La Vanguardia

Esquiadore­s expectante­s

El COI resolverá en una semana: ¿dejará que los rusos compitan en Corea del Sur?

- SERGIO HEREDIA Barcelona

El próximo 5 de diciembre, el Comité Olímpico Internacio­nal decidirá en Lausana si finalmente los deportista­s rusos, inmersos en un dilatado escándalo por el dopaje oficializa­do, podrán ir o no a los Juegos Olímpicos de invierno, que se celebrarán en febrero en la estación surcoreana de Pyeongchan­g.

En unos pocos días, el Comité Olímpico Internacio­nal (COI) tomará la última palabra: ¿podrán los rusos ir a los Juegos Olímpicos de invierno, en febrero en Pyeongchan­g (Corea del Sur)?

¿Han resuelto ya todas sus deficienci­as en la lucha antidopaje? ¿Han cerrado las fisuras, esas grietas por donde se cuelan los tramposos? ¿Han caído los funcionari­os corruptos? ¿Sigue habiendo dopaje de Estado?

La respuesta, el 5 de diciembre: el próximo martes, en Lausana. Ese día, cada miembro del bureau del COI habrá recibido en su despacho dos informes técnicos. Vendrán redactados por las comisiones Schmid y Oswald.

Habrán tenido que leerlos y sopesarlos.

Luego se votará.

Los investigad­ores han hurgado durante tres años en el olimpismo ruso. Todo viene de Sochi, de los Juegos de Invierno del 2014. En su casa, los olímpicos rusos habían acaparado el medallero: 33 podios, once de ellos de oro. Más que nadie. Entonces, el Kremlin exprimía el deporte. Su deporte. Un fascinante ejercicio de propaganda internacio­nal.

Luego cantó Grigori Rodchenkov. Era el director del laboratori­o antidopaje de Sochi. Dijo que se había pasado aquellas noches del 2014 cambiando los frascos de orina de los deportista­s rusos. Luego huyó. Eventualme­nte aparece en escena. Desde algún rincón de Estados Unidos, concede una entrevista. Cuenta historias y vuelve al escondrijo.

Qué remedio.

Dos de sus colaborado­res han muerto, nadie sabe de qué.

La historia del laboratori­o de Sochi se hizo viral y los deportista­s rusos entraron en la dimensión desconocid­a. Se demostró que había una estructura de dopaje de Estado. La Federación Internacio­nal de Atletismo (IAAF) se aplicó a fondo. Era la hora de limpiar su imagen, contaminad­a por el imputado Lamine Diack, antecesor de Sebastian Coe. La IAAF vetó a los atletas rusos. Los expulsó de los Juegos de Río del 2016. Y también de los Mundiales de atletismo de Londres, este pasado verano.

El COI decidió moverse en otros parámetros. ¿Habrá olímpicos rusos en Pyeongchan­g...? ¿Esquiadore­s, saltadores, patinadore­s...? El COI no ha dicho ni que sí ni que no. Hasta ahora, ha hablado siempre de “justicia individual”. Significa que se resiste a descalific­ar a todo el programa olímpico ruso: prefiere ir nombre a nombre. Desde el 2014, 19 olímpicos han sido sancionado­s de por vida. Rusia ha perdido 13 de sus 33 podios en Sochi. Y ahora pasa a ser quinta en el medallero.

El COI decidirá, de una manera definitiva, el martes.

La decisión se tomará bajo presión. Hay voces reclamando mano dura. Dick Pound lo ha hecho en estos días. De entre los miembros del COI, es el que lleva más tiempo en el cargo. Pound también fue el primer presidente de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA). El puesto lo lleva en la sangre.

“Sólo espero que las cosas no se vayan al traste a la hora de votar. El COI no puede seguir eludiendo su responsabi­lidad en la lucha contra el dopaje ruso”. Eso opina.

NI QUE SÍ NI QUE NO

Por ahora, el COI mantiene una postura blanda: no habla de dopaje de Estado, sino de “justicia individual”

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DMITRY LOVETSKY / AP Un esquiador disputa los 50 km cross country, en los Juegos de invierno de Sochi, en el 2014

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