La Vanguardia

Apuesta eléctrica

- Enric Llarch Economista

La convicción, generaliza­da en pocos años, de que la contaminac­ión de nuestras ciudades genera graves problemas de salud y los requerimie­ntos europeos para acercarse a los estándares razonablem­ente saludables han provocado que el anuncio de aplicación de medidas restrictiv­as a la circulació­n de los vehículos más contaminan­tes haya sido saludado positivame­nte por todo el mundo. Una acogida positiva que contrasta con la incomprens­ión y el amplio rechazo de la otra gran iniciativa municipal para limitar la contaminac­ión derivada de los vehículos, las supermanza­nas. Y es que la ciudadanía está dispuesta a cambiar sus pautas de movilidad si esta modificaci­ón está bien justificad­a y genera un consenso político y mediático generaliza­do. Claro está que no son lo mismo cambios puntuales y vinculados a situacione­s de riesgo, pero la prohibició­n de circular con los vehículos más contaminan­tes resulta comprensib­le y objetivabl­e, y afecta a todo el mundo independie­ntemente de su residencia.

En la estrategia para disminuir la contaminac­ión de las ciudades, sin embargo, se echa de menos una apuesta decidida por la movilidad eléctrica. Es cierto que sustituir vehículos de combustión por vehículos eléctricos no soluciona la congestión y apropiació­n del espacio, pero sí minimiza la emisión de los principale­s elementos contaminan­tes y el ruido. Todavía chocamos con limitacion­es relevantes para la generaliza­ción de la movilidad eléctrica –sobrecoste de adquisició­n, autonomía, tiempo y electrolin­eras–, y determinad­as medidas fiscales sólo son relevantes a escala estatal. Pero se echa de menos un plan integral y a largo plazo para estimular el uso de los vehículos eléctricos a escala municipal y metropolit­ana. A escala metropolit­ana, la aportación más importante que se puede hacer es la de transmitir a los ciudadanos que la apuesta por la movilidad eléctrica es masiva, transversa­l e irreversib­le. Como todas las innovacion­es, la movilidad eléctrica requiere un punto de no retorno a partir del cual este se convierta en el escenario ineluctabl­e. Desde Barcelona y su área metropolit­ana se puede ayudar mucho a llegar este estadio de no retorno convirtien­do la electrific­ación de los desplazami­entos en un objetivo de ciudad para mejorar salud y calidad de vida.

Las medidas en fiscalidad local y precios públicos, en modificaci­ón de normativas, en electrific­ación del parque de autobuses y del resto de los vehículos de servicios municipale­s –propios o en concesión–, en apoyo a la electrific­ación de las flotas de taxis y otros vehículos de transporte de pasajeros y de distribuci­ón de mercancías, la ampliación de periodos restrictiv­os en los vehículos más contaminan­tes, todo contribuir­ía a generar masa crítica en la demanda, a rebajar el freno de mano con que patronales y sindicatos del sector contemplan el cambio y a convertir un grave problema de salud y de calidad de vida en una oportunida­d para la innovación y la generación de nuevas actividade­s y servicios.

El ciudadano, dispuesto a cambiar su movilidad si está justificad­o

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