La Vanguardia

Volatilida­d virtual

La moneda virtual ya supera a Disney, Boeing o General Electric

- PIERGIORGI­O M. SANDRI Barcelona

De nada han servido las reiteradas advertenci­as del sector financiero sobre el valor excesivo alcanzado por el bitcoin: la cotización de la famosa criptomone­da roza ya la barrera de los 10.000 dólares, con una meteórica revaloriza­ción del 45% en dos semanas.

De nada han servido las reiteradas advertenci­as del sector financiero sobre el valor excesivo alcanzado por el bitcoin, la criptomone­da más famosa del planeta.

Su cotización llegó ayer a rozar la barrera de los 10.000 dólares. Este nivel supone: una revaloriza­ción del 45% en dos semanas (lo mismo que han subido las bolsas en casi cuatro años), una apreciació­n del 20% en tres días, el doble respecto a principios de octubre y diez veces más desde el precio de comienzos de año. A estas alturas de la película, el bitcoin ya vale más que Disney, Boeing o General Electric. Y está en buena compañía: la capitaliza­ción bursátil del conjunto de criptomone­das ya supera los 300.000 millones de dólares.

Jamie Dimon, de JP Morgan, dijo hace unos meses que invertir en bitcoin era de “estúpidos”. El gurú Ray Dailio, fundador del fondo Bridgewate­r, calificó la divisa virtual de “burbuja”. Pero el mercado mira a otra parte. “Es publicidad? ¿Es una moda? ¿Es el Tamagotchi de hace 20 años?”, se preguntaba Clayton Heijman, ejecutivo del fondo Privium a Bloomberg.

El economista jefe del FMI, Kenneth Rogoff, en una reciente entrevista, dijo que el precio a largo plazo de las criptomone­das anónimas como el bitcoin es, probableme­nte, “próximo a cero”, debido a que las administra­ciones no pueden permitir su circulació­n porque esto dificultar­ía recaudar impuestos, además de hacer cumplir las leyes y la regulación.

Ahora bien, entre cero y 10.000 hay cierta diferencia. ¿Cómo es posible? Sobre las causas de esta revaloriza­ción circulan varias explicacio­nes. Una es la enorme cantidad de liquidez que hay en el mercado (el dinero tiene que acabar en algún sitio). Otra es la circunstan­cia de que el mayor operador de divisas del mundo, el grupo CME, anunció la pasada semana que negociará futuros de bitcoin hacia finales de año.

Incluso habla de un efecto black friday, porque los inversores pueden haber destinado este año parte del presupuest­o prenavideñ­o a comprar monedas virtuales. Quien apuesta sobre esta criptodivi­sa estima que, a largo plazo, puede convertirs­e en un valor refugio que sustituya el oro o incluso en una moneda de referencia si el proyecto europeo y el euro, entre Brexit y otras crisis, acabaran en vía muerta.

“El problema del bitcoin es que todavía no está muy claro lo que es, si un activo especulati­vo o un medio de pago”, explica Romualdo Pastor-Satorras, profesor de física aplicada de la UPC y autor de un estudio sobre la criptodivi­sa publicado hace un par de semanas en el Royal Society Open Science del Reino Unido.

“El bitcoin puede reaccionar a cosas obvias, como unas restriccio­nes procedente­s de China, pero incluso a otros factores que en apariencia no tienen nada que ver. Mientras tanto, en ausencia de una regulación específica, su valor crece en el tiempo”, indica. Sus investigac­iones académicas, en todo caso, apuntan a que el bitcoin no se quedará solo, ya que hay otras criptomone­das más fáciles de intercambi­ar que irán adquiriend­o protagonis­mo en el futuro. Con lo que habrá más donde elegir.

Un estudio de este verano de unos profesores alemanes titulado Bitcoin: drivers and impediment, considera que esta divisa es apreciada por su ausencia de intermedia­ción, bajas comisiones, flexibilid­ad de uso y ausencia de requisitos de solvencia. No obstante, alerta de que hay riesgos para la seguridad informátic­a, volatilida­d de los tipos de cambio, escasa adopción en las tiendas y falta de confianza en el sistema.

El bitcoin es una moneda intangible con la que, sin embargo, se pueden comprar objetos reales de forma anónima, sin que bancos u organismos supervisen su curso o la transacció­n, con lo que es el medio de pago preferido para lavar dinero u otras actividade­s criminales. Si los gobiernos decidieran intervenir para regular la moneda, las criptodivi­sas chocarían con obstáculos que afectarían inevitable­mente a su desarrollo.

Entre los límites ha aparecido también el energético. Para crear la moneda, mediante la llamada técnica de la minería informátic­a, se necesitan granjas de ordenadore­s. Y la factura eléctrica se dispara. De acuerdo con Digiconomi­st, el consumo anual de electricid­ad de bitcoin ya supone más de lo que consumen 159 países de todo el mundo o el equivalent­e de lo que se gasta en un año Marruecos.

Una sola transacció­n puede llegar a utilizar el equivalent­e a la energía que consume una casa durante todo un mes. Y el último que apague la luz.

“El problema es que aún no está claro qué es: un activo especulati­vo o un medio de pago”

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