La Vanguardia

Antón Castro

ESCRITOR

- NÚRIA ESCUR Barcelona

El autor gallego Antón Castro (58), premio Nacional de Periodismo Cultural 2013, publica Golpes de mar, un conjunto de cuentos macerados, transforma­dos y mejorados que reedita ahora, sin el candor ni el barroquism­o de hace décadas.

Los textos de Antón Castro (Santa Mariña de Lañas-Arteixo, A Coruña, 1959) son como paisajes que abrazan, girones de leyendas y oleajes, realidades agridulces y grandes silencios. Golpes de mar (Ediciones del Viento) es un conjunto de cuentos macerados, transforma­dos y mejorados; una reedición que presenta hoy ( 19 h) en la biblioteca Guinardó-Mercè Rodoreda de Barcelona. En ellos aparecen personajes fantástico­s y marinos, esperas imposibles y ciudades e islas a la deriva. Hay autores que saben convertir las historias más prosaicas en noble poesía. Castro, que recibió el premio Nacional de Periodismo Cultural en el 2013, es uno de ellos.

Hay mucha geografía de la nostalgia en su libro, mucho de lo que pudo haber sido y no fue. ¿Qué ha cambiado en Antón Castro desde hace 30 años cuando se gestó este volumen?

Sobre todo la tendencia a la sublimació­n y a la fantasía. Con el paso de los años he perdido candor, me he despojado de barroquism­o y he ganado en entusiasmo y en curiosidad. Y he descubiert­o algo: las historias más conmovedor­as están en la vida y en sus múltiples esquinas; hay historias prodigiosa­s, más fascinante­s e inverosími­les que las soñadas. En el libro, lo más increíble en el fondo es verdad, como ese piano que vomita el mar…

“Sabrás que el mar es vida, tumba y sueño”, dice Alba. El mar como protagonis­ta absoluto. ¿Qué le debe su literatura a haber nacido en la costa gallega?

Se lo debo casi todo. De entrada una percepción del horizonte infinito, una visión del cielo y sus gaviotas, camino indetermin­ado al misterio, un movimiento incesante y un determinad­o olor. Cuando era niño me tumbaba en la arena, cerraba los ojos, los abría y oía la música del mar, que a veces es como un fado, y me parecía que andaba lejos, como extraviado en un país extranjero. En el mar nunca te sientes seguro.

¿Con qué lecturas hay que imaginarle de niño y adolescent­e? La sirenita de Andersen, Moby-Dick o El viejo y el mar de Hemingway?

Los libros que más me marcaron fueron Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, Leyendas de

Bécquer, el Romancero gitano de García Lorca, Sombra del paraíso de Aleixandre y El extranjero de Camus, que hablaba de un mar envuelto en el espejismo donde se mataba por la ofensa del sol. Y luego ya sí, esos libros y esos cuentos que cita. Me impresionó El viejo y el mar y Moby Dick es uno de mis libros favoritos. Adoro a Melville. Golpes de mar está lleno de ballenas. Galicia, como Euskadi o Santander, se dedicó a la pesca de la ballena.

El libro incluye muchos finales trágicos y bastante desasosieg­o pessoniano. ¿Cómo describirí­a Costa da Morte a alguien que no la haya visto jamás?

Podría decir que la Costa es un territorio arisco e irreductib­le, de paisajes grandiosos, donde fluyen la aventura, el viaje, el sueño y todas sus pesadillas. Es ese espacio donde

la mejor manera de superar el temor a las tempestade­s es contar y contar y oír narracione­s hasta la primera luz del alba.

Algunos de sus cuentos vieron la luz en gallego. ¿Cuál ha sido el mejor autor en lengua gallega de todos los tiempos y por qué?

Hay muchos escritores gallegos en el libro. Valle-Inclán, que escribió poco en gallego; Méndez Ferrín, autor de unos de los libros más bellos que he leído jamás, Amor de Artur; Álvaro Cunqueiro, al que le dedico un homenaje que casi es plagio y un aprendizaj­e de su estilo, encarna el arte de contar con inteligenc­ia y sensualida­d, humor y sentido del desafuero, y Rafael Dieste, autor de uno de los libros que más me emocionan: Historias e invencione­s de Félix Muriel. Y soy un loco de Rosalía, la Emily Dikinson española.

Cunqueiro y Dieste rivalizan en sus preferenci­as.

Y me los llevaría a los dos a una isla desierta o en la maleta para cualquier viaje. Estuve con Carmen Muñoz Manzano, su viuda, y me enseñó su dormitorio, donde había dos cuadros de Seoane. Ella tenía en la mesa mi cuento Vida infame de Tristán Fortesende, que sale en Golpes de mar; me dijo: “Lo he leído varias veces. A Rafael le habría encantado”. Si eso no es la felicidad…

Si pudiera escoger una sola de sus imágenes, ¿cuál se quedaría?

“Ese es el poder de los libros: vuelven a ti sus personajes tras haber cerrado sus páginas, los fantasmas familiares de la vida”. Podría ser una.

¿Hubiera sido capaz de ser farero?

Ha sido uno de mis sueños imposibles. El libro está lleno de ellos, pero hay uno, Buxán, que mora en Caión, y es un personaje que atraviesa varios cuentos; es como la memoria del amor, el centinela de todas las historias, el narrador, el charlista, el dueño de todos los secretos. Me enloquecen los faros y uno de mis libros más queridos son unas páginas de Menchu Gutiérrez en recuerdo de los años que vivió en uno, con su marido, farero y pintor. Mi cuento favorito del libro quizá sea El pintor de aves, el relato de un farero.

En el último cuento el marinero al que se lleva el mar tiene varios hijos. Uno se llama Antón. ¿Algún apunte biográfico?

Mi padre trabajó en mil oficios, fue emigrante en Suiza y jamás lo vi bañarse en el mar. Sin embargo, le encantaba ir a recoger mejillones y lapas y bígaros y cangrejos. Volvíamos a casa con un saco lleno y hacíamos una gran fiesta: era la orgía gastronómi­ca del hijo del mar que le tenía miedo a las olas. Mi infancia ha estado llena de historias de náufragos y de accidentes en la ribera. Quizá en el hijo del percebeiro haya muchas cosas mías.

¿Cómo son los lectores de Antón Castro?

No tengo ni idea. Un libro es una botella al mar y nunca sabes bien quién la encuentra y a quién le alivia el dolor, la anima a amar más, o a vivir con una intensidad desconocid­a. Quizá sean gentes soñadoras a las que les gusten las historias pobladas de mujeres e inclinadas a la poesía, donde es importante todo: naturaleza, emociones y estaciones, las mudanzas del corazón y una enfermiza sensibilid­ad. Me gustaría pensar que algunos de los lectores de Rodoreda también disfrutarí­an con mis libros: le debo mucho a la autora de Aloma, tanto que he puesto a mi hija mayor ese nombre.

ENCONTRAR HISTORIAS

“Las conmovedor­as están en las esquinas de la vida, más fascinante­s que las soñadas”

VIVIR EN UN FARO

“Me enloquecen los faros; ese ha sido uno de mis sueños imposibles”

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CARLES DOMÈNEC Aunque nació en Galicia, Antón Castro reside en Zaragoza desde el otoño de 1978

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