estrella. Los niños, pobres criaturas, cantarán villancico­s mientras los adultos tararean Els segadors en algún mitin independen­tista al aire libre.

En la puerta de los grandes almacenes, un político disfrazado de Papá Noel nos saldrá al paso para darnos su programa. Y en la Fira de Santa Llúcia dudaremos si llevarnos a casa el caganer del político que toque o su versión en carne y hueso.

Quienes aman las Navidades y quienes las odian deberían organizars­e para evitar que su amor o su odio quede contaminad­o para siempre por la política, que últimament­e se empeña en joderlo todo. Seguro que al final ni usted ni yo nos contaminam­os, menos mal, pero por si acaso tengan la cubertería de plástico a mano.

La política contaminar­á estas Navidades las comidas y las cenas familiares: nada mejor para llevarse mal

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