Volatilidad virtual
La moneda virtual ya supera a Disney, Boeing o General Electric
De nada han servido las reiteradas advertencias del sector financiero sobre el valor excesivo alcanzado por el bitcoin: la cotización de la famosa criptomoneda roza ya la barrera de los 10.000 dólares, con una meteórica revalorización del 45% en dos semanas.
De nada han servido las reiteradas advertencias del sector financiero sobre el valor excesivo alcanzado por el bitcoin, la criptomoneda más famosa del planeta.
Su cotización llegó ayer a rozar la barrera de los 10.000 dólares. Este nivel supone: una revalorización del 45% en dos semanas (lo mismo que han subido las bolsas en casi cuatro años), una apreciación del 20% en tres días, el doble respecto a principios de octubre y diez veces más desde el precio de comienzos de año. A estas alturas de la película, el bitcoin ya vale más que Disney, Boeing o General Electric. Y está en buena compañía: la capitalización bursátil del conjunto de criptomonedas ya supera los 300.000 millones de dólares.
Jamie Dimon, de JP Morgan, dijo hace unos meses que invertir en bitcoin era de “estúpidos”. El gurú Ray Dailio, fundador del fondo Bridgewater, calificó la divisa virtual de “burbuja”. Pero el mercado mira a otra parte. “Es publicidad? ¿Es una moda? ¿Es el Tamagotchi de hace 20 años?”, se preguntaba Clayton Heijman, ejecutivo del fondo Privium a Bloomberg.
El economista jefe del FMI, Kenneth Rogoff, en una reciente entrevista, dijo que el precio a largo plazo de las criptomonedas anónimas como el bitcoin es, probablemente, “próximo a cero”, debido a que las administraciones no pueden permitir su circulación porque esto dificultaría recaudar impuestos, además de hacer cumplir las leyes y la regulación.
Ahora bien, entre cero y 10.000 hay cierta diferencia. ¿Cómo es posible? Sobre las causas de esta revalorización circulan varias explicaciones. Una es la enorme cantidad de liquidez que hay en el mercado (el dinero tiene que acabar en algún sitio). Otra es la circunstancia de que el mayor operador de divisas del mundo, el grupo CME, anunció la pasada semana que negociará futuros de bitcoin hacia finales de año.
Incluso habla de un efecto black friday, porque los inversores pueden haber destinado este año parte del presupuesto prenavideño a comprar monedas virtuales. Quien apuesta sobre esta criptodivisa estima que, a largo plazo, puede convertirse en un valor refugio que sustituya el oro o incluso en una moneda de referencia si el proyecto europeo y el euro, entre Brexit y otras crisis, acabaran en vía muerta.
“El problema del bitcoin es que todavía no está muy claro lo que es, si un activo especulativo o un medio de pago”, explica Romualdo Pastor-Satorras, profesor de física aplicada de la UPC y autor de un estudio sobre la criptodivisa publicado hace un par de semanas en el Royal Society Open Science del Reino Unido.
“El bitcoin puede reaccionar a cosas obvias, como unas restricciones procedentes de China, pero incluso a otros factores que en apariencia no tienen nada que ver. Mientras tanto, en ausencia de una regulación específica, su valor crece en el tiempo”, indica. Sus investigaciones académicas, en todo caso, apuntan a que el bitcoin no se quedará solo, ya que hay otras criptomonedas más fáciles de intercambiar que irán adquiriendo protagonismo en el futuro. Con lo que habrá más donde elegir.
Un estudio de este verano de unos profesores alemanes titulado Bitcoin: drivers and impediment, considera que esta divisa es apreciada por su ausencia de intermediación, bajas comisiones, flexibilidad de uso y ausencia de requisitos de solvencia. No obstante, alerta de que hay riesgos para la seguridad informática, volatilidad de los tipos de cambio, escasa adopción en las tiendas y falta de confianza en el sistema.
El bitcoin es una moneda intangible con la que, sin embargo, se pueden comprar objetos reales de forma anónima, sin que bancos u organismos supervisen su curso o la transacción, con lo que es el medio de pago preferido para lavar dinero u otras actividades criminales. Si los gobiernos decidieran intervenir para regular la moneda, las criptodivisas chocarían con obstáculos que afectarían inevitablemente a su desarrollo.
Entre los límites ha aparecido también el energético. Para crear la moneda, mediante la llamada técnica de la minería informática, se necesitan granjas de ordenadores. Y la factura eléctrica se dispara. De acuerdo con Digiconomist, el consumo anual de electricidad de bitcoin ya supone más de lo que consumen 159 países de todo el mundo o el equivalente de lo que se gasta en un año Marruecos.
Una sola transacción puede llegar a utilizar el equivalente a la energía que consume una casa durante todo un mes. Y el último que apague la luz.
“El problema es que aún no está claro qué es: un activo especulativo o un medio de pago”